miércoles, 29 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXXIII)

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA


La vida de Cervantes transcurre en parte de los siglos XVI y XVII, entre el Renacimiento y el Barroco, de cuyas culturas su obra es síntesis. Venido al mundo en 1547, el lugar de su nacimiento todavía sigue suscitando polémica, pues si para unos nació en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), para la mayoría eso sucedió en Alcalá de Henares (Madrid). Fue el cuarto hijo de los siete que tuvo el matrimonio formado por el cirujano sangrador Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas.

La familia se estableció en 1566 en Madrid, en cuyo Estudio de la Villa Miguel recibió clases de gramática que impartía el párroco Juan López de Hoyos. Una primera parte de su vida tuvo matices heroicos. Como consecuencia de haberse visto envuelto en un duelo tuvo que salir de la Corte; en efecto, a los 22 años marchó a Italia acompañando al cardenal Acquaviva y se alistó en el ejército español. En 1571 intervino en la batalla de Lepanto, en la que recibió heridas en el pecho y en la mano izquierda. Después de tomar parte en expediciones militares posteriores fue apresado, cuando regresaba a España, por piratas berberiscos, circunstancia que tuvo como consecuencia su cautiverio en Argel por espacio de cinco años; cuando fue rescatado por los Padres Trinitarios su edad era de 33.

Al regresar a Madrid su famiia estaba en la ruina. Pretendió conseguir un oficio en América, empresa en la que fracasó. Antes se había casado con Catalina de Salazar y Palacios, natural de Esquivias (Toledo), el 12 de diciembre de 1584. Más adelante, con motivo de haber sido nombrado comisario para el aprovisionamiento de la llamada Armada Invencible recorrió diversos puntos de Andalucía; esa actividad y otros trabajos para la hacienda pública lo condujeron por dos veces a la cárcel, en Castro del Río (Córdoba) en 1592, y en Sevilla en 1597.

Cuando alcanzó los 57 años de edad se encontraba en Valladolid, donde arrastraba una vida nada brillante en compañía de su esposa, sus hermanas Andrea y Magdalena, Constanza     – hija natural de Andrea – y de su hija Isabel, producto de amores con Ana Franca de Rojas. Había superado las adversas circunstancias anteriores, pero aún tendría algún problema con la justicia, si bien no se le pudo probar nada en relación con un asesinato de un caballero ocurrido frente a su casa. Era la época de la publicación de la primera parte de El Quijote     (El ingenioso hidalgo Don Quixote de La Mancha), impresa en 1604 por Juan de la Cuesta y empezada a vender a principios de 1605 en casa del librero del rey Felipe III, Francisco de Robles – si bien, ya poco antes de la Nochebuena de 1604 se habían distribuido algunos ejemplares en Valladolid -. Después escribió bastante y publicó un buen número de obras, entre ellas la segunda parte de su famosa novela, antes de su muerte, acaecida el 23 de abril de 1616 en Madrid, escenario de los últimos años de su vida, que estuvieron rodeados de penurias. Al día siguiente de su fallecimiento fue inhumado en el convento de las Trinitarias Descalzas, en un entierro para pobres costeado por los cofrades de la Venerable Orden Tercera de San Francisco, a la que pertenecía.

En el prólogo de las Novelas Ejemplares (1613) nos muestra su retrato: “ Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata que no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas, y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros ...“ .

Monumento a Cervantes en la Plaza Mayor
de Campo de Criptana
Cervantes escribió poesía, menester en el que se mostró inferior a su calidad como prosista. Buena parte de sus versos aparecen intercalados en sus obras en prosa, pero también los compuso de forma independiente; su poema más largo es el “Viaje del Parnaso“, publicado dos años antes de su muerte.

En el terreno teatral parte de su obra son las comedias en verso, como  El cerco de Numancia , Los baños de Argel ,   El rufián dichosoPedro de Urdemalas , etc. De más interés son los entremeses, breves cuadros populares, casi todos escritos en prosa; entre ellos deben citarse  El retablo de las maravillas La guarda cuidadosaEl viejo  celoso, El juez de los divorcios  y  La elección de los alcaldes de Daganzo.

Calle Cervantes
El género de la novela es el que más renombre ha dado a Cervantes. Con la novela pastoril  La Galatea   (1585) comenzó precisamente su carrera literaria. Más mérito demostró en las doce Novelas Ejemplares   aparecidas en 1613; merecen ser destacadas  La GitanillaLa ilustre fregonaEl casamiento engañosoEl celoso extremeñoRinconete y Cortadillo,   El coloquio de los perros  y  El licenciado Vidriera . Además, ya muerto el autor, le fue publicada  una especie de novela bizantina de aventuras,  Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

Calle Cervantes
Sin duda su obra cumbre es  El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicada en dos partes, en 1605 y 1615 respectivamente. Es su segunda obra, dada a la luz pública veinte años después de  La Galatea. Por la primera parte percibió 1.500 reales; la tirada de la primera edición fue de 1.600 ejemplares, agotados a las pocas semanas, cada uno de los cuales valía 290,5 maravedís (34 maravedís eran 1 real). Ya en el momento de la publicación de su primera parte alcanzó gran éxito en España – se hicieron seis ediciones en 1605 -, en sus colonias americanas y en países extranjeros, popularidad que le facilitó poder publicar otras obras anteriores aún inéditas, tales como las citadas  Novelas Ejemplares;  fue un libro divertido para sus contemporáneos, entre los que provocó la risa casi de forma unánime. Con El Quijote – la obra más leída, traducida y comentada de la literatura universal - Cervantes se convirtió en el mayor prosista en lengua castellana, no en vano “ la gran novela es fruto de lenta meditación de la vida y del arte “  según Ramón Menéndez Pidal, para quien Cervantes es uno de “ los dos  más  grandes  escritores “ en nuestra lengua (el otro es Lope de Vega).

El Quijote, “ sátira de los libros de caballerías en forma de parodia “  en palabras de Martín de Riquer es una obra de madurez de Cervantes, que contaba con 57 años cuando se publica la primera parte; de ahí la citada alusión de Menéndez Pidal a ese “ fruto de lenta meditación “ . El propio Cervantes, contestando al autor del apócrifo Quijote – que lo había tratado despectivamente de viejo – dice en el prólogo a la segunda parte de su novela sobre la edad y el momento o época de escribir: “ no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años “ . 

                           FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
















CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXXII)

MOLINOS


Referencias a molinos, molineros y molineras hay en distintos lugares de la obra, pero ocupa un lugar central el inicio del Capítulo VIII de la 1ª parte con la muy conocida aventura de la lucha contra los molinos de viento cuando iban caballero y escudero camino de Puerto Lápice tras la segunda salida de la aldea:

“ En esto descubrieron treinta ó cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y así como Don Quijote los vió, dijo á su escudero: La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos á desear; porque  ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta ó pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles á todos las vidas; con cuyos despojos comenzaremos á enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿ Qué gigantes ? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí  y ponte en oración en el espacio que yo voy á entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dió de espuelas á su caballo Rocinante, sin atender á las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento y nó gigantes aquellos que iba á acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oia las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; ántes iba diciendo en voces altas:

Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron á moverse; lo cual visto por Don Quijote, dijo: Pues aunque movais más brazos que los del gigante Briareo, me lo habeis de pagar. Y diciendo esto y encomendándose de todo corazon á su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió á todo el galope de Rocinante, y embistió con el primero molino que estaba delante, y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fué rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza á socorrerle á todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podia menear: tal fué el golpe que dió con él Rocinante.         ¡ Válame Dios ! Dijo Sancho: ¿ no le dije yo á vuestra merced que mirase bien lo que hacia, que no eran sino molinos de viento, y no lo podia ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza ?  Calla, amigo Sancho, respondió Don Quijote, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas á continua mudanza: cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Freston, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento, tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. Dios lo haga, como puede, respondió Sancho Panza; y ayudándole a levantar, tornó á subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba “.

¿ Se inspiró Cervantes para ese pasaje en los molinos de Campo de Criptana ? Para muchos cervantistas la respuesta es afirmativa. Es cierto que molinos de viento no sólo los había en este pueblo, pero parece probado que sí era éste el lugar donde por aquella época los había en mayor cantidad. Así se desprende de un libro cuyo autor, Juan Jiménez Ballesta, en el contexto de un detallado estudio sobre el tema, afirma: “ La eterna discusión de cuáles podían ser tales molinos nos obliga a definirnos, aun a sabiendas de que pudiéramos equivocarnos. No obstante creemos acercarnos a la verdad al apostar a que los famosos molinos a los que se refería Cervantes sólo podían ser los situados en la Sierra de Criptana “ ( JUAN JIMÉNEZ BALLESTA: Molinos de viento en Castilla-La Mancha. Piedrabuena, Ediciones Llanura, 2001, pág. 26).
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En Campo de Criptana hay varias calles que llevan nombres de molinos de viento: Alambique, Burillo, Calvillo, Cervadal, Condado, Escribanillo, Huerta mañana, Pereo, Tahonillo y Tardío. Dos calles tienen nombre de parajes donde hubo molinos: Altillo del Palomar y Avenida de los Siete Molinos. Todas estas calles se encuentran en la zona oeste, precisamente por donde en la actualidad más crece espacialmente Campo de Criptana. Otras dos están designadas con términos genéricos sobre ellos: Senda de los Molinos (entre las calles Dulcinea y Cristo de Villajos) y Calleja de los Molinos (en realidad el camino que, partiendo de la calle Cristo de Villajos, por detrás del edificio de la E.F.A., conduce hasta la Sierra de los Molinos). Hay otra, aparentemente sin nombre, que lo tiene y así debe ser reconocido; es Subida a los Molinos (recuérdese el acuerdo tomado en 1955 y reseñado más arriba), que en empinadísima cuesta lleva desde C/ Carlos Sánder hasta la misma Sierra y campo de los Molinos.

De la época cervantina no se conocen de forma concreta nombres de molinos, aunque se sabe que su número era abundante. La mejor y más completa relación de ellos es la contenida en el Catastro de Ensenada, que data de 1752 e incluye 34 molinos harineros de viento (Ver mi libro Los molinos de viento del Campo de Criptana a mediados del siglo XVIII, Diputación Provincial de Ciudad Real, 2000). Las calles citadas responden a nombres integrantes de dicha relación.

Alambique, Buriilo, Pereo y Tahonillo (Tahona en el Catastro) estaban situados en la Sierra de los Molinos, al norte de la población. El Cervadal (en realidad, Cebadal) se levantaba en el Cerro Cebadal, que está junto al Camino de los Siete Molinos, que sale del pueblo en dirección oeste. Tardío y Escribanillo, muy cercanos entre sí, también se situaban al oeste de la población, cerca de ella hoy en día, unos metros al norte del Camino del Pico. El molino Condado se erigía en el Alto o Altillo del Palomar, paraje situado entre el Camino de los Siete Molinos y la actual carretera nacional 420. El Calvillo era uno de los siete molinos del paraje ya indicado, precisamente uno de los más alejados de la población, cerca del límite con el término municipal de Alcázar de San Juan. Por último, el Huerta Mañana estaba en la Ribera de los Tres Molinos, paraje situado junto al Camino del Pico, a algo menos de dos kilómetros de la villa. Todos estos molinos han desaparecido; a lo sumo, de alguno de ellos queda algún retazo de muro o el típico amontonamiento de derrubios.

Además de la localización El Catastro de Ensenada aporta sobre estos molinos algunos datos más, los que se indican a continuación:

El Alambique, explotado por su propietario, Alejandro Verdejo, distaba 600 pasos del pueblo, lindaba con la Sierra por los cuatro puntos cardinales y proporcionaba una renta anual de 24 fanegas de trigo.

Restos del molino Burillo

El Burillo, rodeado de tierra realenga, también estaba a distancia de 600 pasos del núcleo urbano. Era propiedad del cabildo de la iglesia de Santa María, de Alcázar de San Juan, que lo tenía arrendado a Alfonso Rodríguez Manzaneque. Se le calculaba una renta anual de 28 fanegas de trigo.

El Calvillo, situado a un cuarto de legua de la población, tenía calculada fiscalmente una renta de 26 fanegas de trigo. Su dueño, que lo explotaba directamente, era Isidro Ruedas, vecino de Alcázar de San Juan.

El Cebadal, a medio cuarto de legua de distancia,, lindaba por todas partes con tierras de D. Pablo de Quirós y pertenecía a la comunidad de Religiosas Franciscanas de la Concepción, radicada en Alcázar de San Juan, que lo tenía arrendado a Manuel Díaz Mínguez. Su renta anual teórica era de 36 fanegas de trigo.

El Condado, a 1.000 pasos de la villa, tenía por dueño a D. Francisco Antonio Baíllo Torres y Pacheco, conde de Cabezuelas y lindaba con tierras del mismo y de D. Gregorio Baíllo y con una senda empedrada que desde el Camino de Alcázar (de los Siete Molinos) conducía al propio molino. Su renta era de 28 fanegas de trigo al año. El propietario lo tenía dado en arrendamiento.

Vestigios del molino Cebadal
El Escribanillo, ubicado a un cuarto de legua de distancia (800 pasos según el Interrogatorio General del Catastro) junto a tierras de Sebastián Jurado y de Don Gregorio Ropero y Gallego, era del alcazareño José Buenasalva, que probablemente no lo explotaba directamente. Su renta calculada ascendía a 30 fanegas de trigo.

El Huerta Mañana, a distancia de un cuarto de legua, tenía como propietarios, por mitad, a los vecinos de Alcázar de San Juan Santiago Díaz Ropero y Gregorio Sánchez Palomino. Su renta era de 38 fanegas de trigo y probablemente estaba arrendado. Lindaba con tierra realenga y con otras tierras cuyos dueños eran D. Juan de Quintanilla y Cristóbal Martín de Ramos.

El Pereo, distante 500 pasos, era propiedad, en sus tres cuartas partes, de Juan Sánchez Ortega, y el resto pertenecía a Isabel Rodríguez Zoritano. El primero lo explotaba por sí mismo, en tanto que Isabel tenía arrendada su parte. Treinta fanegas de trigo era su renta. Lindaba con tierra de Juan Campos y con los molinos Poyatos, Paletas y Horno de Poya.

El Tahona, también conocido como Tahonilla en 1752, estaba situado junto al Camino del Cristo de Villajos y los molinos Alambique, Aburraco y Paletas. Pertenecía a Cristóbal Huertas, que lo tenía dado en arrendamiento. Su renta estaba calculada en 24 fanegas de trigo al año. Distaba del pueblo medio cuarto de legua, si bien el citado Interrogatorio General aseguraba que estaba a 800 pasos.

El Tardío, a 800 pasos, era explotado directamente por los dueños, Eugenio Huertas – propietario de 2/3 -  y Juan Antonio Huertas. Su renta era de 30 fanegas de trigo y lindaba con tierras del conde de Cabezuelas, Juan Ropero Gallego, Cristóbal Tineo y Martín Quirós Saavedra.             

               FRANCI
SCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS


sábado, 25 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXXI)

CLAVILEÑO

La aventura de Clavileño tiene lugar en tierras de Aragón durante la estancia de Don Quijote y Sancho con los Duques, con los que se encuentran cuando éstos estaban de caza en compañía de otras personas. Los duques, conocedores de la obra impresa sobre las andanzas del hidalgo y de su escudero, se mostraron dispuestos a seguirle la corriente y considerarlo caballero andante. Una de las burlas que sufrieron en las posesiones de los Duques fue la relacionada con la supuesta “Dueña Dolorida”. En el Capítulo XXXIX de la segunda parte se había hecho creer a Don Quijote que ella y otras dueñas habían sido castigadas en el reino imaginario de Candaya  por un encantador, - el gigante Malambruno -, a tener barba hasta que un caballero las liberase yendo sobre un caballo de madera realizado por el sabio Merlín.

Dolorida es la primera que se refiere a Clavileño al tiempo que lo describe: “ Malambruno me dijo que cuando la suerte me deparase al caballero nuestro libertador, que él le enviaria una cabalgadura harto mejor y con ménos malicias que las que son de retorno, porque ha de ser aquel mesmo caballo de madera sobre quien llevó el valeroso Pierres robada á la linda Magalona, el cual caballo se rige por una clavija que tiene en la frente, que le sirve de freno, y vuela por el aire con tanta ligereza que parece que los mesmos diablos le llevan. Este tal caballo, según es tradición antigua, fué compuesto por aquel sabio Merlín. Prestósele á Pierres, que era su amigo, con el cual hizo grandes viajes, y robó, como se ha dicho, á la linda Magalona, llevándola á las ancas por el aire, dejando embobados á cuantos desde la tierra los miraban, y no le prestaba sino á quien él queria, ó mejor se lo pagaba; y desde el gran Pierres hasta ahora no sabemos que haya subido alguno en él. De allí le ha sacado Malambruno con sus artes, y le tiene en su poder, y se sirve dél en sus viajes, que los hace por momentos por diversas partes del mundo, y hoy está aquí y mañana en Francia, y otro día en Potosí: y es lo bueno, que el tal caballo ni come ni duerme, ni gasta herraduras, y lleva un portante por los aires, sin tener alas, que el que lleva encima puede llevar una taza llena de agua en la mano sin que se le derrame gota, según camina llano y reposado “  (Capítulo XL, 2ª parte).    


Calle Clavileño
La aventura de Clavileño fue bastante “sonada”: 
“ entraron por el jardín cuatro salvajes, vestidos todos de verde hiedra, que sobre sus hombros traian un gran caballo de madera. Pusiéronle de piés en el suelo, y uno de los salvajes dijo: Suba sobre esta máquina el caballero que tuviere ánimo para ello (...) y ocupe las ancas el escudero, si es que lo tiene,  ( ... ) y no hay más que torcer esta clavija que sobre el cuello trae puesta, que él los llevará por los aires “; para dar cabida a la broma, el salvaje añadió: “ porque la alteza y sublimidad del camino no les cause vaguidos, se han de cubrir los ojos hasta que el caballo relinche, que será señal de haber dado fin á su viaje “ .

Después de no pocas consideraciones Don Quijote  “ subió sobre Clavileño, y le tentó la clavija, que fácilmente se rodeaba; y como no tenia estribos, y le colgaban las piernas, no parecia sino figura de tapiz flamenco pintada ó tejida en algun romano triunfo. De mal talante y poco á poco llegó á subir Sancho, y acomodándose lo mejor que pudo en las ancas, las halló algo duras y no nada blandas, y pidió al Duque que si fuese posible le acomodasen de algun cojin ó de alguna almohada, aunque fuese del estrado de su señora la Duquesa, ó del lecho de algun paje, porque las ancas de aquel caballo más parecian de mármol que de leño “.



Como llevaban vendados los ojos aceptaron el engaño a pesar de sus dudas. Para que creyeran que iban por los aires, con unos fuelles de gran tamaño les hacían aire: “ Sin duda alguna, Sancho, que ya debemos de llegar á la segunda region del aire, adonde se engendra el granizo y las nieves: los truenos, los relámpagos y los rayos se engendran en la tercera region; y si es que desta manera vamos subiendo, presto daremos en la region del fuego, y no sé yo cómo templar esta clavija para que no subamos donde nos abrasemos. En esto, con unas estopas ligeras de encenderse y apagarse desde léjos, pendientes de una caña, les calentaban los rostros “.

Calle Clavileño
Tanto los calentaban, que Sancho decía: “ Que me maten si no estamos ya en el lugar del fuego ó bien cerca, porque una gran parte de mi barba se me ha chamuscado, y estoy, señor, por descubrirme y ver en qué parte estamos “. Los duques y sus acompañantes        “ queriendo dar remate á la extraña y bien fabricada aventura, por la cola de Clavileño le pegaron fuego con unas estopas, y al punto, por estar el caballo lleno de cohetes tronadores, voló por los aires con extraño ruido, y dió con Don Quijote y con Sancho Panza en el suelo, medio chamuscados “  (Capítulo XLI, 2ª parte).

El engaño y la burla se habían consumado y Don Quijote quedó satisfecho – así estaba convencido – de haber podido deshacer el entuerto o desgracia que supuestamente había acontecido a la inventada Dueña Dolorida y a sus compañeras.  


                                          FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

jueves, 23 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXX)

ÍNSULA BARATARIA


Según el diccionario de la Real Academia Española una ínsula es “cualquier lugar pequeño o gobierno de poca entidad”. En la obra cervantina la ínsula  era una división administrativa imaginaria que, según Don Quijote, teniéndola como real, sería donada por él a Sancho Panza para que la  gobernase en compensación por la ayuda que como escudero le prestaba.

Estando en el castillo de los duques en tierras de Aragón, Sancho se refiere a esa compensación a la que aspira: “ Yo me he arrimado á buen señor, y ha muchos meses que ando en su compañía, y he de ser otro como él, Dios queriendo: y viva él y viva yo, que ni á él le faltarán imperios que mandar, ni á mi ínsulas que gobernar “ . El Duque se la ofrece entonces, con el beneplácito del hidalgo manchego: “ Nó por cierto, Sancho amigo, dijo á esta sazon el Duque, que yo, en nombre del señor Don Quijote, os mando el gobierno de una que tengo de nones de no pequeña calidad. Híncate de rodillas, Sancho, dijo Don Quijote, y besa los piés á su excelencia, por la merced que te ha hecho “  (Capítulo XXXII, 2ª parte).

En la carta – fechada a 20 de julio de 1614 - que Sancho dirige a su esposa, Teresa Panza, y que da a leer a la Duquesa, ya se considera propietario del cargo y firma “ Tu marido el gobernador SANCHO PANZA “ . Espera enriquecerse en el ejercicio del cargo, según dice en la carta a su esposa: “ De aquí á pocos dias me partiré al gobierno, adonde voy con grandísimo deseo de hacer dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mesmo deseo: tomaréle el pulso, y avisaréte si has de venir á estar conmigo ó nó “  (Capítulo  XXXVI, 2ª parte).

Al día siguiente al de la aventura con Clavileño, el caballo de madera, siguiendo con la burla, “ dijo el Duque á Sancho que se adeliñase y compusiese para ir á ser gobernador, que ya sus insulanos le estaban esperando como el agua de mayo (...) y advertid que mañana en ese mesmo dia habeis de ir al gobierno de la ínsula, y esta tarde os acomodarán del traje conveniente que habeis de llevar, y de todas las cosas necesarias á vuestra partida. Vístanme, dijo Sancho, como quisieren, que de cualquier manera que vaya vestido seré Sancho Panza. Así es verdad, dijo el Duque; pero los trajes se han de acomodar con el oficio ó dignidad que se profesa; que no seria bien que un jurisperito se vistiese como soldado, ni un soldado como un sacerdote. Vos, Sancho, ireis vestido parte de letrado y parte de capitan, porque en la ínsula que yo os doy, tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas. Letras, respondió Sancho, pocas tengo, porque aún no sé el A. B. C., pero bástame tener el  Christus en la memoria para ser buen gobernador. De las armas manejaré las que me dieren hasta caer, y Dios delante “  (Capítulo XLII, 2ª parte).

Sancho llega a la Ínsula Barataria
En ese mismo capítulo Don Quijote se lleva a su aposento  a Sancho Panza para darle consejos relativos a lo que debía hacer una vez que fuese gobernador de la ínsula. Primero lo alecciona desde el punto de vista espiritual, y acaba concluyendo: “ Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus dias, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible; casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos “. En el capítulo siguiente Don Quijote le administra los consejos relativos al cuerpo.

Sancho partió hacia la ínsula  - en realidad, un lugar que era propiedad de los Duques – “ acompañado de mucha gente, vestido á lo letrado, y encima un gaban muy ancho de camelote de aguas leonado, con una montera de lo mesmo, sobre un macho á la jineta, y detrás dél, por órden del Duque, iba el rucio con jaeces y ornamentos jumentiles de seda y flamantes. Volvia Sancho la cabeza de cuando en cuando á mirar á su asno, con cuya compañía iba tan contento, que no se trocara con el emperador de Alemaña “ . Cervantes anticipa lo que será la estancia en la ínsula: “ Deja, lector amable, ir en paz y en hora buena al buen Sancho, y espera dos fanegas de risa que te ha de causar el saber cómo se portó en su cargo “  (Capítulo XLIV, 2ª parte).

Así describe Cervantes la imaginada ínsula y narra la toma de posesión por parte de Sancho: “ llegó Sancho á un lugar de hasta mil vecinos, que era de los mejores que el Duque tenia. Diéronle á entender que se llamaba la ínsula Barataria, ó ya porque el lugar se llamaba Baratario, ó ya por el barato con que se le habia dado el gobierno. Al llegar á las puertas de la villa, que era cercada, salió el regimiento del pueblo á recebirle, tocaron las campanas, y todos los vecinos dieron muestras de general alegría, y con mucha pompa le llevaron á la iglesia mayor á dar gracias á Dios; y luego con algunas ridículas ceremonias le entregaron las llaves del pueblo, y le admitieron por perpetuo gobernador de la ínsula Barataria. El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenia admirada á toda la gente que el busilis del cuento no sabia, y áun á todos los que lo sabian, que eran muchos. Finalmente, en sacándole de la iglesia le llevaron á la silla del juzgado, y le sentaron en ella, y el mayordomo del Duque le dijo: Es costumbre antigua en esta ínsula, señor gobernador, que el que viene á tomar posesion desta famosa ínsula está obligado á responder á una pregunta que se le hiciere, que sea algo intrincada y dificultosa, de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de su nuevo gobernador; y así, ó se alegra ó se entristece con su venida. En tanto que el mayordomo decia esto á Sancho, estaba él mirando unas grandes y muchas letras que en la pared frontera de su silla estaban escritas; y como él no sabia leer, preguntó que qué eran aquellas pinturas que en aquella pared estaban. Fuéle respondido: Señor, allí está escrito y notado el dia en que V. S. tomó posesion desta ínsula; y dice el epitafio: Hoy dia á tantos de tal mes y de tal año tomó la posesion desta ínsula el señor Don Sancho Panza, que muchos años la goce “  (Capítulo XLV, 2ª parte).

Más adelante siguen las burlas a Sancho. En el Capítulo XLIX sale de ronda por la noche y se le presentan varios casos para aplicar justicia. El cargo de gobernador de la ínsula no durará más de dos días después de esos sucesos, pero fue tiempo suficiente para que en intervenciones de muy diversa índole adoptara resoluciones más que aceptables: “ En resolución, él ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran: las constituciones del gran gobernador Sancho Panza  (Capítulo LI, 2ª parte).

En la carta que Teresa Panza, su mujer, envía a la Duquesa le da a conocer cómo se ha recibido en el pueblo la noticia del gobierno de su marido: “ De que vuestra señoría haya hecho gobernador á Sancho mi consorte, ha recibido mucho gusto todo este lugar, puesto que no hay quien lo crea, principalmente el cura y maese Nicolás, el barbero, y Sansón Carrasco, el bachiller; pero á mí no se me da nada, que como ello sea así, como lo es, diga cada uno lo que quisiere; (...) porque en este pueblo todos tienen á mi marido por un porro, y que sacado de gobernar un hato de cabras, no pueden imaginar para qué gobierno pueda ser bueno “ . En la carta que escribe a su marido, Teresa Panza insiste en esta apreciación de sus paisanos: “ El cura, el barbero, el bachiller y áun el sacristán no pueden creer que eres gobernador, y dicen que todo es embeleco, ó cosas de encantamento, como son todas las de Don Quijote tu amo “  ; pero a la familia el cargo le ha caído de perlas: “ Tu carta recibí, Sancho mio de mi alma, y yo te prometo y juro como católica cristiana, que no faltaron dos dedos para volverme loca de contento. Mira, hermano, cuando yo llegué á oir que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo, que ya sabes tú que dicen, que así mata la alegría súbita como el dolor grande. Á Sanchica tu hija se le fuéron las aguas sin sentirlo, de puro contento “ ( Capítulo LII, 2ª parte ).

Cuando llevaba diez días como gobernador, Sancho puso fin al ejercicio del cargo porque la situación no era para menos: “ estando la séptima noche de los dias de su gobierno en su cama, nó harto de pan ni de vino, sino de juzgar y dar pareceres, y de hacer estatutos y pragmáticas, cuando el sueño, á despecho y pesar de la hambre, le comenzaba á cerrar los párpados, oyó tan gran ruido de campanas y de voces, que no parecia sino que toda la ínsula se hundia “. Le hicieron creer que muchos enemigos habían penetrado en la ínsula y que había que hacerles frente, por lo que necesitaba armarse: “ al momento le trujeron dos paveses, que venian proveidos dellos, y le pusieron encima de la camisa, sin dejarle tomar otro vestido, un paves delante y otro detras, y por unas concavidades que traian hechas le sacaron los brazos y le liaron muy bien con unos cordeles, de modo que quedó emparedado y entablado, derecho como un huso, sin poder doblar las rodillas ni menearse un solo paso. Pusiéronle en las manos una lanza, á la cual se arrimó para poder tenerse en pié “  . Le dijeron que se pusiera en movimiento, pero no podía moverse y, como es lógico, cayó al suelo: “ Quedó como galápago encerrado y cubierto con sus conchas, ó como medio tocino metido entre dos artesas, ó bien así como barca que da al traves en la arena: y nó por verle caido aquella gente burladora le tuvieron compasion alguna, ántes, apagando las antorchas, tornaron á reforzar las voces, y á reiterar el arma con tan gran priesa, pasando por encima del pobre Sancho, dándole infinitas cuchilladas sobre los paveses, que si él no se recogiera y encogiera, metiendo la cabeza entre los paveses, lo pasara muy mal el pobre gobernador; el cual, en aquella estrecheza recogido, sudaba y trasudaba, y de todo corazon se encomendaba á Dios que de aquel peligro le sacase. Unos tropezaban en él, otros caian, y tal hubo que se puso encima un buen espacio “  .   

Llegó a desmayarse. Más tarde, una vez vestido como ordinariamente iba, fue a buscar su rucio y se marchó tras decir a los que estaban presentes: “ Abrid camino, señores mios, y dejadme volver á mi antigua libertad: dejadme que vaya á buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieran acometerlas. Mejor se me entiende á mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes, ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir, que bien se está cada uno usando el oficio para que fué nacido. Mejor me está á mí una hoz en la mano, que un cetro de gobernador: más quiero hartarme de gazpachos, que estar sujeto á la miseria de un médico impertinente, que me mate de hambre; y más quiero recostarme á la sombra de una encina en el verano, y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda, y vestirme de martas cebollinas. Vuesas mercedes se queden con Dios, y digan al Duque, mi señor, que desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano: quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno, y sin ella salgo, bien al reves de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas: y apártense, déjenme ir “


Calle Ínsula Barataria

 Así acabó Sancho su corto periodo de “gobernación”; “ y le dejaron ir, ofreciéndole primero compañía, y todo aquello que quisiese para el regalo de su persona y para la comodidad de su viaje. Sancho dijo que no queria más de un poco de cebada para el rucio, y medio queso y medio pan para él, que pues el camino era tan corto, no habia menester mayor ni mejor repostería. Abrazáronle todos, y él llorando abrazó á todos, y los dejó admirados, así de sus razones como de su determinación tan resoluta y tan discreta “  (Capítulo LIII, 2ª parte).


Al ir en busca de Don Quijote tras abandonar la ínsula, Sancho se encuentra con un antiguo vecino suyo, el morisco Ricote, al que confiesa que ha dejado el gobierno de la ínsula “ por parecerme oficio peligroso el de los gobernadores “ , y al decirle Ricote qué era lo que había ganado en ello Sancho le contesta: “ ... el haber conocido que no soy bueno para gobernar sino es un hato de ganado, y que las riquezas que se ganan en los tales gobiernos son á costa de perder el descanso y el sueño, y áun el sustento, porque en las ínsulas deben de comer poco los gobernadores, especialmente si tienen médicos que miren por su salud “  (Capítulo LIV, 2ª parte).


                                  FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXIX)

SABIO MERLÍN


El sabio Merlín
Es un personaje de ficción de las leyendas célticas y del ciclo del rey Arturo que en las tradiciones antiguas parece haber sido un guerrero y un bardo (poeta) auxiliar de dicho rey en sus luchas contra los sajones. Desde fines del siglo XII su figura literaria como profeta y mago se difundió por Europa. Pese a lo que se dice en El Quijote no era francés, sino de la imaginaria Gaula.

Aparece por primera vez cuando al bajar Don Quijote, según cuenta él mismo después, a la cueva de Montesinos se había encontrado con éste, alcaide o guarda de la misma. En la cueva estaba el sepulcro y el cadáver del caballero Durandarte, al cual, así como a Montesinos, tenía allí encantados Merlín: “ Este es mi amigo Durandarte, flor y espejo de los caballeros enamorados y valientes de su tiempo; tiénele aquí encantado, como me tiene á mí y á otros muchos y muchas, Merlín, aquel frances encantador, que dicen que fué hijo del diablo; y lo que yo creo es que no fué hijo del diablo, sino que supo, como dicen, un punto más que el diablo. El cómo ó para qué nos encantó, nadie lo sabe, y ello dirá andando los tiempos, que no están muy lejos, según imagino “.

Don Quijote, Durandarte y Montesinos
(G. Doré)
Entre otros y otras, según cuenta Montesinos, están encantados allí por obra de Merlín, Guadiana, escudero de Durandarte, y la dueña Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas desde hacía más de quinientos años. Ninguno de los encantados había muerto; sólo faltaban “ Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasion que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que agora en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha las llaman las lagunas de Ruidera; las siete son de los reyes de España, y las dos sobrinas de los caballeros de una órden santísima que llaman de San Juan. Guadiana (...) fué convertido en un rio llamado de su mesmo nombre, el cual, cuando llegó á la superficie de la tierra y vió el sol del otro cielo, fué tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba [se dirigía a Durandarte, que, a pesar de estar muerto, de vez en cuando se incorporaba en el sepulcro, en cuyo exterior estaba siempre, y entraba en conversación con el anciano Montesinos], que se sumergió en las entrañas de la tierra; pero como no es posible dejar de acudir á su natural corriente, de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las gentes lo vean. Vanle administrando de sus aguas las referidas lagunas, con las cuales, y con otras muchas que se llegan, entra pomposo y grande en Portugal. Pero con todo esto, por donde quiera que va muestra su tristeza y melancolía, y no se precia de criar en sus aguas peces regalados y de estima, sino burdos y desabridos, bien diferentes de los del Tajo dorado “.

Calle Sabio Merlín
Dirigiéndose a Durandarte, Montesinos también añadió algo que ponía en relación a Merlín y a Don Quijote: “ Sabed que teneis aquí en vuestra presencia (y abrid los ojos y vereislo) aquel gran caballero de quien tantas cosas tiene profetizadas el sabio Merlín, aquel Don Quijote de la Mancha digo, que de nuevo y con mayores ventajas que en los pasados siglos ha resucitado en los presentes la ya olvidada andante caballería, por cuyo medio y favor podria ser que nosotros fuésemos desencantados, que las grandes hazañas para los grandes hombres están guardadas “  (Capítulo XXIII, 2ª parte).

