En las primeras décadas del siglo XIX en Campo de
Criptana se contaba con dos escuelas; en 1821 había una para niños, con
diversas enseñanzas o materias de estudio, y otra para niñas, “para labor”. Un
maestro para ellos y una maestra para ellas. El maestro cobraba 1.650 reales
anuales; en diciembre ese año tenía a su cargo 68 niños. La maestra percibía
500 reales al año, con 24 niñas que atender. El maestro y la maestra además
cobraban algo a su alumnado, pero tenían que enseñar gratuitamente a los niños
y niñas de familias pobres. Y por cierto, no cobraban con puntualidad.
El maestro era Josef Marcos Aguilera y la maestra María Manuela Liébana. Ambos ya estaban en 1803. Las dos escuelas eran dotadas con los recursos municipales del caudal de Propios; los fondos que se les dedicaba se consideraban escasos. Eran Aguilera y Liébana, puede decirse, los maestros “oficiales” del pueblo; había, además, quienes daban clases por su cuenta en 1803: Nicolás Muñoz Bardón, zapatero de oficio, y Juan Manuel Martínez Meco, que lo hacían en su casa y a domicilio. Y no fueron los únicos que, al menos, lo intentaban. Además desde el 1 de marzo de 1816 se abrió una escuela caritativa en el Convento para niños de hasta 10-12 años pertenecientes a familias pobres, cosa que permitía la ley. El maestro Marcos se quejaba porque decía que los frailes también tenían alumnos de pago.
Por un decreto municipal de 11 de octubre de 1851
se sabe que la escuela de niñas desde 1840 estaba a cargo de Dª Mª Antonia
Marcos Alberca, cuya dotación era de 100
ducados (1.100 reales); ella - se decía en ese decreto - estaba satisfecha y
contenta, sensaciones que el Ayuntamiento y todo el vecindario compartían con
la maestra. Sin embargo, no todo era de color de rosa. En un decreto de 8 de
noviembre de 1851 se señalaba que desde Ciudad Real se insistía en que la
escuela de niñas debía declararse vacante pues la maestra no tenía título. Por
otra parte, un tanto de espectáculo acompañaba al hecho educativo: en el
decreto municipal de 22 de noviembre de ese año se decía que a los exámenes
públicos asistían los concejales, para así dar realce al acto. Y como otros
aspectos de la vida municipal se contaba con la institución correspondiente: en
efecto, había una Comisión Local de Instrucción primaria, cuyo presidente era
el alcalde.
Portada de la obra del maestro Manzanares (1879) |
En las décadas siguientes, al compás del incremento del número de
habitantes del pueblo, aumentaron las escuelas. En 1890, por ejemplo, había cuatro escuelas elementales, dos para niños y
dos para niñas, aparte de otra para adultos y la de Arenales. Eran por entonces
directores de esas cuatro José Mª López Manzanares, José Mª Martínez Borja,
Dionisia Pérez Carrascosa y Mª Mota. En esa década funcionaban también dos
escuelas privadas, la de Vicente Ramón López Manzanares - del que se conservan
unas “Nociones de Analogía y Sintaxis
de Gramática Castellana, basadas en la doctrina de la Gramática de la
Real Academia Española para la enseñanza elemental”, fechadas a 31 de agosto de 1879 - y la de Felicidad
López Fernández. Otros docentes de esos años eran José Mª Martínez, Sixto
Carreras Alarcón, Mª del Rosario Pozo, Mª A. Gómez y Petra Rivera. Pero el
analfabetismo era condición de muchos de los habitantes, y más de las mujeres,
a las que en las aulas se las enseñaba sobre todo a coser, aparte de las
consabidas nociones de doctrina cristiana.
Domingo Miras y el maestro Manzanares en la escuela del Convento (1909) (Fuente: aulatercerciclo.blogspot.com) |
Ya para el siglo XX nos
recuerda Villajos Lucas en sus “Memorias
...” (2008) que, además de las “labores” (como guarderías de ahora), existían
las Escuelas Nacionales ubicadas en dependencias del antiguo Convento cuyo
director era Domingo Miras, destinado en este pueblo desde 1907, y en las que
también había escuelas de adultos con horario de 7 a 9 de la noche; además
menciona la existencia de clases particulares impartidas por algunos docentes en
sus propios domicilios en dicho horario, así como que en 1918 fue abierta una
escuela gratuita en la llamada “Casa de la Culebra” (donde ahora está la Casa
de Cultura) en la que daban clases el sacerdote Especioso Perucho y el
sacristán de la iglesia parroquial.
Patio de la escuela del Convento (Fuente: aulatercerciclo.blogspot.com) |
Más
adelante, en enero de 1928, coincidiendo en el tiempo con la Dictadura Militar encabezada
por el general Primo de Rivera e implantada en septiembre de 1923, se
inauguraron en nuestra localidad las “Escuelas
de la calle la Virgen”, tal como tradicional y popularmente se las denominó
mientras el edificio existió (en su solar tenemos hoy la Escuela de Educación
Infantil “Los Quijotes). El periódico ciudadrealeño de la tarde VIDA MANCHEGA
del día 20 de ese mes, conservado en el
expediente nº 16 de 1928 del Archivo Histórico Municipal de Campo de Criptana,
las describía como edificio de dos plantas “... entre las cuales hay ocho
aulas para niñas y una gran Biblioteca escolar en la que se encuentran obras de
gran importancia cultural...“ . La bendición del edificio corrió a cargo
del párroco, D. Juan José Sánchez Ruiz del Valle, que en su alocución posterior
felicitó al Ayuntamiento de 1921, que había iniciado las obras, y al de aquel
momento por terminarlas. El costo de la obra fue de 100.000 pesetas, que
corrieron a cargo del municipio, “ sin haber recibido subvención de ninguna
clase “. El nombre oficial
fue “Grupos Escolares Reina Victoria
Eugenia”; ya en tiempos de la
Segunda República su nombre original fue sustituido por el de un maestro, Juan José
Escribano.
Portada de VIDA MANCHEGA del 20 de enero de 1928, con la inauguración de las escuelas de calle de la Virgen (Fuente: Expediente nº 16 de 1928. Archivo Histórico Municipal de Campo de Criptana) |
Para entonces, además de otros ya citados, ejercían en el pueblo Deogracias Estavillo Villaumbrosa, Ángel Maldonado Arteaga, Juan José Escribano de la Torre, Eusebio Picazo Escribano, José Ruiz González y desde 1929 Joaquín Miras Azor. En España ya desde la etapa del Gobierno provisional de la Segunda República (1931), y como señal de su interés por la educación, los mayores esfuerzos se centraron en la enseñanza primaria. Durante el primer bienio, con los gobiernos de Manuel Azaña, se crearon más de 10.000 escuelas y se incorporó a 7.000 nuevos maestros, sector al que se le aumentó el sueldo. Campo de Criptana vio entonces el nacimiento de un nuevo complejo escolar, el que se conoció durante décadas como las “Escuelas del Pozo Hondo”.
En el verano de 1931 los maestros de
la Escuela Graduada (Joaquín Miras, Rafael Gómez, Julio Casarrubios, Ángel
Maldonado, Eusebio F. Picazo y Deogracias Estavillo pedían que urgentemente se
habilitasen los nuevos locales recién construidos para edificio escolar. La
inauguración tuvo lugar el 28 de noviembre de 1931. El día siguiente se
reunieron Francisco Escribano Luna - maestro nacional de Arenales de la
Moscarda - Domingo Miras - el maestro-director de la Escuela Graduada de Niños
- y Martín Alberca, el concejal autorizado por el alcalde Antíoco Alarcos. Por
el contenido de ese encuentro se sabe que la Escuela estaba dotada “… con material abundante y moderno que
adquirió el Municipio…”, y que había quedado algún material sobrante de la
anterior escuela (la de la calle Convento), material del cual se seleccionaría para
la escuela de Arenales pupitres, mesas, sillones, tinteros, etc. Formalmente
fue en la sesión de 2 de diciembre en la que el Ayuntamiento, dentro del
apartado de “Obras públicas”, se dio
por enterado tras la lectura del escrito remitido por el director de la Escuela
en el que decía que la misma ya había quedado instalada en su nuevo edificio.
De no haberse producido la guerra civil a partir de julio de 1936 Campo de Criptana habría tenido además otros dos grupos escolares de diez secciones cada uno, uno en la zona norte y otro en la zona sur, cuya construcción tenía un presupuesto de más de 405.000 pesetas. Según el contenido de una proposición hecha al Ayuntamiento por el alcalde, Leovigildo Romeral, el 29 de junio de 1936, el Ministerio de Instrucción Pública había concedido una subvención de 384.000 pesetas para construir los dos grupos escolares mencionados.
Maestros en los años treinta, aparte
de otros ya relacionados, fueron Aurelio Miras Azor, Salomé Plaza Plaza, Carmen
López-Manzanares Rodríguez-Manzaneque, Visitación Martínez Villar, Teresa de la
Mano Martín, Emilia Grigelmo García, Saturnina Zanón Calduch, Rafael Gómez Seco,
Bernardo Fernández Villar, Eduardo Viñas Cañizares, Carmen Contreras
López-Atochero, Elisa (¿Eloísa?) Gómez Hernández, Julia Amador Domenech, Adoración
Sánchez Ballesta, Carmen Clemente Ávila, Víctor López Pacheco, Enrique
Fernández Conde, Jesús Sánchez de León, Juana Mª Morales Pavón, Victoria
Acevedo Moraleda, Félix (¿Felisa?) Jiménez Heras, Sebastiana Fernández Gil, Sacramento
López Salazar, Arturo Vicente Hernando (desde septiembre de 1936) y Casilda
Barcina Zamora, que tomó posesión en febrero de 1939.
Volviendo al centro
protagonista del centenario que este año cumple, es la página web del propio Colegio
Nuestra Señora del Rosario en la que puede leerse que fue fundado en 1920 y se alude
a Dª Dolores Pérez de Bustos como colaboradora “al dejar vivienda para la
educación cristiana de la villa”. Documentación de julio de 1936 conservada en
el Archivo Histórico Municipal de Campo de Criptana precisa que los apellidos
de Dolores eran Bustos y Castilla, así como que la casa, con el número 23 de la
calle Cervantes, estaba situada entre las de José Vicente Moreno Olmedo y Mª
Ángeles Jiménez Plaza, y tenía salida por la parte trasera a la calle Fernández
Calzuelas.
Se
autorizara o no, al mes siguiente estalló la guerra civil y todo cambió.
Ya al poco de
iniciarse la guerra el colegio conocido siempre como “el de las monjas” fue incautado con todas sus pertenencias. El acta
de ocupación lleva la fecha de 30 de julio de 1936 y está firmada por el
alcalde accidental José Mª Bustamante Galindo.
La
incautación se hizo en virtud de lo dispuesto en el artículo 1º del decreto del
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes de fecha 27 de julio de 1936
(Gaceta del 28 de julio). En el inventario del material “científico y pedagógico” figuraban:
3
mesas de profesores, sencillas
44
pupitres “bipersonales diversas tallas”
10
bancos de pino, con respaldo, para párvulos
4
encerados
4
papeleras “Alambre”
3
pianos
1
diccionario ilustrado “Lafuente”
6
Aritméticas de 2º grado, de F.T.D.
1
Dibujo lineal “Giró”
1
Geometría “Seig y Barral”
8 Programas
grado preparatorio y elemental de “Porcel
y Riera”
El
edificio quedó desalojado y a disposición del Estado. Una vez cerrado, el
alcalde se hizo cargo de las llaves del edificio, que disponía de:
Cocina
con vajilla completa.
Comedor
con 1 mesa general, 8 sillas y 1 aparador.
Otro
comedor, con mesa, 7 sillas, etc.
Cinco
dormitorios: 2 de 1 cama cada uno, 2 de 2 camas cada uno, y 1 con 5 camas.
Cuatro
aulas:
1
con 21 pupitres y 2 mesas de profesoras
1
con 8 pupitres y 1 mesa de profesora
1
con 15 pupitres y 1 mesa de profesor
1
con 14 pupitres y 1 mesa de profesora
Capilla,
que tenía 4 bancos, 2 reclinatorios y 1 confesionario.
Sacristía,
2 recibidores, gabinete, 2 salas, patio, cueva, sala de piano, despensa,
galería, y corral (con 39 gallinas, 1 pavo, 1 pareja de conejos de cría y 2
conejos pequeños).
Con
fecha 13 de agosto de 1936, el Ayuntamiento [seguía como alcalde Leovigildo
Romeral] se dirigió por escrito al Gobernador Civil de Ciudad Real, a la vez
presidente de la “Junta Provincial para sustitución de la enseñanza religiosa”;
le recordaba que el edificio estaba ocupado, y para sustituir desde principio
de septiembre la enseñanza del que había sido colegio religioso rogaba que se
nombrara a dos maestras para las niñas y párvulos existentes, y añadía que el
edificio tenía capacidad para “sus tres
saloncitos de clase” y viviendas para las dos maestras en pisos separados y
distaba 200 metros de la “Escuela
nacional graduada del Oeste” [la del Pozo Hondo, inaugurada en 1931]. Aprovechó
la ocasión al alcalde para referirse al director de la Escuela citada – Domingo
Miras –, del que afirmaba que, “a más de su probado amor al Régimen y
competencia profesional”, tenía medio siglo de consagración a la enseñanza
y treinta años de residencia en esta población.
Procesión del Santo Entierro (1956). A la derecha, la fachada del Colegio. (Foto de Isidro de las Heras) |
La web citada nos dice que tras la guerra civil la primera autorización data de 1941, dada a favor de la hermana Carmen Torrijos – la misma que en junio de 1936 había solicitado la apertura del colegio “Cervantes” - y que como nombre del colegio figuraba, en principio, “Nuestra Señora del Carmen”. Sería 1958 el año de su establecimiento definitivo como colegio de enseñanza primaria, percibiendo la correspondiente subvención ministerial. En 1960 se comenzaron a impartir también clases de Bachillerato Elemental y Superior libre destinadas a alumnos que posteriormente se examinaban en institutos de Valdepeñas y Alcázar de San Juan, situación que se mantuvo hasta que en octubre de 1969 fue inaugurado el Instituto de Campo de Criptana como Sección Delegada del “Miguel de Cervantes” de Alcázar. En 1973 fue concedida la subvención para la Enseñanza General Básica, implantada con la Ley de 1970, y unos años después, en 1980, se decidió la construcción de un nuevo edificio.
El Colegio que conocí y
del que fui alumno durante unos cursos académicos era popularmente llamado, como anticipé, “Colegio de las Monjas”, dicho con más propiedad, “de las Religiosas Dominicas
de la Anunciata”, congregación de origen catalán nacida en agosto de 1856. Hoy en
día pertenece a la “Fundación Educativa Francisco Coll”, en la que se integró
en 2008, y, en calidad de concertado según el marco normativo de la Junta de
Comunidades de Castilla la Mancha, dispone de una línea desde el Segundo Ciclo
de Infantil (3 años) hasta 4º de Educación Secundaria Obligatoria (E.S.O.).
A punto de iniciar el partido de fútbol del recreo. Curso 1960-61 |
Cursé en este centro la etapa de la enseñanza elemental o primaria. Así pues por él pasé durante unos cursos, concretamente hasta el verano de 1962. La entrada al colegio se hacía por la calle Torrecilla o Cervantes, en la que muchas veces se oía a las chicas cantar antes de pasar al interior aquello de “En la calle Torrecilla / hay un colegio famoso / al que van todos los chicos / a aprender a hacer el oso / pachín, pa-ra-ra pachín...”. Recuerdos tengo bastantes, unos más agradables, alguno menos. Me acuerdo de algunas hermanas que me dieron clase como la Hermana Adela o la Hermana Rosa, y a otras que no fueron mis profesoras, como la Hermana Mercedes, la Hermana Carmen - y su piano” - o la Madre Rosario; el patio de recreo, en el que jugar al fútbol era el entretenimiento más habitual, y desde luego no olvido aquellas tardes del mes de mayo en las que nos congregábamos en el patio central para rezar y cantar las llamadas “Flores a María”, celebración en medio de la cual algún compañero, vencido por el sueño, quedaba tendido en el suelo.
Una de aquellas fotos "oficiales" que nos hacían (1959) |
Tras todas estas notas traídas a colación en relación con la efeméride que las ha motivado y con la enseñanza primaria en nuestro pueblo, solo cabe felicitar al Colegio como institución por el cumplimiento de su centenario, a todos los alumnos y alumnas que por él han pasado a lo largo de los años y a todas las personas que en la actualidad son parte activa del mismo.
¡ FELICIDADES !
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
[1] En
el blog de José Manuel Cañas Reíllo, Criptana
en el tiempo, artículo El Colegio
Cervantes (Campo de Criptana, 1936), publicado el 2 de febrero de 2017.