Han
pasado 84 años del llamado “alzamiento” militar de julio de 1936 o intento de acabar por la
fuerza con el régimen legítimo republicano nacido en abril de 1931 y basado en
la Constitución democrática promulgada en diciembre de ese año.
La
sublevación militar había comenzado en la tarde del 17 de dicho mes en el territorio
marroquí del Protectorado español impuesto sobre ese país norteafricano. Al día
siguiente el “movimiento” militar se extendió por la España peninsular e insular
pero no triunfó en todas las zonas, situación que derivó en una larga guerra
que, como todas las guerras, tuvo consecuencias nefastas de todo tipo.
Aquel
18 de julio la Corporación municipal criptanense, de signo izquierdista - la
que, elegida el 12 de abril de 1931, había sido depuesta por orden gubernativa
en 1934 y repuesta en el poder tras las elecciones generales de febrero de 1936
-, a la vista de la coyuntura extraordinaria que vivía el país convocó a los
dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, de Izquierda Republicana, del
Partido Comunista de España y de la Unión General de Trabajadores para informarles
de la situación y para que transmitieran la información a sus afiliados en sus
respectivas sedes.
La
necesidad de conseguir armas se impuso, con el fin de hacer frente a la
sublevación. Según los informes proporcionados en 1942 por el Jefe de Puesto de
la Guardia Civil y por la Jefatura Local de Falange, gente armada se echó a la
calle en poco tiempo y en las últimas horas del día siguiente empezaron las
detenciones de personas pertenecientes a - o simpatizantes de - partidos de
derecha y de Falange, organizaciones a las que mucha gente achacaba un posicionamiento
favorable a los militares sublevados.
Al
mismo tiempo partidos y organizaciones criptanenses favorables a la República
declaraban una huelga general de ocho días como medio de hacer frente a la
sublevación militar: en un pueblo fundamentalmente agrícola como el nuestro, y
en época de siega como era aquella, objetivo prioritario fue evitar que los
trabajadores del campo salieran de la población, lo que implicó la vigilancia
de las salidas por los caminos.
Mencionaba
más arriba las consecuencias nefastas de la guerra. Aparte del miedo que con
toda seguridad se extendió desde el principio entre nuestros antepasados, una de
esas consecuencias fue la muerte. Murieron criptanenses en la retaguardia –
Campo de Criptana permaneció en zona republicana durante todo el conflicto -,
uno de los primeros, ya en el propio mes de julio, el sacerdote Victoriano
Beamud Sañoso, y murieron criptanenses en los frentes de guerra, uno de ellos,
a principio de septiembre de 1936 en el frente de Talavera, el dirigente
socialista Manuel Martín-Casero. Cierto es que tras la guerra también siguieron
muriendo, en este caso en el lado de los que la perdieron, bien ante un pelotón
de ejecución, bien en campos de exterminio nazis, casos de Ángel Sepúlveda
Beamud en 1941 y Marino Sánchez Ortiz en 1942.
La
guerra finalizó oficialmente el 1 de abril de 1939, pero el Campo de Criptana ya
había sido ocupado militarmente el 29 de marzo. Lo que vino después fue la imposición de una
“nueva realidad”, pero ¡qué realidad!, un sistema dictatorial que pervivió durante
casi cuarenta años y que, desgraciadamente, sigue siendo de alguna manera reivindicado
por ciertos sectores sociales.
Por
desagradables que nos puedan resultar todos aquellos acontecimientos no deben
ser olvidados, merece la pena que sean recordados para que no vuelvan a ser una
cruel realidad.
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
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