Calle Sabio Merlín
En el Capítulo XXXV de la segunda parte aparece Merlín, en realidad el mayordomo del duque, en cuyo castillo se les prepara muchas burlas a Don Quijote y a Sancho. Una de ellas es ésta, que exige ese disfraz para convencer a Sancho Panza y a su amo de que se podría desencantar a Dulcinea si Sancho se propinaba 3.300 azotes en sus posaderas.

El sabio Merlín pasa por ser, en una de esas burlas urdidas en el castillo de los Duques, el que fabrica a Clavileño, el caballo de madera, al que se refiere la “Dueña Dolorida”: “ Este tal caballo, segun es tradicion antigua, fue compuesto por aquel sabio Merlín. Prestósele á Pierres, que era su amigo, con el cual hizo grandes viajes “  (Capítulo XL, 2ª parte).








                                           FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

miércoles, 22 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXVIII)

BACHILLER SANSÓN CARRASCO


Es mencionado por primera vez por Sancho en el Capítulo II de la segunda parte como “ el hijo de Bartolomé Carrasco, que viene de estudiar de Salamanca, hecho bachiller “ . Hablando con su amo, Sancho le indica:    “ yéndole yo á dar la bienvenida, me dijo que andaba ya en libros la historia de vuesa merced, con nombre de EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA: y dice que me mientan á mí en ella con mi mesmo nombre de Sancho Panza, y á la señora Dulcinea del Toboso, con otras cosas que pasamos nosotros á solas, que me hice cruces, de espantado, cómo las pudo saber el historiador que las escribió “ .

Encuentro con el bachiller
 La autoría de la obra es el punto de partida de un entretenido pasaje y origina el encuentro con el bachiller: “ Yo te aseguro, Sancho, dijo Don Quijote, que debe de ser algun sabio encantador el autor de nuestra historia, que á los tales no se les encubre nada de lo que quieren escribir. ¡ Y cómo, dijo Sancho, si era sabio y encantador !  Pues, según dice el bachiller Sansón Carrasco ( que así se llama el que dicho tengo ), el autor de la historia se llama Cide Hamete Berenjena. Ese nombre es de moro, respondió Don Quijote. Así será, respondió Sancho, porque por la mayor parte he oido decir que los moros son amigos de berenjenas. Tú debes, Sancho, dijo Don Quijote, errarte en el sobrenombre de ese Cide, que en arábigo quiere decir señor. Bien podria ser, replicó Sancho, mas si vuesa merced gusta que yo le haga venir aquí al bachiller, iré por él en volandas. Harásme mucho placer, amigo, dijo Don Quijote; que me tiene suspenso lo que me has dicho, y no comeré bocado que bien me sepa hasta ser informado de todo. Pues yo voy por él, respondió Sancho; y dejando á su señor, se fué á buscar al bachiller, con el cual volvió de allí á poco espacio, y entre los tres pasaron un graciosísimo coloquio “  (Capítulo II, 2ª parte). En efecto, el bachiller acude a casa de Don Quijote y le cuenta, en presencia de Sancho, cómo tiene impresas sus aventuras en un libro del que se han publicado más de doce mil ejemplares. En otro momento de la obra ( Capítulo XXIX, 2ª parte ) Sancho cita a Tomé Carrasco, padre de Sansón, como persona  para quien él había trabajado por dos ducados al mes más la comida.

Así lo describe Cervantes: “ Era el bachiller, aunque se llamaba Sansón, no muy grande de cuerpo, aunque muy gran socarron; de color macilenta, pero de muy buen entendimiento: tendría hasta veinte y cuatro años, carirredondo, de nariz chata y de boca grande; señales todas de ser de condicion maliciosa, y amigo de donaires y de burlas “  (Capítulo III, 2ª parte). Y según él mismo dice a Don Quijote, vestía el hábito de San Pedro, pese a tener recibidas sólo las cuatro primeras órdenes. El ama de Don Quijote considera al bachiller “ bien hablado y amigo fresco de su señor “  . Y Cervantes, reiterativo, asegura que era “ socarron famoso “     (Capítulo VII, 2ª parte). 

El bachiller, cuando habla acerca de si en la obra escrita sobre Don Quijote se contiene todo lo ocurrido a éste o falta algo, es quien compara las tareas del poeta y del historiador: “ uno es escribir como poeta, y otro como historiador: el poeta puede contar ó cantar las cosas, nó como fueron, sino como debian ser, y el historiador las ha de escribir, nó como debian ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar á la verdad cosa alguna “  (Capítulo III, 2ª parte) .

En el transcurso de la conversación Don Quijote manifiesta a Sansón su deseo de , pasados tres o cuatro días, hacer otra salida, y le pide consejo sobre por dónde debería iniciar su marcha. El bachiller le dice que debe ir a tierras aragonesas:   “ era su parecer que fuese al reino de Aragon, y á la ciudad de Zaragoza, adonde de allí á pocos dias se habian de hacer unas solemnísimas justas por la fiesta de san Jorge, en las cuales podria ganar fama sobre todos los caballeros aragoneses, que seria ganarla sobre todos los del mundo. Alabóle ser honradísima y valentísima su determinación, y advirtióle que anduviese más atentado en acometer los peligros, á causa que su vida no era suya, sino de todos aquellos que le habian de menester para que los amparase y socorriese en sus desventuras “  . El bachiller le promete guardar secreto de su propósito de efectuar una nueva salida y hacer unos versos dedicados a Dulcinea por encargo del propio Don Quijote, que quería que “ en el principio de cada verso habia de poner una letra de su nombre, de manera que al fin de los versos, juntando las primeras letras, se leyese DULCINEA DEL TOBOSO “  (Capítulo IV, 2ª parte).   

Sansón Carrasco mostraba su interés en que se produjera la tercera salida de Don Quijote, influido por el consejo del cura y del barbero, con el objeto de acabar con las locuras de don Quijote: “ yo encargaria mucho mi conciencia, si no intimase y persuadiese á este caballero que no tenga más tiempo encogida y detenida la fuerza de su valeroso brazo y la bondad de su ánimo valentísimo, porque defrauda con su tardanza el derecho de los tuertos, el amparo de los huérfanos, la honra de las doncellas, el favor de las viudas y el arrimo de las casadas, y otras cosas deste jaez, que tocan, atañen, dependen y son anejas á la órden de la caballería andante. Ea, señor don Quijote mio, hermoso y bravo, ántes hoy que mañana se ponga vuesa merced y su grandeza en camino; y si alguna cosa faltare para ponerle en ejecucion, aquí estoy yo para suplirla con mi persona y hacienda; y si fuere necesidad servir á su magnificencia de escudero, lo tendré á felicísima 
ventura “  .

Sancho había mostrado su deseo de cobrar salario en el futuro, lo que explica lo que dice el hidalgo, que al fin no quiere que lo acompañe el bachiller: “ ¿ No te dije yo, Sancho, que me habian de sobrar escuderos ?  Mira quien se ofrece á serlo, sino el inaudito bachiller Sansón Carrasco, perpétuo trastulo y regocijador de los patios de las escuelas salmanticenses, sano de su persona, ágil de sus miembros, callado, sufridor así del calor como del frio, así de la hambre como de la sed, con todas aquellas partes que se requieren para ser escudero de un caballero andante; pero no permita el cielo que por seguir mi gusto desjarrete y quiebre la coluna de las letras y el vaso de las ciencias, y tronque la palma eminente de las buenas y liberales artes: quédese el nuevo Sansón en su patria, y honrándola honre juntamente las canas de sus ancianos padres “     (Capítulo VII, 2ª parte). Sansón, no obstante, acompañó a Don Quijote y a Sancho a lo largo de media legua en el comienzo de la tercera salida.


Sansón Carrasco tiene otras apariciones en la obra, bien que con otros nombres. Uno es el de el caballero del Bosque. Don Quijote se encuentra con él en el Capítulo XII de la segunda parte. Era de noche y le hace creer a nuestro hidalgo que, como él, era un caballero andante, con escudero y enamorado; su amada era Casildea de Vandalia. También había prometido recompensas a su escudero.

Cervantes lo llama también caballero de la Selva y, por su forma de vestir, caballero de los Espejos. Le cuenta a Don Quijote, lógicamente sin saber que era su interlocutor, que lo había vencido. Don Quijote está a punto de decirle que mentía, pero no lo hace en principio y le comenta que tal vez un encantador había tomado la figura del manchego para dejarse vencer y así restarle fama. Cuando acaba por revelarle su identidad, deciden enfrentarse con las armas; el vencido quedaría a disposición del vencedor. Ya de día, se disponen a enfrentarse. El rival de Don Quijote “ era hombre membrudo, y no muy alto de cuerpo. Sobre las armas traia una sobrevesta ó casaca de una tela al parecer de oro finísimo, sembradas por ella muchas lunas pequeñas de resplandecientes espejos, que le hacian en grandísima manera galan y vistoso: volábanle sobre la celada grande cantidad de plumas verdes, amarillas y blancas; la lanza que tenia arrimada á un árbol era grandísima y gruesa, y de un hierro acerado de más de un     palmo “  .  Don Quijote lo derriba y ve que se trataba de Sansón Carrasco. Y a renglón seguido se descubre quién era el escudero, que, para disimular su rostro había ido provisto de unas feas y grandes narices postizas; era Tomé Cecial, vecino de Sancho Panza.   El vencido se ve obligado a reconocer los deseos expresados por Don Quijote:        “ Confieso, dijo el caido caballero, que vale más el zapato descosido y sucio de la señora Dulcinea del Toboso, que las barbas mal peinadas, aunque limpias, de Casildea; y prometo de ir y volver de su presencia á la vuestra, y daros entera y particular cuenta de lo que me pedis “  . Pero Don Quijote insiste: “ Tambien habeis de confesar y creer (...) que aquel caballero que vencistes no fué ni pudo ser Don Quijote de la Mancha, sino otro que se le parecia, como yo confieso y creo, que vos, aunque pareceis el bachiller Sansón Carrasco, no lo sois, sino otro que le parece, y que en su figura aquí me le han puesto mis enemigos, para que detenga y temple el ímpetu de mi cólera, y para que use blandamente de la gloria del vencimiento “  (Capítulo XIV, 2ª parte). Todo lo confesó el vencido, y hasta Sancho quedó convencido de que lo dicho por Don Quijote era verdad.

Que Sansón Carrasco se hubiese hecho pasar por caballero había sido para tratar de acabar con las locuras de Don Quijote, pero le salió mal: “ cuando el bachiller Sansón Carrasco aconsejó á Don Quijote que volviese á proseguir sus dejadas caballerías, fué por haber entrado primero en bureo con el cura y el barbero sobre qué medio se podria tomar para reducir á Don Quijote á que se estuviese en su casa quieto y sosegado,  sin que le alborotasen sus mal buscadas aventuras; de cuyo consejo salió por voto comun de todos y parecer particular de Carrasco, que dejasen salir á Don Quijote, pues el detenerle parecia imposible, y que Sanson le saliese al camino como caballero andante, y trabase batalla con él, pues no faltaria sobre qué, y le venciese, teniéndolo por cosa fácil, y que fuese pacto y concierto que el vencido quedase á merced del vencedor; y así, vencido Don Quijote, le habia de mandar el bachiller caballero se volviese á su pueblo y casa, y no saliese della en dos años, ó hasta tanto que por él le fuese mandado otra cosa; lo cual era claro que Don Quijote vencido cumpliria indubitablemente, por no contravenir  y faltar á las leyes de la caballería, y podria ser que en el tiempo de su reclusión se le olvidasen sus vanidades, ó se diese lugar de buscar á su locura algun conveniente remedio “  . El caso es que fracasó en su propósito y buscó la revancha; el bachiller y el supuesto escudero “  llegaron á un pueblo, donde fué ventura hallar un algebrista, con quien se curó el Sansón desgraciado. Tomé Cecial se volvió y le dejó, y él quedó imaginando su venganza “  ( Capítulo XV, 2ª parte ).

Otro nombre con el que aparece el bachiller es con el de caballero de la Blanca Luna. Había salido Don Quijote a pasear por la playa de Barcelona “ armado de todas sus armas, porque, como muchas veces decia, ellas eran sus arreos, y su descanso el pelear, y no se hallaba sin ellas un punto “  . Es entonces cuando se encuentra con este caballero, “ armado asimismo de punta en blanco, que en el escudo traia pintada una luna resplandeciente, el cual, llegándose á trecho que podia ser oido, en altas voces, encaminando sus razones á Don Quijote, dijo: Insigne caballero, y jamas como se debe alabado, Don Quijote de la Mancha, yo soy  el caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traido á la memoria: vengo á contender contigo, y á probar la fuerza de tus brazos, en razon de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso; la cual verdad, si tú la confiesas de llano en llano, excusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela: y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que , dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires á tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y á la salvación de tu alma: y si tú me vencieres, quedará á tu discreción mi cabeza, y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará a la tuya la fama de mis hazañas “  .

Don Quijote acepta la pelea - no sin decirle antes al de la Blanca Luna que está en un error acerca de la belleza de Dulcinea – y es derrotado: “ Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo: Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra; y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad: aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra. Eso no haré yo por cierto, dijo el de la Blanca Luna: viva, viva en su entereza la fama de la hermosura de la señora Dulcinea del Toboso, que sólo me contento con que el gran Don Quijote se retire á su lugar un año, ó hasta el tiempo que por mí le fuere mandado, como concertamos ántes de entrar en esta batalla “  (Capítulo LXIV, 2ª parte).

Don Quijote derrotado
Posteriormente el bachiller revela su identidad a Don Antonio Moreno, el rico caballero en cuya casa estaba hospedado Don Quijote en Barcelona y que había seguido a Sansón hasta un mesón de aquella ciudad: “ Sabed, señor, que á mí me llaman el bachiller Sanson Carrasco. Soy del mesmo lugar que Don Quijote de la Mancha, cuya locura y sandez mueve á que le tengamos lástima todos cuantos le conocemos,, y entre los que más se la han tenido he sido yo; y creyendo que está su salud en su reposo, y en que se esté en su tierra y en su casa, dí traza para hacerle estar en ella, y así habrá tres meses que le salí al camino como caballero andante, llamándome el caballero de los Espejos, con intención de pelear con él y vencerle, sin hacerle daño, poniendo por condicion de nuestra pelea que el vencido quedase á discreción del vencedor: y lo que yo pensaba pedirle, porque ya le juzgaba por vencido, era que se volviese á su lugar, y que no saliese dél en todo un año, en el cual tiempo podria ser curado; pero la suerte lo ordenó de otra manera, porque él me venció á mí, y me derribó del caballo, y así no tuvo efecto mi pensamiento: él prosiguió su camino, y yo me volví vencido, corrido y molido de la caida, que fué además peligrosa; pero nó por esto se me quitó el deseo de volver á buscarle y á vencerle, como hoy se ha visto. Y como él es tan puntual en guardar las órdenes de la andante caballería, sin duda alguna guardará la que le he dado, en cumplimiento de su palabra “ . Sanson le pide a Don Antonio que no lo descubra, para que asi pueda volver en su juicio Don Quijote. Después el bachiller salió de Barcelona y regresó a su aldea: “ hecho liar sus armas sobre un macho, luego al mismo punto, sobre el caballo con que entró en la batalla, se salió de la ciudad aquel mismo dia, y se volvió á su patria “  (Capítulo LXV, 2ª parte).

Más adelante, en el Capítulo LXX, se dan más detalles de las circunstancias que concurrieron en el hecho de que el bachiller se hubiera hecho pasar de nuevo por caballero andante: “ informándose del paje  [de los duques], que llevó la carta y presente á Teresa Panza, mujer de Sancho, adónde Don Quijote quedaba, buscó nuevas armas y caballo, y puso en el escudo la blanca luna, llevándolo todo sobre un macho, á quien guiaba un labrador, y nó Tomé Cecial, su antiguo escudero, porque no fuese conocido de Sancho ni de Don Quijote. Llegó, pues, al castillo del Duque, que le informó el camino y derrota que Don Quijote llevaba, con intento de hallarse en las justas de Zaragoza. Díjole asimismo las burlas que le habia hecho, con la traza del desencanto de Dulcinea, que habia de ser á costa de las posaderas de Sancho. En fin, dio cuenta de la burla que Sancho habia hecho á su amo, dándole á entender que Dulcinea estaba encantada y transformada en labradora, y como la Duquesa, su mujer, habia dado á entender á Sancho que él era el que se engañaba, porque verdaderamente estaba encantada Dulcinea; de que no poco se rió y admiró el bachiller, considerando la agudeza y simplicidad de Sancho, como del extremo de la locura de Don Quijote. Pidióle el Duque que si le hallase y le venciese ó nó, se volviese por allí á darle cuenta del suceso. Hízolo así el bachiller: partióse en su busca, no le halló en Zaragoza, pasó adelante, y sucedióle lo que queda referido. Volvióse por el castillo del Duque, y contóselo todo, con las condiciones de la batalla, y que ya Don Quijote volvia á cumplir, como buen caballero andante, la palabra de retirarse un año en su aldea; en el cual tiempo podia ser, dijo el bachiller, que sanase de su locura; que esta era la intención que le habia movido á hacer aquellas transformaciones, por ser cosa de lástima que un hidalgo tan bien entendido como Don Quijote fuese loco. Con esto se despidió del Duque, y se volvió á su lugar, esperando en él á Don Quijote, que tras él venia “  .

Calle Bachiller Sansón Carrasco
Cuando Don Quijote vuelve de manera definitiva a su aldea, él y Sancho encontraron al bachiller junto al cura rezando en un “pradecillo”. Tras contarles, ya en su casa, todo lo que le había sucedido en ese tiempo, les expone su deseo de llevar una vida pastoril; en la calenturienta mente de Don Quijote el bachiller habría de ser entonces el pastor Carrascón. Como el cura, quedó pasmado ante la locura del hidalgo y, como él, dijo acceder a ello para tratar de evitar una nueva salida y conseguir la curación de Don Quijote: “ y más, dijo Sansón Carrasco, que como ya todo el mundo sabe, yo soy celebérrimo poeta, y á cada paso compondré versos pastoriles ó cortesanos, ó como más me viniere á cuento, para que nos entretengamos por esos andurriales donde habemos de andar: y lo que más es menester, señores mios, , es que cada uno escoja el nombre de la pastora que piensa celebrar en sus versos, y que no dejemos árbol, por duro que sea, donde no la retule y grabe su nombre, como es uso y costumbre de los enamorados pastores “  . Y sobre pastoras añadió el bachiller: “ cuando faltaren, darémosles los nombres de las estampadas é impresas, de quien está lleno el mundo, Fílidas, Amarilis, Dianas, Fléridas, Galateas y Belisardas; que pues las venden en las plazas, bien las podemos comprar nosotros, y tenerlas por nuestras. Si mi dama, ó por mejor decir mi pastora, por ventura se llamare Ana, la celebraré debajo del nombre de Anarda, y si Francisca la llamaré yo Francenia, y si Lucía Lucinda, que todo se sale allá; y Sancho Panza, si es que ha de entrar  en esta cofradía,  podrá  celebrar á  su  mujer Teresa  Panza  con  nombre de Teresaina “  (Capítulo LXXIII, 2ª parte). Luego se despidió de Don Quijote y le aconsejó que tuviese cuidado de su salud.

Buen amigo de Don Quijote, el bachiller lo visitaba con frecuencia cuando estuvo enfermo antes de morir. Como todos los amigos del hidalgo, trataba de alegrarle y le decía “ que se animase y levantase para comenzar su pastoral ejercicio, para el cual tenia ya compuesta una écloga, que mal año para cuantas Sanazaro habia compuesto; y que ya tenia comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar el ganado, el uno llamado Barcino, y el otro Butrón, que se los habia vendido un ganadero del Quintanar “ . Él y los demás llamaron al médico, y cuando Don Quijote murió estaba presente en la casa de éste. Antes de producirse el óbito, tras decir Don Quijiote que ya no quiere saber nada de aventuras de caballería, vuelve a intervenir el bachiller con el deseo de que se recupere: “ ¿ Ahora, señor Don Quijote, que tenemos nueva que está desencantada la señora Dulcinea, sale vuesa merced con eso ?  y  ¿ agora que estamos tan á pique de ser pastores, para pasar cantando la vida como unos príncipes, quiere vuesa merced hacerse ermitaño ?  Calle, por su vida, vuelva en sí, y déjese de cuentos “ .

El bachiller es el que fue en busca del escribano para que don Quijote hiciera testamento, lo llevó a la casa y volvió acompañado de Sancho Panza, al que había informado del estado del enfermo. Cuando en el testamento Don Quijote llega a las mandas y Sancho Panza le recomienda que no se deje morir por la melancolía, que el que es vencido un día puede otro ser vencedor, el bachiller apostilla: “ Así es  (...), y el buen Sancho Panza está muy en la verdad destos   casos “  . Posteriormente Sansón Carrasco fue nombrado por Don Quijote albacea suyo, igual que el cura, y compuso este epitafio para la sepultura de Don Quijote:


“ Yace aquí el hidalgo fuerte,
Que á tanto extremo llegó
De valiente, que se advierte
Que la muerte no triunfó
De su vida con su muerte.
Tuvo á todo el mundo en poco;
Fué el espantajo y el coco
Del mundo en tal coyuntura,
Que acreditó su ventura,
Morir cuerdo y vivir loco “


( Capítulo LXXIV, 2ª parte ).


FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS