sábado, 24 de marzo de 2018

COFRADÍAS DE SEMANA SANTA EN MODO ANIVERSARIO

Cofradías y Semana Santa en general en España, tras unos años sesenta y setenta del siglo pasado marcados por la crisis que padecieron, han renovado su ímpetu desde hace tres décadas aproximadamente.


Procesión de disciplinantes (Francisco de Goya)
Las procesiones de Semana Santa están dotadas desde hace siglos, de un objetivo catequético, objetivo al que tanto han contribuido las cofradías pasionarias, tipo de cofradías que se vio potenciado cuando por Europa en el siglo XVI se extendió el fenómeno de la disidencia religiosa tras la escisión respecto de Roma protagonizada por Lutero, con la consiguiente contraofensiva de la Iglesia Católica. Las procesiones de Semana Santa, con sus “pasos” y disciplinantes, eran particularmente llamativas, eran, para la época citada, auténticos espectáculos de luz (cirios, antorchas) y sonido. En la misma línea, la gente iba a escuchar los sermones en Cuaresma    – en Campo de Criptana solían predicar los franciscanos de Alcázar de San Juan y más adelante también los carmelitas descalzos de nuestra villa- como a un acto festivo, no como a cumplir con una pesada obligación.

Procesión de la muerte
(José Gutiérrez Solana)
Posteriormente en España, como en otros países europeos, la procesión en la época del Barroco cumplía a la perfección el fin de ser una ocasión propicia para operar sobre la mente de la multitud, para despertar y avivar la emoción religiosa a través de la vista. La procesión era, reitero, todo un espectáculo a cielo abierto y su centro eran las imágenes escultóricas, que con su composición teatral, como en un tablado, representaban la Pasión de Jesús; no se olvide que la Iglesia se contaba entre los principales clientes de los escultores.

En Campo de Criptana  ese proceso fue similar al del resto de España también desde hace siglos. La documentación procedente del Archivo Histórico Nacional no deja lugar a dudas al proporcionarnos el conocimiento de dos cofradías asistenciales y pasionarias en Campo de Criptana, con una organización y una vida interna con repercusión sobre la totalidad de la población – incluido, por supuesto, todo lo relacionado con la Semana Santa - ya consolidadas en los primeros años de la segunda mitad del siglo XVI, en los años de la celebración del Concilio de Trento, cuya trascendencia, como se ha indicado, no haría sino incrementar la intensidad y la amplitud de los actos vinculados con la Semana de Pasión.
Procesión del Cristo del Perdón
(Ciudad Real, principios del siglo XX)
Esas dos cofradías se mantuvieron y desarrollaron en los siglos siguientes, con las procesiones como fenómeno destacado de referencia. Un punto de inflexión en ese proceso fueron los años de la Segunda República (1931-1936). La Constitución de 1931 en  artículo 27º estipulaba textualmente: “ Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno “. Basándose en este precepto constitucional, la normativa establecía que el Gobernador Civil de la provincia respectiva era quien debía autorizar la celebración de las procesiones callejeras basándose en el informe preceptivo del alcalde de la población ante posibles alteraciones del orden, etc., etc. Los años republicanos marcaron un paréntesis en ese proceso – paréntesis parcial pues algunos años las procesiones de Semana Santa sí se celebraron - y la ausencia de ellas durante la guerra civil (1936-1939).
Concluida oficialmente la guerra civil española el 1 de abril de 1939, puede afirmarse sin lugar a error que a partir de entonces ya en todo el territorio español se produjeron cambios radicales respecto a los tiempos prebélicos, uno de ellos el referido al papel de la Iglesia Católica en la sociedad, en cuyo devenir y en cuya configuración mental tuvo un poder más que efectivo. A diferencia de la época republicana, en la que una serie de reformas habían tratado de imponer el laicismo, con una tajante separación entre Iglesia y Estado, a partir de entonces se trataba de recuperar el tiempo perdido.
D. Gregorio Bermejo
La posguerra presenció en España, entre otras manifestaciones de religiosidad, la reconstrucción de templos, el resurgir de peregrinaciones y procesiones, la proliferación de las misiones populares, así como la consagración de pueblos y ciudades a los Corazones de Jesús y María y, por supuesto, el retorno de todo lo relativo a la celebración de la Semana Santa; en efecto, entre las tradiciones y costumbres que volvían estaba la reactivación de hermandades y cofradías. Y todo ello, dentro de ese marco de identificación entre fe católica y conciencia nacional concretada en el término de “nacionalcatolicismo”.
Por lo que se refiere a Campo de Criptana, población que durante toda la guerra permaneció en zona republicana, fácil es imaginar la actitud y el sentimiento de los católicos a la altura de abril de 1939. Después de verse constreñidos en sus actividades públicas antes de julio de 1936 por la aplicación de la legislación republicana, los años de la guerra - con las consecuencias tan negativas que ésta supuso por la represión sobre personas debida a motivos, entre otros, religiosos y por la destrucción y saqueo de ese tipo de patrimonio - no hicieron sino acentuar las ansias de un cambio que permitiera manifestar de forma abierta, sin cortapisa alguna, la militancia católica.
Entre 1943 y 1958 el paso
de la Piedad contó con
dos imágenes solamente
En el nuevo panorama social que se abría a la altura de la primavera de 1939, la recuperación de las prácticas propias de la Semana Santa fue un hito destacado. Las cofradías de esos años son un reflejo del catolicismo triunfante. En el entramado institucional y jerárquico de la Iglesia Católica, a nivel local la figura del párroco fue decisiva. En Campo de Criptana ese papel le correspondió en primer lugar, aunque fuese por poco tiempo, a D. Tomás Urda, y tras él, a D. Alfredo Aranda Almansa y a D. Gregorio Bermejo López. De entrada se contaba, como se ha indicado, con la existencia desde hacía siglos de dos cofradías, a las que se añadirían tres nuevas en la década de los cuarenta y otra en la siguiente.  






De ahí que los aniversarios  ahora menudeen. Por citar solamente algunas efemérides, en 2015 la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la Soledad Angustiada celebró el 75º aniversario de su refundación,  en 2017  la del Santísimo Cristo de la Columna y Descendimiento de Nuestro Señor conmemoraba el 75º aniversario de la recuperación de la imagen de su titular, en 2018 la del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Piedad está celebrando  el 75º aniversario del estreno del paso de La Virgen al pie de la Cruz, más conocida como La Piedad.

                    FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS