Los cinco meses de 1936 que transcurren en España entre el triunfo de la
coalición del Frente Popular (febrero) y la sublevación militar (julio) han
sido presentados por cierta historiografía como una mezcla de desorden y
violencia que habrían conducido inexorablemente a la guerra civil y habrían
justificado dicha sublevación.
Frente a esa tendencia hay autores que califican de “leyenda negra” esa visión de lo ocurrido por entonces en nuestro
país (ver Ledesma, J.L., “La primavera trágica” de 1936 y la pendiente hacia la
guerra civil” en Los mitos del 18 de
julio, Ed. Crítica, 2013). En esta línea señala Josep Fontana que “lo que hubo, desde el primer momento, fue el
choque entre un gobierno legítimamente elegido que se esforzaba en llevar adelante
una política, harto moderada, de transformación de la sociedad española y unas
fuerzas decididas a liquidar violentamente ese intento, y a acabar de paso con
la democracia”, postura esta última en la que confluían actitudes políticas
"que pretendían legitimarse con los
imaginarios temores de una amenaza revolucionaria comunista que no existió
jamás” (En el combate por la
historia. La República, la guerra civil, el franquismo, Ed. Pasado y
Presente, 2012)
En el marco de una vida política compleja y de una sociedad problemática
que tenía ancladas en el pasado las raíces de una innegable conflictividad,
Campo de Criptana marcaba el paso de su particular historia en una andadura
propia de una ciudad en pequeño que tras contemplar décadas de desarrollo sufría
los efectos de la crisis económica general de los años treinta, de la que el
paro obrero en aumento y la pobreza de un amplio sector de su población eran dos
de sus secuelas más visibles.
Al calor del desarrollo económico ya presente en las últimas décadas del
siglo XIX, la población criptanense había ido creciendo numéricamente, hasta el
punto de alcanzar 14.902 habitantes a 31 de diciembre de 1935; un año después ya eran 15.014 [compare el lector
con la actualidad: a 7 de abril de 2016 el Padrón de nuestro pueblo arroja la
cifra de 13.892 habitantes, de los que españoles somos 12.560].
La actividad vitivinícola había sido y era uno de los motores del desarrollo de
Campo de Criptana. He aquí, de un total de 201, los productores de vino más
destacados en la campaña de 1935 (producción expresada en litros):
Juan Baíllo Manso
. .
. . .
. . 766.000
José Mª Minguijón
. .
. . . . .
546.000
Sindicato
Vinícola . .
. . . . .
528.000
José Simó Besó .
. . .
. . . . 480.000
Jesús Leal . . .
. . .
. . . 363.300
Julián
Sepúlveda . .
. . .
. . 348.500
José Acha .
. . .
. . .
. . . . 345.600
Viuda de Emile
Benecet (Arenales) 312.608
Bodegas Bilbaínas
(Estación). . . 296.160
Francisco
Treviño . .
. . .
. . 285.000
Hijo de Faustino
López .
. . . . 244.500
Mariano Ruiz Gómez .
. . .
. . 200.000
Viuda de Francisco
Rubio .
. . . 187.000
Casimiro
Penalva . .
. . .
. . 160.000
Gregorio
Perucho . .
. . .
. . 150.000
José Ocaña .
. . .
. . .
. . . 145.000
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Plaza de la Constitución en día de mercado |
Por lo demás, la
crisis económica tenía muchas caras, una de ellas el comercio. Uno de los
ingresos del ayuntamiento era el cobro de tasas a los que se ganaban la vida
vendiendo en el mercado público, que tenía por escenario la Plaza. Se trataba
de un ingreso indirecto para las arcas municipales pues los llamados arbitrios
de puestos públicos, pesas y medidas eran subastados entre particulares. Los
rematantes de esos arbitrios para 1936 - Manuel Vaquero Angulo y José Vicente
Manjavacas Manjavacas - venían notando que, salvo los domingos, acudían pocos
vendedores a la plaza del mercado pese a los bajos precios de las tarifas.
Según ellos, los industriales o comerciantes de mayor importancia se habían
unido para no salir a la Plaza – de la Constitución se llamaba entonces -,
salvo cuando venía alguna camioneta forastera, ocasión en que salían, ponían precios
bajos y el forastero tenía que irse; otras veces compraban al forastero la
mercancía para luego aprovecharse en sus cuartos (establecimientos) vendiendo a
más precio, y diciendo a los rematantes que las traían a porte para que no se
les cobrasen derechos.
Los rematantes
aseguraban que si eso seguía así, llegaría el día en que nadie se quedaría con esos
arbitrios y decían que el ayuntamiento podría impedir la venta en los cuartos (establecimientos)
hasta pasada la hora del mercado; así el público se beneficiaría porque
compraría más barato, como ocurría los domingos. Más adelante, la guerra no hizo
sino aumentar los problemas al respecto; Manuel Vaquero, en agosto llegaba a
asegurar que la recaudación de julio por
los arbitrios citados y la que iba de agosto había sido casi nula, pues no acudían
forasteros al mercado ni se hacían ventas: “todo
esta paralizado debido á las actuales circunstancias”.
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Matías Olivares Rubio, encargado de la Oficina de Colocación Obrera |
Otra de las caras
de la crisis, como va dicho, era el paro, que el ayuntamiento trataba de
combatir dedicando recursos económicos a la realización de obras públicas -
arreglo de calles, etc. -. Y surgían problemas, pues tantos eran los
desempleados que no todos tenían la oportunidad de trabajar y había sospechas
de favoritismo. Un ejemplo del conflicto
es el que sigue. En abril de 1936 el socialista Matías Olivares Rubio – llegó a
ser alcalde un tiempo durante la guerra, en cuyo transcurso murió -, auxiliar
del ayuntamiento encargado de la Oficina de Colocación Obrera, ante las
críticas que se le hacían, decía que si alguien trabajaba sin tocarle el turno
no era por él sino por la intervención de algunos concejales, los encargados de
obras, el alcalde, etc., “ya que se
pueden presentar notas escritas, con la insericción (sic) “Admítase a trabajar a fulano de tal” y a
veces hasta sin notas, sino por una Orden verbal”. La protesta contra
él provenía de Izquierda Republicana y de otros sectores políticos.
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Bandera de FET y de las JONS |
Las tensiones
políticas no dejan de estar presentes en la documentación de la época. El 1 de
marzo de 1936 el alcalde, Juan Manuel Sánchez Calcerrada, comunicaba al
farmacéutico Joaquín González Gómez que, habiendo ordenado la superioridad la
clausura de todos los locales de Falange Española así como la exhibición de los
emblemas de esta asociación, le requería para que en el plazo de 48 horas hiciera
desaparecer de la fachada de su casa el rótulo y el emblema de Falange.
Por otra parte, el
día 11 de marzo, el alcalde accidental, José Mª Bustamante, notificaba a Ramón [Sánchez] Quintanar que sabía que en su
guarnicionería, sita en la Plaza de la Constitución, “se celebran reuniones de
carácter político”; esas reuniones estaban prohibidas por el Gobernador pues
estaba vigente el estado de alarma y le rogaba que sólo permitiera la estancia
en su establecimiento de quienes fueran
a comprar o a hacer reparaciones.
Las consecuencias
de los cambios políticos en el plano estatal se dejaban ver en los testimonios
de las gentes de entonces, que a veces reclamaban la toma de medidas oportunas,
como vemos a continuación.
El presidente y el
secretario, Julián Vela e Ignacio Olmedo respectivamente, de la Juventud
Socialista de la Casa del Pueblo exponían el 6 de marzo de 1936 sus recuerdos
del trato de que fueron objeto en el periodo del gobierno de derechas
(1933-1935). Decían que a algunos que en esta fecha eran concejales y tenientes
de alcalde “se les apaleó en plena calle
o carretera” por profesar “ideas
sociales” y por sospechar que pudieran llevar algún arma. Todos decían saber
por quiénes eran sugeridas esas actuaciones.
Añadían que se había
encarcelado caprichosamente a personas que estuvieron trece días retenidos, y
mientras “escarneciendo a sus familiares”.
Seguían afirmando que cuatro ciudadanos fueron juzgados ante un Tribunal de
Urgencia por cantar la Internacional en la calle, y “se nos vejaba, insultaba y perseguía en tpdos sitios”; lo hicieron,
según ellos, gentes de derecha y gestores municipales.
No querían imitar esos
actos pero sí que se abriera información y que se exigieran responsabilidades.
Y si no lo hacían las autoridades, “nos
veremos obligados a buscar los medios de justicia y libertad en nuestro propio
ambiente”. Hablaban de “las probocaciones (sic) que en medio de la más absoluta impunidad
siguen haciendo nuestros enemigos políticos”. Achacaban a la alcaldía limitarse
“cada vez que surge una queja o denuncia
a llamar a los inculpados reprenderlos y ponerlos tranquilamente en libertad”.
Pedían, en fin, a la alcaldía que tomase las medidas necesarias “no para hacer lo que ellos hicieron con
nosotros, sino para obrar con toda justicia y sin bacilaciones (sic)”.
No obstante las
dificultades de aquellos tiempos, no dejaban de celebrarse los festejos especialmente
señalados en el calendario político y social, tales como el aniversario de la
proclamación de la Segunda República, el 14 de abril – en el que no faltaba el
reparto de alimentos a los pobres – o la festividad del 1º de mayo, para la que
en 1936 la Comisión de Fomento – integrada por Leovigildo Romeral, José Mª
Bustamante, Juan Lucas y Manuel Martín Casero - propuso los siguientes actos:
velada musical en la Plaza, cine al aire libre y espectáculo pirotécnico.
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS