sábado, 25 de marzo de 2017

LA COFRADÍA DE LA VERACRUZ DE CAMPO DE CRIPTANA (y VII)


El contenido de este capítulo, el último de la serie sobre esta Cofradía, se centra en los años treinta y parte de los cuarenta del siglo pasado.

En abril de 1931 se produjo en España un cambio político más que notable: de un Estado monárquico se pasó a la Segunda República, en la que todos los cargos políticos, incluido el del Jefe del Estado (Presidente de la República), eran elegidos por la ciudadanía. Pero el paso de un régimen a otro implicó más y profundos cambios, recogidos en la Constitución promulgada en diciembre de 1931.

Esa Constitución, por lo que más toca a lo que se viene tratando en esta serie, estableció, por un lado, una tajante separación Iglesia-Estado o, dicho de otra forma, una clara aconfesionalidad de éste; por otra parte, la libertad religiosa. Concretamente, en su artículo 27º se estipulaba, entre otros aspectos: “La libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto debido a las exigencias de la moral pública (…) Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno (…).

Conjugar esos dos principios no resultó fácil y a veces surgieron conflictos, caso de la celebración de procesiones. Basándose en el precepto constitucional, la normativa establecía que el Gobernador Civil de la provincia respectiva era quien debía autorizar la celebración de las procesiones callejeras basándose en el informe preceptivo del alcalde de la población ante posibles alteraciones del orden, etc., etc. En mi opinión, y con la mirada puesta en los mencionados conflictos, faltó sentido común en los gobernantes y en los gobernados, al tiempo que en unos y en otros se dio un exceso de apasionamiento.

De la presentación de las cuentas se deduce que en 1931 hubo las procesiones acostumbradas y los sermones habituales. También en 1932, pero no en 1933, si bien hubo 24 pesetas en ingresos por 12 papeletas de las andas. Supongo que hubo hermanos dispuestos a coger las andas si procesiones hubiera habido y las limosnas quedaron dadas. Lo que recogen también las cuentas es el gasto habido en solicitar al Gobernador la realización de las procesiones, 9 pesetas en total, abonadas a quienes hicieron la solicitud, Santos Ortiz y Bernardo Alberca. La solicitud fue denegada, se deduce.

En 1934 sí las hubo pues están contabilizadas las subastas, así como en 1935. En 1936 ya no consta eso, si bien sí figuran algunas limosnas por andas. No volvería a haber procesiones de Semana Santa en Campo de Criptana hasta 1940.

En los años treinta, mientras hubo – digamos - normalidad, ingresaban nuevos hermanos en esta Cofradía: 4 en la anualidad 1930-1931, 1 en la de 1932-1933, 7 en la de 1933-1934 y 1 en la de 1934-1935. Pasada la guerra, los nuevos hermanos se multiplicaron: 139 en 1940-1941.

Procesión de El Paso
en la calle Caídas (1922)
En el Archivo Histórico Municipal de Campo de Criptana se conservan, del periodo republicano, las solicitudes para efectuar las procesiones de las dos cofradías pasionarias que por entonces existían – de una parte, la de Jesús Nazareno y Soledad Angustiada, y de otra la de la Santa Vera Cruz, según las denominaciones de entonces -:
     El Jueves Santo era la “llamada de la Oración del Huerto”.
   El Viernes Santo, a las seis de la mañana, se iniciaba la procesión        


Banda de Música Filarmónica Beethoven,
vestida con túnica, en la calle Cervantes
durante la procesión de El Paso (1946)


denominada “de Jesús al Calvario”, llamada vulgarmente “del Paso”.
    Ese mismo día por la tarde tenía lugar la del Santo Entierro.
   Poco más tarde, de nueve a diez de la noche, salía a la calle la de El  Traslado.   
Procesión del Santo Entierro
Se conserva, referida a 1932, la solicitud para celebrar la procesión de Jesús Resucitado el domingo de Pascua. La imagen de Jesús salía de la ermita de la Veracruz y al mismo tiempo salía de la de la Madre de Dios la imagen de la Virgen. Ambas se encontraban en la iglesia parroquial, donde tenía lugar la función religiosa correspondiente, terminada la cual la Virgen era trasladada a su ermita por la calle Soledad.

También, en este caso para el año 1935, se conserva la solicitud que elevaba Juan José Parreño a la Corporación municipal para que la Compañía de Soldados Romanos asistiera a las procesiones de Semana Santa y para salir formados a las calles tocando tambores y cornetas cuando se trasladaran  a las ermitas y para en la noche del Jueves Santo acudir a hacer guardia en los monumentos de la iglesia parroquial, Convento y Asilo tocando también.

Para el periodo inmediatamente posterior a la guerra civil he contado con un libro de actas - veintiuna en total - que abarca desde el 12 de febrero de 1942 a 8 de enero de 1945, límite cronológico que, “grosso modo”, utilizo en esta charla.

A finales de 1943 ya figura como asistente a las reuniones en lugar del párroco el coadjutor Aurelio Pérez. Mientras tanto seguían las obras en la ermita y se seguía pidiendo donativos. Una vez renovada la Junta Directiva en febrero de 1944, se subió la cuota anual satisfecha por los cofrades  - unos 200 por entonces - de 1 a 2 pesetas.

La reunión que la Junta Directiva celebró el  5 de marzo de 1944 ya tuvo como escenario la ermita, una vez hechas las obras de acondicionamiento del edificio. Hasta entonces se hacían en la sacristía de la llamada en la documentación parroquia del Carmen, es decir, la iglesia del antiguo Convento, pues el nuevo templo parroquial no existía, fue inaugurado en 1958.

Cofrades con el nuevo capirote blanco,
En el centro el presidente elegido en 1944,
Francisco López-Casero
En la reunión de 2 de abril de 1944 por primera vez tras la guerra se recoge la subasta de las imágenes y de las campanillas. En ella la Junta Directiva acordó cambiar el capirote antiguo encarnado por el capirote blanco, lo que no sería el último cambio en la vestimenta cofrade, más tarde habría alguno más, de la misma forma que con el paso de los años la Cofradía experimentó cambios y novedades, entre otras el aumento del número de sus pasos de Semana Santa.

En la reunión de 10 de mayo de 1944 se constataba que faltaba de todo en asunto de ornamentos y candelabros para los actos litúrgicos. No obstante, por lo que se observa en las cuentas que se presentan por entonces, y en adelante hasta principios de 1945, con celebración de rifas, etc., la situación económica de la Hermandad parece mejorar, hasta el punto de que en enero de ese año el saldo a favor era de 557,95 pesetas.

          FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS



lunes, 20 de marzo de 2017

LA COFRADÍA DE LA VERACRUZ DE CAMPO DE CRIPTANA (VI)


Retablo del altar mayor de
la destruida iglesia parroquial de
Campo de Criptana (siglo XVI),
obra de Pedro Martínez de Castañeda
Al final del capítulo anterior me aproximaba al origen en el tiempo de la ermita de la Veracruz. En 1604 los visitadores santiaguistas la describen y aportan datos sobre lo que había en ella. El techo – decían – era de madera, sin dar más detalles; en su interior la techumbre, pues, sería adintelada o, tal vez, a dos aguas. El edificio – de planta rectangular - tenía, hacia el norte una pequeña puerta que daba a un patio empedrado.

Describen los visitadores el retablo del altar mayor de entonces, de talla y dorado en parte,  de la siguiente forma:
En la calle central:
En un primer cuerpo, en relieve, la escena del Calvario (el Crucificado, la Virgen y San Juan).
En el siguiente cuerpo, una tabla pintada con la última Cena.
Y, completando la calle central, la escena de la Resurrección.
Rodeando la calle central, cuatro pinturas en tabla sobre la Pasión.

No parece ser ese el retablo conocido por las fotografías existentes anteriores a 1936, sino que debió ser modificado o sustituido por otro realizado en el siglo XVIII o en el XIX.

Parte superior de la portada,
con relieves distribuidos simétricamente,
característica del Renacimiento
La escena del Calvario,
en la portada de la ermita
Sobre la portada, hay quien ha apuntado que su autor habría sido el mismo escultor que realizó el retablo mayor de la desaparecida iglesia parroquial, es decir, Pedro Martínez de Castañeda, natural del pueblo salmantino de Peñaranda de Bracamonte. Y puede ser, en primer lugar por la cronología, pues por esos años, en torno a 1571-1573, él estuvo en Campo de Criptana trabajando en dicho retablo, y también por el estilo: discípulo de Alonso Berruguete, en su obra se aprecian esos rasgos miguelangelescos que Berruguete asimiló; es más, comparando las fotografías aquí reproducidas del retablo parroquial y de los relieves de la portada, concretamente la escena del Calvario de retablo y portada, encontramos bastante similitud, especialmente en alguna de las figuras. Y si no hubiera sido él el autor directo, podría haber sido algún discípulo suyo, entre ellos el criptanense Francisco Hernández, que trabajó con él en el retablo parroquial. Pero hay un detalle que puede resultar decisivo en cuanto a la autoría: en efecto,  se cuenta con lo que parece la letra P mayúscula grabada en la base de uno de los relieves que podría ser la inicial de su nombre propio, Pedro, como marca de autor.

En el centro, la escena
del Calvario en el retablo
del desaparecido templo parroquial


Detalle del Calvario de
la portada de la ermita, con una figura
casi idéntica a la del retablo parroquial




























La letra P, grabada en la base
de un relieve de la portada de la ermita
La cubierta interior, con el tiempo - ¿siglo XVII, siglo XVIII? - fue abovedada y había una cornisa que recorría los muros. La ermita a lo largo de los años tuvo bastantes intervenciones, cosa lógica en un edificio de siglos. Por citar sólo algunas:

En 1829 se levantó un pilar contrafuerte en la fachada de Mediodía, dado que el muro se inclinaba peligrosamente.
En enero de 1852 se abordó la manera de allegar dinero para hacer una obra muy necesaria pues el edificio se encontraba en un estado calificado de ruinoso. No se pudo reunir la cantidad necesaria y de momento el proyecto quedó aparcado.
    En febrero de 1862 otra vez se acuerda reparar la ermita; esta vez la gente fue más generosa y la empresa sí se puso llevar a cabo. La Junta Directiva en ese año estaba así formada:
Párroco:   Francisco Ansaldo Llamas
Mayordomos:   Francisco Vicente Salcedo y Gregorio Perucho
Vocales:  José Mª Salcedo, Juan Manuel Alarcón, Juan José Villacañas y José María Rubio
Alcaldes:   Nicanor Pizarro y Juan Antonio Palomino
Capellán:   Aurelio Bardón
Visitador:  Norberto Pizarro
Secretario:  Pedro Antonio Luján
Se pidió permiso para hacer la obra al Gobernador Eclesiástico, al que informó favorablemente el párroco, que, por cierto, hacía hincapié en que la Iglesia no prescindía de la propiedad de la ermita; literalmente señalaba “que [a la Cofradía] se [le] concedió unicamente para las funciones y juntas de espresada Cofradía”.

Interior de la
ermita de Santa Ana,
edificada en 1575
El pliego de condiciones de la obra era similar al de diez años antes, pero algo más preciso en ciertos detalles; por ejemplo, el cielo raso o cubierta interior sería como la de la ermita de Santa Ana, es decir, adintelada, con vigas de madera en resalte. Se presentaron a la subasta los constructores Rafael Castiblanque, Teodoro Millán  y Eduardo Pizarro; a este último se le adjudicó la obra por un importe que al final, tras algunas modificaciones acordadas con la Junta, quedó en 10.000 reales.

Interior de la ermita de la Veracruz,
con la cubierta adintelada
y vigas de madera en resalte,
similar a la cubierta de la ermita de Santa Ana
Posteriormente, en 1877, se reparó el testero de la puerta de saliente, y en 1891-1892 se pavimentaron la nave de la ermita y la sacristía. Más adelante, las cuentas de 1923 recogen, en la relación de gastos, los de la instalación del agua corriente, que supuso un coste de 60,20 pesetas. Por lo demás, la ermita se blanqueaba o enjalbegaba todos los años y con frecuencia había que ir haciendo alguna que otra reparación.

La guerra civil tuvo consecuencias nefastas en todos los sentidos para el templo. El 19 de agosto de  la ermita fue saqueada. Fueron destrozados retablos e imágenes, entre ellas - relatan los informes de posguerra - un antiguo Cristo de la Columna y un Descendimiento “de gran mérito artístico”, y la ermita fue convertida después en almacén de muebles incautados.

En más de una ocasión a lo largo de este y otros capítulos anteriores he mencionado las cuentas de la Cofradía. La norma o costumbre era que el mayordomo de los caudales rindiera cuentas anualmente, el 4 de mayo, del periodo que abarcaba desde ese día del año anterior hasta el 3 de mayo del año en que se presentaban.

Desde 1838 hasta 1841 no se presentaron pues decía el mayordomo, Francisco Vicente Salcedo, que había estado “agoviado de la revolucion que nos afligia”, frase con la que, sin duda, se refería a la inestabilidad producida por una de las guerras civiles que hubo en España en el siglo XIX, o sea, la primera guerra carlista, planteada tras la muerte de Fernando VII en 1833 y finalizada en 1840; seguía el mayordomo aclarando que desde entonces hasta 1852 la presentación de las cuentas no había sido permitida por la “delicadeza de la Junta”, expresión que entiendo tiene que ver con la adversa situación económica experimentada por la Cofradía tras ser decretada en 1841 la ya citada en esta serie desamortización de bienes eclesiásticos (de cofradías, etc.) durante la regencia del general Espartero, situación económica que hizo que el propio mayordomo Salcedo aportara de su bolsillo no pocos años el dinero necesario para que la Cofradía fuera atendiendo sus necesidades.

La presentación anual de las cuentas a veces tenía otro problema añadido, que no era otro que el poco control de la documentación. Así, en 1875 no se presentaron las cuentas en la fecha acostumbrada porque no se sabía dónde estaba el último libro de decretos y los dos últimos secretarios, Pedro Antonio Luján y José Martínez Borja, no los tenían.

Hasta 1893, como ya se dejó claro, la contabilidad se expresó en reales y maravedís; a partir de entonces, en pesetas. En reales, el mayor déficit anual fue en 1882, con 216 reales, pues el registrado por valor de más de 2.635 reales abarcó el periodo comprendido entre 1852 y 1863. En reales, el año de más superávit, con 698, fue el de las cuentas presentadas en 1891.

Ya en pesetas, solo hubo un año de los que se cuenta con datos, 1908, en el que se registró déficit, apenas algo más de 10 pesetas. En relación con los superávits, había diferencias notables de unos años a otros; hubo alguno, el 1927, en el que el saldo positivo alcanzó más de 551 pesetas, a pesar de lo cual no faltaban ocasiones en que la Junta hablaba de situación económica angustiosa, como sucedió en 1911.

Algunos aspectos curiosos que muestran las cuentas son los siguientes:
En gastos es habitual el del obsequio al clero y a la Banda de Música en la Función de la Cruz, el 3 de mayo, a base de bizcochos, vino y peladillas. La Banda de Bernardo Gómez, es decir, la Filarmónica Beethoven, por ejemplo en la anualidad 1904-1905 cobró 40 pesetas por tocar en misa, procesión y hoguera de la Cruz; en 1905-1906 dio 15 pesetas de limosna, en 1908-1909 no cobró nada.

Por primera vez en la anualidad 1896-1897 aparece el pago de palmas para llevarlas los miembros de la Junta en la procesión del Domingo de Ramos: 5 pesetas.

Por primera vez figura el gasto de cohetes en la fiesta de la Cruz en 1903-1904.

En ingresos, por primera vez aparece en 1898-1899 la rifa de un cerdo, rifa que después se hizo en bastantes años. A veces se rifaba, como en 1906-1907, una imagen del Cristo de la Columna, o de la Virgen del Carmen, como en 1919-1920. En 1908-1909 se rifaron unos cuadros regalados por Carmen Baíllo Melgarejo.

Por primera vez en ingresos en 1901-1902 se contabilizan las aportaciones hechas por otras cofradías existentes en la parroquia.

De los años posteriores a 1940, en los ingresos, además de subastas, cuotas de los hermanos, asistencia de la Cruz a entierros, andas para muertos y donativos, se incluye lo recaudado en sesiones de cine, elaboración de churros los días 2 y 3 de mayo en las fiestas de la Cruz, y las acostumbradas rifas, ya sea la de un cerdo o, alguna vez, la de 200 kg de harina, como en 1944-1945.

La Guerra Civil está presente literalmente en las cuentas de 1944 a 1945: 50 pesetas en gastos se dieron como limosna para las víctimas de la guerra.

Otra fuente de ingresos era la venta de estampas: en las cuentas de 1927-1928 es cuando por primera vez se incluyen gastos e ingresos por estampas del Cristo de la Columna y del Descendimiento.

Las sanciones a cofrades, aunque pocas veces, no faltan; en 1896-1897 en ingresos figura una multa de 1,25 pesetas al secretario, Jacinto Cuadra, por no asistir con tunicela [una pequeña túnica como la que llevaban los subdiáconos] a la procesión del Jueves Santo.

También hay un momento en que se comienza a confeccionar túnicas para su alquiler a quienes no las tenían. Se cobraba 2 pesetas por túnica, lo que  aparece por primera vez en la anualidad 1931-1932, en la que se compraron 44 varas de “pañete” para túnicas al comerciante Santiago Luján.

      FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS







miércoles, 15 de marzo de 2017

LA COFRADÍA DE LA VERACRUZ DE CAMPO DE CRIPTANA (V)


Se hablaba de imágenes en el capítulo anterior, y hablar de imágenes es hablar de subastas, las celebradas para disfrutar del derecho a portar los pasos en las procesiones. Pero en otras épocas no solo se subastaban los pasos, sino también los hachones de cera, el estandarte, los cetros que lo acompañaban, las guías o pequeños estandartes que iban delante en los desfiles procesionales y las campanillas.

La ermita de la Veracruz, centro de la Cofradía
Como en la actualidad, la costumbre era que el día del Domingo de Ramos, en reunión celebrada en la ermita, quedaran fijadas las personas que se encargarían de sacar a la calle todo lo señalado más arriba. Pero no eran subastas exactamente iguales a las de ahora.

El procedimiento acostumbrado era solicitar a la Junta Directiva lo que se quisiera portar (andas, etc.) en una papeleta cerrada, indicando en la papeleta la cuota o limosna que se iba a dar, y una vez abiertas, en la fecha indicada, se adjudicaban. A veces se establecían unas cantidades mínimas con el fin de asegurarse unos ingresos aceptables; así ocurrió en 1896:

Para el Cristo el Jueves, 30 pesetas
  “    “  Cristo el Viernes, 10   “
  “    " estandarte en cada procesión, 2 pesetas
Por cada campanilla en el único acto al que asistían, 1 peseta
Por cada cetro, guía o hacha en cada procesión,     1      “

El máximo obtenido por sacar el Cristo de la Columna el Jueves Santo fue 101 pesetas en 1935, y el mínimo 16 pesetas en 1897; para el Viernes por la mañana el máximo fue 123 pesetas en 1934, y el mínimo 10 en 1905. Los primeros datos conocidos sobre subasta de campanillas corresponden a 1882; expresado en reales, el máximo pagado por ellas fue 42 en 1890, y el mínimo, en 1884: 8 reales, y en pesetas el máximo pagado fue en 1925: 7 pesetas.

El paso del Descendimiento aparece singularizado por primera vez, en cuanto a subastas se refiere, en 1922. El máximo obtenido  para la procesión del Viernes por la tarde fue 130 pesetas en el año 1934, y el mínimo, en 1923, 14 pesetas. Para la procesión de El Traslado el máximo se consiguió en 1930, con 61 pesetas, y el mínimo fue 7 pesetas en 1925. Comparando los pasos del Cristo de la Columna y del Descendimiento, se solía pagar siempre más por el primero.

Tras la guerra civil se subastan ya solamente imágenes y campanillas. En 1942 de subastas se obtuvo, en total, 797 pesetas; en 1943 menos, 465 pesetas, y en 1944 de nuevo se incrementó la cantidad: 760 pesetas fue la recaudación.

Primera página del escrito de 1911
Sobre subastas es muy interesante lo que se dice en un escrito impreso remitido a los cofrades en febrero de 1911. En él la Junta manifestaba su propósito de “que desde el presente año desaparezca en ésta Hermandad la antirreligiosa y ridícula costumbre de que las andas y demás oficios sean objeto de subasta”. Como se ve, se utilizan calificativos muy duros y negativos sobre las subastas, cuya supresión  – realmente solo sería temporal, como veremos  - obligó a adoptar un nuevo procedimiento para sacar los pasos a la calle. Por su interés reproduzco algunos puntos de dicho escrito remitido entonces a los cofrades y que recogen acuerdos tomados por la Junta:

4º=Que se formen dos listas [de cofrades] por riguroso orden de antigüedad, una de mayores de 18 años y otra de 10 á los 18; la primera para que se nombren de ella los anderos que han de conducir las imágenes en las procesiones, y la segunda para que lleven los demás oficios [campanillas, etc.] según les corresponda, excepto la bandera que será conducida por el hermano de más edad que pueda hacerlo, según disponga la Junta”.
5º=Que las andas y oficios tienen que ser llevados por los hermanos á quienes corresponda en turno, no pudiendo ser cedidos á ningún otro Cofrade como no sea de padres á hijos ó viceversa siendo ambos hermanos, y de no poder asistir ó llevar las imágenes los nombrados por imposibilidad física, edad, ausencia, etc. se correrá el turno y será sustituido con el que le siga en orden de lista no teniendo derecho á nuevo nombramiento hasta que no se corra toda”.
6º=Que las Cofradas no tienen derecho alguno á llevar andas ni oficios en razón á su sexo ni los cofrades menores de diez años”.

Hay que señalar que la discriminación proclamada en el punto 6º actualmente no existe. Por lo demás, las subastas efectivamente no las hubo en 1911, 1912 y 1913, pero en 1914 volvió a haberlas y ya sin interrupción posterior. Por otro lado, su eliminación conllevaba la disminución de ingresos para la Cofradía, razón por la que en 1911 se incrementaron, como se señaló en su momento, la cuota de ingreso de nuevos hermanos y la cuota anual que pagaba el conjunto de cofrades.

La Junta Directiva nombrada el 3 de mayo de 1910, la que suprimió las subastas, fue la siguiente:
              Mayordomos:
                                   Jacinto Cuadra
                                   José Manjavacas
                     Alcaldes:
                                   Manuel Lara Calonge
                                   Santos Ortiz Carrasco
                      Vocales:
                              Francisco Escribano
                              Francisco Herencia
                              Cesáreo Calonge
                              Crescencio Albacete
                              Isidoro Angulo
                   Secretario:
                                    Santiago Calonge Calonge
  
La Junta que, por el contrario, volvió a la costumbre tradicional fue la nombrada el 3 de mayo de 1913 y la formaban:
               Mayordomos:
                                   Manuel Lara
                                   Francisco Iniesta
                     Alcaldes:
                                   José María Escribano
                                   Ladislao Muñoz
                      Vocales:
                              José Manjavacas
                              Francisco Herencia
                              Santiago Vela Parreño
                              Jesús Quintanar
                              Santiago Carramolino
                              Alfredo Molero
                              Ramón Bastante
                  Secretario:
                                    Santiago Calonge Calonge

Curiosamente, como puede comprobar el lector si compara ambas, algunos nombres se repiten. Queda claro que no todos los cofrades eran de ideas fijas.

La ermita era el lugar donde se “resolvían” las subastas. Me ocupo ahora de ella.

La portada de la ermita
En la visita santiaguista de 1568 la Cofradía figura como propietaria de “una casa en la dicha villa alinde casas de Anton Garcia e de la muger de Bernaldino de Mérida e dos calles reales”. Es la ermita actual, que tiene fachadas a las calles Veracruz - al Mediodía - y de la Fuente del Caño    - a Saliente -. Es cierto que aparece como casa que no es denominada ermita pero que realmente, de hecho, lo era, pues en ella se guardaban los ornamentos y todo tipo de enseres y en ella celebraban sus reuniones, etc.


La fecha de finalización de la portada,
1573,
grabada en su parte superior










En la respuesta nº 51 de las Relaciones de Felipe II (1575), aparte de dejar claro que se estaba construyendo “junto al pueblo” la de Santa Ana, se mencionan  las ermitas de la Virgen de Criptana, de la Concepción, San Sebastián, San Cristóbal [ahora de la Virgen de la Paz), de la Virgen de Villajos, la de San Benito [muy cerca del Puente del mismo nombre sobre el Záncara], y “otra dentro en el pueblo”, que puede ser la de la Vera Cruz, dado que en la portada figura la fecha de 1573; por lo tanto, hay que deducir que en torno a 1570 existía ya.

                   
    FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS