Con frecuencia se oyen voces que
defienden la conveniencia de dejar en el olvido, como si no hubieran ocurrido,
acontecimientos históricos del pasado, pretendiendo así – dicen - evitar que
enfrentamientos surgidos en la sociedad en otras épocas vuelvan a reproducirse
dividiéndonos en bandos hasta la eternidad. Es lo que ocurre con la última
guerra civil española, que hace ocho décadas asoló nuestro país.
En un artículo, titulado 18 de julio de 1936 (EL PAÍS, 17
de julio de 2016, pág. 20), el catedrático de Historia Contemporánea de la
Universidad de Extremadura, Enrique
Moradiellos, se refería a la mencionada guerra (1936-1939) con frases y
calificativos que perfectamente pueden ser aplicados al microcosmos social de
Campo de Criptana de esos años: “una cruel contienda fratricida que
constituye el hito trascendental de la historia contemporánea (…) y está en el origen de nuestro tiempo
presente (…) un cataclismo colectivo
que abrió un cisma de violencia en la convivencia de una sociedad atravesada
por múltiples líneas de fractura interna y grandes reservas de odio y miedo conjugados …“.
El resumen de las cifras relativas
a pérdidas demográficas por esa guerra que hace el autor citado es harto
elocuente:
- Entre 150.000 y 200.000 muertos en acciones de
guerra.
- Unos 155.000 muertos por efecto de la represión,
de ellos 100.000 en zona franquista y alrededor de 55.000 en zona fiel a la
República (zona en la que durante toda la guerra se mantuvo nuestra villa).
- 350.000 fallecidos por enfermedades, hambre,
etc.
- Reducción del número de nacimientos en torno a
500.000.
- A estas pérdidas en vidas hay que sumar la
pérdida de quienes, aun siguiendo vivos, buscaron otros lugares donde rehacer
sus vidas. Son las cifras del exilio: unas 734.000 personas que lo hicieron
temporalmente para luego regresar, y unas 300.00 que ya no volvieron.
En todos esos capítulos, sin
ningún género de dudas, hay que contar con criptanenses, incluido - por
supuesto - el apartado de los no nacidos y el de los exiliados, entre éstos los
que sufrieron en sus carnes los campos de concentración nazis. ¡Como para dejar
la guerra y sus consecuencias en el olvido!
Como criptanense y como modesto historiador
no puedo tratar como si no hubieran existido a aquellos entre 15.000 y 16.000 paisanos
míos que por ahora hace ochenta años tuvieron que afrontar situaciones tan
dramáticas que tal vez nunca las hubieran imaginado ni como protagonistas
activos ni como protagonistas pasivos. Los casi tres años de guerra fueron, a
la larga, un trágico calvario para todos, con periodos especialmente
virulentos, como lo fueron sin duda los primeros meses del conflicto - sin
dejar de serlo el resto del tiempo - en el plano local, cuando la violencia
acechaba a cada instante la vida de muchos.
Y la cosa no acabó ahí, el
problema no desapareció con la proclamación oficial del final dela guerra el 1
de abril de 1939. Después de esa fecha unos y otros siguieron llorando a sus
muertos, y muchos vieron sus vidas rotas para siempre. La violencia, que en el
transcurso del conflicto a lo largo y ancho del país tuvo dos caras, ya sólo
tenia un rostro, con matices contrapuestos: justiciera para unos, vengativa
para otros, para los que – estos últimos - el silencio vital fue imponiéndose
en el acontecer diario.
Pero así como el sueño de la razón
produce monstruos, que diría Francisco de Goya, el olvido de cualquier retazo
de nuestro pasado como comunidad no sólo facilitaría la caída en los mismos
errores en un futuro más o menos cercano, sino que dejaría nuestra memoria
colectiva manca y coja de por vida y haría de nosotros seres deformes,
incompletos, desmemoriados en suma. Saber por saber ya es un buen fin, pero el
de saber más para mejorar nuestra convivencia supera al anterior.
Portada de uno de los últimos libros publicados sobre el tema. Editorial Turner, 2016 |
Frente a quienes propugnan ese
olvido - muchas veces con esa manida frase de “no hay que remover el pasado” - es preciso defender el conocimiento
de lo ocurrido, que tenga su hueco en nuestra memoria, pues no se trata de
agitar rencores y miedos sino de comprender que nuestro presente hunde sus
raíces en el pasado, en todo el pasado, y no podemos permitirnos el lujo, como ciudadanos,
de prescindir de ninguno de sus segmentos; hacerlo sería, y hablo ya como
profesional de la Historia, cometer un crimen manifiesto contra la esencia
misma de esta ciencia social.
Años llevo, aunque, bien es verdad,
en etapas discontinuas, recabando datos de diferentes archivos históricos y
publicaciones relativos a la guerra civil en Campo de Criptana para un trabajo
que todavía me ocupará bastante tiempo. Mi propósito es dar a conocer a mis
paisanos especialmente, pero en general a los lectores, lo que supuso tal
conflicto en este pueblo. Cualquier información es bien acogida. Por esto,
ruego a mis lectores que si disponen de ella – documentos escritos, fotografías, etc., etc.
-, y lo tienen a bien, me la faciliten poniéndose en contacto conmigo a través
del correo electrónico franescribano@telefonica.net .Sus
aportaciones serán, además de una inestimable ayuda, una fuente histórica insustituible.
Gracias.
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS