DULCINEA (cont.)
La
carta de Don Quijote para Dulcinea se había quedado en poder del propio Don
Quijote. Como en realidad Sancho no llegó hasta El Toboso, hizo creer a su amo
que se la había aprendido de memoria y que luego un sacristán la había
transcrito. Al volver Sancho a encontrarse con su amo, éste le hace preguntas
sobre Dulcinea y él mismo va imaginando cómo se había desarollado el encuentro.
Sancho le va contando también fantasías:
Don
Quijote: “
A buen seguro que la hallaste ensartando perlas ó bordando alguna empresa con
oro de cañutillo para este su cautivo caballero”.
Sancho:
“ No la
hallé (...) sino ahechando dos hanegas de
trigo en un corral de su casa “.
Don
Quijote: “
Pues haz cuenta (...) que los granos de aquel trigo
eran granos de perlas, tocados de sus manos (...), ¿ el trigo era candeal ó
trechel ? “.
Sancho:
“ No era
sino rubion “.
Don
Quijote: “
Pues yo te aseguro (...), que ahechado por sus manos hizo
pan candeal sin duda alguna “.
A
su pregunta sobre qué hizo con la carta, responde Sancho: “ Cuando yo se la iba á dar (...), ella estaba en la fuga del meneo de una buena parte de trigo que
tenia en la criba, y díjome: Poned, amigo esa carta sobre aquel costal, que no
la puedo leer hasta que acabe de acribar todo lo que aquí está “.
Siguen
las preguntas sobre qué hablaron Sancho y Dulcinea. Cuando Sancho dice haberle
contado que Don Quijote maldecía su suerte, éste señala: “ En decir que maldecia mi
fortuna dijiste mal (...), porque ántes la bendigo y
bendeciré todos los dias de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar
tan alta señora como Dulcinea del Toboso “.
Dulcinea del Toboso / Aldonza Lorenzo (. G. Doré) |
Y
sigue el interés de Don Quijote por conocer más detalles: “ cuando llegaste junto á
ella ¿ no sentiste un olor sábeo, una fragancia
aromática, y un no sé qué de bueno que yo no acierto á dalle nombre ? “.
Sancho:
“ Lo que sé
decir (...), es que sentí un olorcillo algo
hombruno, y debia de ser que ella con el mucho ejercicio estaba sudada y algo
correosa “.
Don
Quijote: “
No seria eso (...), porque yo sé bien á lo que
huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído. (...) ¿ qué hizo cuando leyó la carta
? “.
Sancho:
“ no la
leyó, porque dijo que no sabia leer ni escribir “.
Don
Quijote: “
dime ¿ qué joya fué la que te dió al despedirte, por las nuevas
que de mí le llevaste ? porque es usada
y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar á los escuderos,
doncellas ó enanos que les llevan nuevas de sus damas á ellos, á ellas de sus
andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado “.
Sancho:
“ Bien
puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debió de ser en los
tiempos pasados, que ahora sólo se debe de acostumbrar á dar un pedazo de pan y
queso, que esto fué lo que me dió mi señora Dulcinea, por las bardas de un
corral, cuando della me despedí; y áun por más señas era el queso ovejuno “.
Don
Quijote: “
Es liberal en extremo (...), y si no te dió joya de oro, sin
duda debió de ser porque no la tendría allí á la mano para dártela “ (Capítulo XXXI, 1ª
parte).
Cervantes
narra cómo halló en Toledo un libro titulado Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete
Benengeli, historiador arábigo que
tradujo del árabe un “morisco aljamiado”; en él había un breve párrafo sobre
Dulcinea muy chusco: “ poniéndole el libro en las
manos , le abrió por medio, y leyendo
un poco en él se comenzó á reir:
pregúntele yo que de qué se reia, y respondióme que de una cosa que tenia aquel
libro escrita en el margen por anotación: díjele que me la dijese, y él, sin
dejar la risa, dijo: Está, como he
dicho, aquí en el margen escrito esto: “Esta Dulcinea del Toboso, tantas
veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar
puercos que otra mujer de toda la Mancha”
“ (Capítulo IX, 1ª
parte).
Mas
don Quijote continuamente idealiza a su amada; así, estando en la venta, cuando
Maritornes y la hija del ventero se disponen a burlarse de él: “ Oh mi señora Dulcinea del
Toboso, extremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del
mejor donaire, depósito de la honestidad, y ultimadamente idea de todo lo
provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo; ¿ y qué fará agora la tu
merced ? ¿ Si tendrás por ventura las mientes en tu cautivo caballero, que á
tantos peligros, por sólo servirte, de su voluntad ha querido ponerse ? Dame tú nuevas della, oh luminaria de las
tres caras, quizá con envidia de la suya la estás ahora mirando que, ó
paseándose por alguna galería de sus suntuosos palacios, ó ya puesta de pechos
sobre algun balcon, está considerando cómo, salva su honestidad y grandeza, ha
de amansar la tormenta que por ella este mi cuitado corazon padece, qué gloria
ha de dar á mis penas, qué sosiego á mi cuidado, y finalmente qué vida á mi
muerte, y qué premio á mis servicios. Y tú, sol, que ya debes de estar apriesa
ensillando tus caballos por madrugar y salir á ver á mi señora, así como la
veas, suplícote que de mi parte la saludes; pero guárdate que al verla y
saludarla no le dés paz en el rostro, que tendré más zelos de ti que tú los
tuviste de aquella ligera ingrata que tanto te hizo sudar y correr por los
llanos de Tesalia, ó por las riberas de Peneo, que no me acuerdo bien por dónde
corriste entonces, zeloso y enamorado “ (Capítulo XLIII, 1ª parte).
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
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