sábado, 14 de marzo de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XVI)


                           DULCINEA (cont.)


Tras salir por tercera vez de su aldea, Don Quijote y Sancho van hacia El Toboso pues aquél quiere ver a Dulcinea para que le dé su bendición: “ Sancho amigo, la noche se nos va entrando á más andar, y con más escuridad de la que habíamos menester para alcanzar á ver con el dia al Toboso, adonde tengo determinado de ir ántes que en otra aventura me ponga, y allí tomaré la bendición y buena licencia de la sin par Dulcinea, con la cual licencia pienso y tengo por cierto de acabar y dar felice cima á toda peligrosa aventura; porque ninguna cosa desta vida hace más valientes á los caballeros andantes, que verse favorecidos de sus damas “ (Capítulo VIII, 2ª parte).

Durante la noche, a punto de
entrar en El Toboso
(G. Doré)
Ya en El Toboso, de noche, van buscando el alcázar donde según Don Quijote debe vivir Dulcinea, pero lo que encuentran es el templo del pueblo: “ Con la iglesia hemos dado, Sancho. Ya lo veo, respondió Sancho, y plega á Dios que no demos con nuestra sepultura, que no es buena señal andar por los cimenterios á tales horas, y más habiendo yo dicho á vuesa merced, si mal no me acuerdo, que la casa desta señora ha de estar en una callejuela sin salida “. Don Quijote llega a enfadarse con su escudero por lo que éste le dice: “ Tú me harás desesperar, Sancho, dijo Don Quijote: ven acá, hereje, ¿ no te he dicho mil veces, que en todos los dias de mi vida no he visto á la sin par Dulcinea, ni jamas atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oidas, y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta ? “ (Capítulo IX, 2ª parte). Sólo encuentran a un labrador que no sabe dónde vive Dulcinea, más siendo forastero y llevando pocos días en el pueblo. Por consejo de Sancho deciden salir de allí antes de que se hiciera de día; después Don Quijote hace a Sancho volver a El Toboso con el encargo de que hablase a Dulcinea de su parte y le pidiese que pudiera verla su amo y que ella le echara su bendición.

Vuelve Sancho pero no llega a entrar en el pueblo, sino que, al ver a tres labradoras por el camino, decide ir hasta su amo, a quien quiere hacerle creer que una de ellas es Dulcinea:           “ no tiene más que hacer vuesa merced sino picar á Rocinante y salir á lo raso á ver á la señora Dulcinea del Toboso, que con otras dos doncellas suyas viene á ver á vuesa merced. ¡Santo Dios! ¿ Qué es lo que dices, Sancho amigo ? dijo Don Quijote. Mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas. ¿ Qué sacaria yo de engañar á vuesa merced, respondió Sancho, y más estando tan cerca de descubrir mi verdad ? Pique, señor, y venga, y verá venir á la princesa nuestra ama vestida y adornada ... en fin, como quien ella es. Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos; los cabellos sueltos por las espaldas, que son otros tantos rayos del sol, que andan jugando con el viento; y sobre todo, vienen á caballo sobre tres cananeas remendadas, que no hay más que ver. Hacaneas querrás decir, Sancho. Poca diferencia hay, respondió Sancho, de cananeas á hacaneas; pero vengan sobre lo que vinieren, ellas vienen las más galanas señoras que se puedan desear; especialmente la princesa Dulcinea, mi señora, que pasma los sentidos (...). Ya en esto salieron de la selva y descubrieron cerca á las tres aldeanas. Tendió Don Quijote los ojos por todo el camino del Toboso, y como no vió sino á las tres labradoras, turbóse todo, y preguntó á Sancho si las habia dejado fuera de la ciudad “.

Como Sancho se empeñaba en llevarle la contraria, el caballero insistía: “ Yo no veo, Sancho, dijo Don Quijote, sino á tras labradoras sobre tres borricos “. El escudero no ceja en su intento; se desarrolla una divertida escena: “ Calle, señor, dijo Sancho, no diga la tal palabra, sino despabile esos ojos, y venga á hacer  reverencia á la señora de sus pensamientos, que ya llega cerca: y diciendo esto, se adelantó á recebir á las tres aldeanas, y apeándose del rucio, tuvo del cabestro al jumento de una de las tres labradoras, y hincando ambas rodillas en el suelo, dijo: Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recebir en su gracia y buen talante al cautivo caballero vuestro, que allí está hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos, de verse ante vuestra magnífica presencia “  . Don Quijote no salía de su asombro al oír lo que estaba oyendo:   “  como no descubria en ella sino una moza aldeana, y nó de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata, estaba suspenso y admirado, sin osar desplegar los labios “. La moza pide paso: “ rompiendo el silencio la detenida, toda desgraciada y mohina, dijo: apártense nora en tal del camino, y déjenmos pasar, que vamos de priesa “. Interviene de nuevo Sancho: “ Oh princesa y señora universal del Toboso, ¿ cómo vuestro magnánimo corazon no se enternece, viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia á la coluna y sustento de la andante caballería ?   Una de las otras dos le responde: “  ¡ Más jo que te estrego, burra de mi suegro !  ¡ mirad con qué se vienen ahora los señoritos á hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos !  Vayan su camino, e déjennos hacer el nueso, y serles ha sano “.     

Don Quijote echa la culpa de todo lo que está presenciando a los encantadores: Y tú, oh extremo del valor que puede desearse, término de la humana gentileza, único remedio deste afligido corazon que te adora, ya que el maligno encantador me persigue, y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y sólo para ellos y nó para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre, si ya tambien el mio no le ha cambiado en el de algun vestiglo, para hacerle aborrecible á tus ojos, no dejes de mirarme blanda y amorosamente, echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento que á tu contrahecha hermosura hago, la humildad con que mi alma te adora “. Ella responde:  “ ¡ Tomá que mi agüelo !  (...); amiguita soy yo de oir resquebrajos. Apártense y déjennos ir, y agradecérselo hemos “. La aldeana se cae del burro: “ Apenas se vió libre la aldeana que habia hecho la figura de Dulcinea, cuando picando á su cananea con un aguijon  que en un palo traia, dió á correr por el prado adelante; y como la borrica sentia la punta del aguijon, que le fatigaba más de lo ordinario, comenzó á dar corcovos, de manera que dió con la señora Dulcinea en tierra “. Don Quijote acudió solícito a levantarla, pero: “ la  señora, levantándose del suelo, le quitó de aquel trabajo; porque haciéndose algun tanto atrás tomó una corridica, y puestas ambas manos sobre las ancas de la pollina, dió con su cuerpo, más ligero que un halcon, sobre la albarda, y quedó á horcajadas como si fuera hombre; y entónces dijo Sancho:  ¡ Vive Roque, que es la señora nuestra ama más ligera que un alcotan, y que puede enseñar á subir á la jineta al más diestro cordobes ó mejicano ! “.

El encuentro con las labradoras, una
de ellas la imaginada Dulcinea
(G. Doré)
Al final las tres se marchan aprisa sobre sus caballerías. Don Quijote se lamenta: “ Sancho, ¿ qué te parece, cuán mal quisto soy de encantadores ? Y mira hasta dónde se extiende su malicia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del contento que pudiera darme ver en su ser á mi señora. En efecto, yo nací para ejemplo de desdichados, y para ser blanco y terrero donde tomen la mira y asesten las flechas de la mala fortuna: y has tambien de advertir,  Sancho, que no se contentaron estos traidores de haber vuelto y transformado á mi Dulcinea, sino que la transformaron y volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de aquella aldeana, y juntamente le quitaron lo que es tan suyo de las principales señoras, que es el buen olor, por andar siempre entre ámbares y flores: porque te hago saber, Sancho, que cuando llegué á subir á Dulcinea sobre su hacanea (segun tú dices, que á mí me pareció borrica), me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el alma “. Don Quijote insiste en idealizar a su Dulcinea, y así, cuando Sancho menciona un lunar en el labio a modo de bigote en la aldeana, él dice:   “ ninguna cosa puso la naturaleza en Dulcinea que no fuese perfecta y bien acabada; y así, si tuviera cien lunares como el que dices, en ella no fueran lunares, sino lunas y estrellas resplandecientes “  (Capítulo X, 2ª parte).

En la morada de los duques, éstos siguen la corriente a Don Quijote, a quien el duque pide que le describa a su dama. Don Quijote cuenta su experiencia de El Toboso: “ yendo los dias pasados á besarle las manos, y á recebir su bendición, beneplácito y licencia para esta tercera salida, hallé otra de la que buscaba; hállela encantada y convertida de princesa en labradora, de hermosa en fea, de ángel en diablo, de olorosa en pestífera, de bien hablada en rústica, de reposada en brincadora, de luz en tinieblas, y finalmente de Dulcinea del Toboso en una villana de Sayago “. La duquesa apunta que el hidalgo nunca ha visto a su amada: “ si (...) hemos de dar crédito á la historia que del señor Don Quijote de pocos dias á esta parte ha salido á la luz del mundo con general aplauso de las gentes, della se colige, si mal no me acuerdo, que nunca vuesa merced ha visto á la señora Dulcinea; y que esta tal señora no es en el mundo, sino que es dama fantástica, que vuesa merced la engendró y parió en su entendimiento, y la pintó con todas aquellas gracias y perfeciones que quiso “. Ante esto reacciona el caballero: “ En eso hay mucho que decir, respondió Don Quijote: Dios sabe si hay Dulcinea ó nó en el mundo, ó si es fantástica ó no es fantástica; y estas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni parí á mi señora, punto que la contemplo como conviene que sea, una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo, como son: hermosa sin tacha, grave sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada, y finalmente alta por linaje, á causa que sobre la buena sangre resplandece y campea la hermosura con más grados de perfecion que en las hermosas humildemente nacidas “.

El duque pone en duda la altura del linaje de Dulcinea: “ en lo de la alteza del linaje no corre parejas con las Orianas, con las Alastrajareas, con las Madásimas, ni con otras deste jaez, de quien están llenas las historias, que vuesa merced bien sabe “. El hidalgo reacciona de nuevo al oír esas palabras: “ A eso puedo decir, respondió Don Quijote, que Dulcinea es hija de sus obras, y que las virtudes adoban la sangre, y que en más se ha de estimar y tener un humilde virtuoso, que un vicioso levantado: cuanto más, que Dulcinea tiene un giron que la puede llevar á ser reina de corona y cetro: que el merecimiento de una mujer hermosa y virtuosa, á hacer mayores milagros se extiende; y aunque nó formalmente, virtualmente tiene en sí encerradas mayores venturas “  (Capítulo XXXII, 2ª parte).

Dulcinea cuenta también en la novela con poemas dedicados, uno al principio de la misma, dos más al final:

“ LA SEÑORA ORIANA Á DULCINEA DEL TOBOSO
SONETO

¡ Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,
Por más comodidad y más reposo,
Á Miraflores puesto en el Toboso,
Y trocara su Londres con tu aldea !

¡ Oh, quién de tus deseos y librea
Alma y cuerpo adornara, y del famoso
Caballero, que hiciste venturoso,
Mirara alguna desigual pelea !

¡ Oh, quién tan castamente se escapara
Del señor Amadis, como tú hiciste
Del comedido hidalgo Don Quijote !

Que así envidiada fuera, y no envidiara,
Y fuera alegre el tiempo que fué triste,
Y gozara los gustos sin escote. “

“ DEL PANIAGUADO, ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
IN LAUDEM DULCINEAE DEL TOBOSO
SONETO

Esta que veis, de rostro amondongado,
Alta de pechos y ademan brioso,
Es Dulcinea, reina del Toboso,
De quien fué el gran Quijote aficionado.

Pisó por ella el uno y otro lado
De la gran Sierra Negra, y el famoso
Campo de Montiel, hasta el herboso
Llano de Aranjuez, á pié y cansado.

(Culpa de Rocinante), ¡ Oh dura estrella !
Que esta manchega dama, y este invito
Andante caballero, en tiernos años

Ella dejó, muriendo, de ser bella,
Y él, aunque queda en mármoles escrito,
No pudo huir de amor, iras y engaños.
( Capítulo LII, 1ª parte )


“ DEL TIQUITOC, ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
EN LA SEPULTURA DE DULCINEA DEL TOBOSO.
EPITAFIO

Reposa aquí Dulcinea,
Y aunque de carnes rolliza,
La volvió en polvo y ceniza
La muerte espantable y fea:

Fué de castiza ralea,
Y tuvo asomos de dama;
Del gran Quijote fué llama,
Y fué gloria de su aldea.

( Capítulo LII, 1ª parte )


           

            FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS


viernes, 6 de marzo de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XV)

                       DULCINEA (cont.)

La carta de Don Quijote para Dulcinea se había quedado en poder del propio Don Quijote. Como en realidad Sancho no llegó hasta El Toboso, hizo creer a su amo que se la había aprendido de memoria y que luego un sacristán la había transcrito. Al volver Sancho a encontrarse con su amo, éste le hace preguntas sobre Dulcinea y él mismo va imaginando cómo se había desarollado el encuentro. Sancho le va contando también fantasías:

Don Quijote: “ A buen seguro que la hallaste ensartando perlas ó bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo caballero”.

Sancho: “ No la hallé (...) sino ahechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa “.

Don Quijote: “ Pues haz cuenta (...) que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos (...), ¿ el trigo era candeal ó trechel ? “.  

Sancho: “ No era sino rubion “.

Don Quijote: “ Pues yo te aseguro (...), que ahechado por sus manos hizo pan candeal sin duda alguna “.

A su pregunta sobre qué hizo con la carta, responde Sancho: “ Cuando yo se la iba á dar (...), ella estaba en la fuga del meneo de una buena parte de trigo que tenia en la criba, y díjome: Poned, amigo esa carta sobre aquel costal, que no la puedo leer hasta que acabe de acribar todo lo que aquí está “.

Siguen las preguntas sobre qué hablaron Sancho y Dulcinea. Cuando Sancho dice haberle contado que Don Quijote maldecía su suerte, éste señala: “ En decir que maldecia mi fortuna dijiste mal (...), porque ántes la bendigo y bendeciré todos los dias de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso “.
Dulcinea del Toboso / Aldonza Lorenzo
(. G. Doré)

Y sigue el interés de Don Quijote por conocer más detalles: “ cuando llegaste junto á ella ¿ no sentiste un olor sábeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno que yo no acierto á dalle nombre ? “.

Sancho: “ Lo que sé decir (...), es que sentí un olorcillo algo hombruno, y debia de ser que ella con el mucho ejercicio estaba sudada y algo correosa “.

Don Quijote: “ No seria eso (...), porque yo sé bien á lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído. (...) ¿ qué hizo cuando leyó la carta ? “.  

Sancho: “ no la leyó, porque dijo que no sabia leer ni escribir “.

Don Quijote: “ dime  ¿ qué joya fué  la que te dió al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste ?  porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar á los escuderos, doncellas ó enanos que les llevan nuevas de sus damas á ellos, á ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado “.

Sancho: “ Bien puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debió de ser en los tiempos pasados, que ahora sólo se debe de acostumbrar á dar un pedazo de pan y queso, que esto fué lo que me dió mi señora Dulcinea, por las bardas de un corral, cuando della me despedí; y áun por más señas era el queso ovejuno “.

Don Quijote: “ Es liberal en extremo (...), y si no te dió joya de oro, sin duda debió de ser porque no la tendría allí á la mano para dártela “  (Capítulo XXXI, 1ª parte).

Cervantes narra cómo halló en Toledo un libro titulado Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo que tradujo del árabe un “morisco aljamiado”; en él había un breve párrafo sobre Dulcinea muy chusco: “  poniéndole el libro en las manos , le abrió por medio, y leyendo  un  poco en él se comenzó á reir: pregúntele yo que de qué se reia, y respondióme que de una cosa que tenia aquel libro escrita en el margen por anotación: díjele que me la dijese, y él, sin dejar la risa, dijo:  Está, como he dicho, aquí en el margen escrito esto: Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha (Capítulo IX, 1ª parte).

Mas don Quijote continuamente idealiza a su amada; así, estando en la venta, cuando Maritornes y la hija del ventero se disponen a burlarse de él: “ Oh mi señora Dulcinea del Toboso, extremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del mejor donaire, depósito de la honestidad, y ultimadamente idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo; ¿ y qué fará agora la tu merced ? ¿ Si tendrás por ventura las mientes en tu cautivo caballero, que á tantos peligros, por sólo servirte, de su voluntad ha querido ponerse ?  Dame tú nuevas della, oh luminaria de las tres caras, quizá con envidia de la suya la estás ahora mirando que, ó paseándose por alguna galería de sus suntuosos palacios, ó ya puesta de pechos sobre algun balcon, está considerando cómo, salva su honestidad y grandeza, ha de amansar la tormenta que por ella este mi cuitado corazon padece, qué gloria ha de dar á mis penas, qué sosiego á mi cuidado, y finalmente qué vida á mi muerte, y qué premio á mis servicios. Y tú, sol, que ya debes de estar apriesa ensillando tus caballos por madrugar y salir á ver á mi señora, así como la veas, suplícote que de mi parte la saludes; pero guárdate que al verla y saludarla no le dés paz en el rostro, que tendré más zelos de ti que tú los tuviste de aquella ligera ingrata que tanto te hizo sudar y correr por los llanos de Tesalia, ó por las riberas de Peneo, que no me acuerdo bien por dónde corriste entonces, zeloso y enamorado “  (Capítulo XLIII, 1ª parte).

                      FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS