DULCINEA (cont.)
Tras
salir por tercera vez de su aldea, Don Quijote y Sancho van hacia El Toboso
pues aquél quiere ver a Dulcinea para que le dé su bendición: “ Sancho amigo, la noche se nos
va entrando á más andar, y con más escuridad de la que habíamos menester para
alcanzar á ver con el dia al Toboso, adonde tengo determinado de ir ántes que
en otra aventura me ponga, y allí tomaré la bendición y buena licencia de la
sin par Dulcinea, con la cual licencia pienso y tengo por cierto de acabar y
dar felice cima á toda peligrosa aventura; porque ninguna cosa desta vida hace
más valientes á los caballeros andantes, que verse favorecidos de sus damas “ (Capítulo VIII, 2ª parte).
Durante la noche, a punto de entrar en El Toboso (G. Doré) |
Ya
en El Toboso, de noche, van buscando el alcázar donde según Don Quijote debe
vivir Dulcinea, pero lo que encuentran es el templo del pueblo: “ Con la iglesia hemos dado,
Sancho. Ya lo veo, respondió Sancho, y plega á Dios que no demos con nuestra
sepultura, que no es buena señal andar por los cimenterios á tales horas, y más
habiendo yo dicho á vuesa merced, si mal no me acuerdo, que la casa desta
señora ha de estar en una callejuela sin salida “. Don Quijote llega a enfadarse con su escudero por lo que éste le
dice: “
Tú me harás desesperar, Sancho, dijo Don Quijote: ven acá, hereje, ¿ no te he
dicho mil veces, que en todos los dias de mi vida no he visto á la sin par
Dulcinea, ni jamas atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy
enamorado de oidas, y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta ? “ (Capítulo IX, 2ª parte). Sólo encuentran a un labrador que
no sabe dónde vive Dulcinea, más siendo forastero y llevando pocos días en el
pueblo. Por consejo de Sancho deciden salir de allí antes de que se hiciera de
día; después Don Quijote hace a Sancho volver a El Toboso con el encargo de que
hablase a Dulcinea de su parte y le pidiese que pudiera verla su amo y que ella
le echara su bendición.
Vuelve
Sancho pero no llega a entrar en el pueblo, sino que, al ver a tres labradoras
por el camino, decide ir hasta su amo, a quien quiere hacerle creer que una de
ellas es Dulcinea: “ no tiene más que hacer vuesa
merced sino picar á Rocinante y salir á lo raso á ver á la señora Dulcinea del
Toboso, que con otras dos doncellas suyas viene á ver á vuesa merced. ¡Santo
Dios! ¿ Qué es lo que dices, Sancho amigo ? dijo Don Quijote. Mira no me
engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas. ¿ Qué
sacaria yo de engañar á vuesa merced, respondió Sancho, y más estando tan cerca
de descubrir mi verdad ? Pique, señor, y venga, y verá venir á la princesa
nuestra ama vestida y adornada ... en fin, como quien ella es. Sus doncellas y
ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes,
todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos; los cabellos sueltos
por las espaldas, que son otros tantos rayos del sol, que andan jugando con el
viento; y sobre todo, vienen á caballo sobre tres cananeas remendadas, que no
hay más que ver. Hacaneas querrás decir, Sancho. Poca diferencia hay, respondió
Sancho, de cananeas á hacaneas; pero vengan sobre lo que vinieren, ellas vienen
las más galanas señoras que se puedan desear; especialmente la princesa
Dulcinea, mi señora, que pasma los sentidos (...). Ya en esto salieron de la selva
y descubrieron cerca á las tres aldeanas. Tendió Don Quijote los ojos por todo
el camino del Toboso, y como no vió sino á las tres labradoras, turbóse todo, y
preguntó á Sancho si las habia dejado fuera de la ciudad “.
Como
Sancho se empeñaba en llevarle la contraria, el caballero insistía: “ Yo no veo, Sancho, dijo Don
Quijote, sino á tras labradoras sobre tres borricos “. El escudero no ceja en su intento; se desarrolla una
divertida escena: “
Calle, señor, dijo Sancho, no diga la tal palabra, sino despabile esos ojos, y
venga á hacer reverencia á la señora de
sus pensamientos, que ya llega cerca: y diciendo esto, se adelantó á recebir á
las tres aldeanas, y apeándose del rucio, tuvo del cabestro al jumento de una
de las tres labradoras, y hincando ambas rodillas en el suelo, dijo: Reina y
princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de
recebir en su gracia y buen talante al cautivo caballero vuestro, que allí está
hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos, de verse ante vuestra magnífica
presencia “ . Don Quijote no salía de su asombro al oír lo
que estaba oyendo: “ como no descubria en ella sino
una moza aldeana, y nó de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata,
estaba suspenso y admirado, sin osar desplegar los labios “. La moza pide paso: “ rompiendo el silencio la detenida, toda
desgraciada y mohina, dijo: apártense nora en tal del camino, y déjenmos pasar,
que vamos de priesa “. Interviene de
nuevo Sancho: “
Oh princesa y señora universal del Toboso, ¿ cómo vuestro magnánimo corazon no
se enternece, viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia á la coluna y
sustento de la andante caballería ? Una de las otras dos
le responde: “ ¡ Más jo que te estrego, burra de mi suegro
! ¡ mirad con qué se vienen ahora los
señoritos á hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar
pullas como ellos ! Vayan su camino, e
déjennos hacer el nueso, y serles ha sano “.
Don
Quijote echa la culpa de todo lo que está presenciando a los encantadores: “ Y
tú, oh extremo del valor que puede desearse, término de la humana gentileza,
único remedio deste afligido corazon que te adora, ya que el maligno encantador
me persigue, y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y sólo para ellos y nó
para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de
una labradora pobre, si ya tambien el mio no le ha cambiado en el de algun
vestiglo, para hacerle aborrecible á tus ojos, no dejes de mirarme blanda y
amorosamente, echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento que á tu contrahecha
hermosura hago, la humildad con que mi alma te adora “. Ella responde: “ ¡ Tomá que mi agüelo ! (...); amiguita soy yo de oir
resquebrajos. Apártense y déjennos ir, y agradecérselo hemos “. La aldeana se cae del burro: “ Apenas se vió libre la aldeana que habia
hecho la figura de Dulcinea, cuando picando á su cananea con un aguijon que en un palo traia, dió á correr por el
prado adelante; y como la borrica sentia la punta del aguijon, que le fatigaba
más de lo ordinario, comenzó á dar corcovos, de manera que dió con la señora
Dulcinea en tierra “. Don Quijote
acudió solícito a levantarla, pero: “ la señora,
levantándose del suelo, le quitó de aquel trabajo; porque haciéndose algun
tanto atrás tomó una corridica, y puestas ambas manos sobre las ancas de la
pollina, dió con su cuerpo, más ligero que un halcon, sobre la albarda, y quedó
á horcajadas como si fuera hombre; y entónces dijo Sancho: ¡ Vive Roque, que es la señora nuestra ama
más ligera que un alcotan, y que puede enseñar á subir á la jineta al más
diestro cordobes ó mejicano ! “.
El encuentro con las labradoras, una de ellas la imaginada Dulcinea (G. Doré) |
Al
final las tres se marchan aprisa sobre sus caballerías. Don Quijote se lamenta:
“ Sancho, ¿
qué te parece, cuán mal quisto soy de encantadores ? Y mira hasta dónde se
extiende su malicia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del
contento que pudiera darme ver en su ser á mi señora. En efecto, yo nací para
ejemplo de desdichados, y para ser blanco y terrero donde tomen la mira y
asesten las flechas de la mala fortuna: y has tambien de advertir, Sancho, que no se contentaron estos traidores
de haber vuelto y transformado á mi Dulcinea, sino que la transformaron y
volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de aquella aldeana, y
juntamente le quitaron lo que es tan suyo de las principales señoras, que es el
buen olor, por andar siempre entre ámbares y flores: porque te hago saber,
Sancho, que cuando llegué á subir á Dulcinea sobre su hacanea (segun tú dices,
que á mí me pareció borrica), me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrinó
y atosigó el alma “. Don Quijote insiste en idealizar a su Dulcinea, y así, cuando Sancho
menciona un lunar en el labio a modo de bigote en la aldeana, él dice: “ ninguna cosa puso la naturaleza en Dulcinea que
no fuese perfecta y bien acabada; y así, si tuviera cien lunares como el que
dices, en ella no fueran lunares, sino lunas y estrellas resplandecientes “ (Capítulo X, 2ª
parte).
En
la morada de los duques, éstos siguen la corriente a Don Quijote, a quien el
duque pide que le describa a su dama. Don Quijote cuenta su experiencia de El
Toboso: “
yendo los dias pasados á besarle las manos, y á recebir su bendición,
beneplácito y licencia para esta tercera salida, hallé otra de la que buscaba;
hállela encantada y convertida de princesa en labradora, de hermosa en fea, de
ángel en diablo, de olorosa en pestífera, de bien hablada en rústica, de
reposada en brincadora, de luz en tinieblas, y finalmente de Dulcinea del
Toboso en una villana de Sayago “.
La duquesa apunta que el hidalgo nunca ha visto a su amada: “ si (...) hemos de dar crédito á la historia que del señor Don Quijote de pocos
dias á esta parte ha salido á la luz del mundo con general aplauso de las
gentes, della se colige, si mal no me acuerdo, que nunca vuesa merced ha visto
á la señora Dulcinea; y que esta tal señora no es en el mundo, sino que es dama
fantástica, que vuesa merced la engendró y parió en su entendimiento, y la
pintó con todas aquellas gracias y perfeciones que quiso “. Ante esto reacciona el caballero: “ En eso hay mucho que decir,
respondió Don Quijote: Dios sabe si hay Dulcinea ó nó en el mundo, ó si es
fantástica ó no es fantástica; y estas no son de las cosas cuya averiguación se
ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni parí á mi señora, punto que la
contemplo como conviene que sea, una dama que contenga en sí las partes que
puedan hacerla famosa en todas las del mundo, como son: hermosa sin tacha,
grave sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por
bien criada, y finalmente alta por linaje, á causa que sobre la buena sangre
resplandece y campea la hermosura con más grados de perfecion que en las
hermosas humildemente nacidas “.
El
duque pone en duda la altura del linaje de Dulcinea: “ en lo de la alteza del linaje
no corre parejas con las Orianas, con las Alastrajareas, con las Madásimas, ni
con otras deste jaez, de quien están llenas las historias, que vuesa merced
bien sabe “. El hidalgo reacciona de
nuevo al oír esas palabras: “ A eso puedo decir, respondió Don Quijote, que Dulcinea es hija de
sus obras, y que las virtudes adoban la sangre, y que en más se ha de estimar y
tener un humilde virtuoso, que un vicioso levantado: cuanto más, que Dulcinea
tiene un giron que la puede llevar á ser reina de corona y cetro: que el
merecimiento de una mujer hermosa y virtuosa, á hacer mayores milagros se
extiende; y aunque nó formalmente, virtualmente tiene en sí encerradas mayores
venturas “ (Capítulo XXXII, 2ª parte).
Dulcinea
cuenta también en la novela con poemas dedicados, uno al principio de la misma,
dos más al final:
“ LA SEÑORA ORIANA Á DULCINEA DEL TOBOSO
SONETO
¡ Oh, quién tuviera, hermosa
Dulcinea,
Por más comodidad y más reposo,
Á Miraflores puesto en el Toboso,
Y trocara su Londres con tu aldea
!
¡ Oh, quién de tus deseos y librea
Alma y cuerpo adornara, y del
famoso
Caballero, que hiciste venturoso,
Mirara alguna desigual pelea !
¡ Oh, quién tan castamente se
escapara
Del señor Amadis, como tú hiciste
Del comedido hidalgo Don Quijote
!
Que así envidiada fuera, y no
envidiara,
Y fuera alegre el tiempo que fué
triste,
Y gozara los gustos sin escote. “
“ DEL PANIAGUADO, ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
IN LAUDEM DULCINEAE DEL TOBOSO
SONETO
Esta que veis, de rostro
amondongado,
Alta de pechos y ademan brioso,
Es Dulcinea, reina del Toboso,
De quien fué el gran Quijote
aficionado.
Pisó por ella el uno y otro lado
De la gran Sierra Negra, y el
famoso
Campo de Montiel, hasta el
herboso
Llano de Aranjuez, á pié y
cansado.
(Culpa de Rocinante), ¡ Oh dura
estrella !
Que esta manchega dama, y este
invito
Andante caballero, en tiernos
años
Ella dejó, muriendo, de ser
bella,
Y él, aunque queda en mármoles
escrito,
No pudo huir de amor, iras y
engaños. “
( Capítulo LII, 1ª parte )
“ DEL TIQUITOC, ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
EN LA SEPULTURA DE DULCINEA DEL
TOBOSO.
EPITAFIO
Reposa aquí Dulcinea,
Y aunque de carnes rolliza,
La volvió en polvo y ceniza
La muerte espantable y fea:
Fué de castiza ralea,
Y tuvo asomos de dama;
Del gran Quijote fué llama,
Y fué gloria de su aldea. “
( Capítulo LII, 1ª parte )
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS