Más de una vez me he ocupado de este asunto, y si ahora
vuelvo a hacerlo es porque todavía hay personas a quienes les extraña que
cuando se habla de cierto sector del casco urbano de nuestro pueblo se utilice
tal denominación, Albaicín, e
incluso se muestran radicalmente en contra de su uso para referirse a un barrio
cuando de la “villa de los molinos” se trata, alegando que Albaicín es palabra
exclusiva de la ciudad de Granada para designar uno de sus barrios.
Además de su
uso como nombre propio en el sentido indicado, se trata de un sustantivo
antiguo de origen árabe que etimológicamente significa “barrio en cuesta”, acepción apropiada para nombrar a ese sector urbano criptanense
integrado por calles que presentan, por lo general, un perfil empinado. Hay que
tener presente que si hay un rasgo destacable que da personalidad al primitivo
Campo de Criptana – llamado El Campo cuando fue fundado por la Orden de
Santiago - es la topografía del terreno en que se asentó - una ladera al pie del Cerro de la Paz
rematada por su Sierra -, rasgo que, a pesar de su crecimiento espacial a lo
largo de los siglos, sigue dotando a nuestro pueblo de singularidad si lo
comparamos con otras localidades de la comarca. Por otra parte, como veremos,
no es una palabra inventada en los últimos tiempos por oportunismo turístico ni
nada parecido, sino que efectivamente, echando la vista atrás en el tiempo, ya
hace siglos parte del casco urbano tenía oficialmente esa denominación como una
calle en el nomenclátor de las vías urbanas de la villa criptanense.
Límites de El Albaicín en el plano actual |
En la actualidad el barrio conocido
como El Albaicín comprende varias decenas de vías urbanas situadas entre
la calle de la Fuente del Caño por el Oeste y la calle Huertos por el Este, que
enmarcan, como si fueran dos grandes brazos, esa parte del casco urbano que
desemboca en la Sierra de los Molinos; por el sur sus límites son las calles
Santa Teresa, Espada, Libertad, Rinconada y Buenavista. Es un sector en el que
muchas calles llevan nombres de personajes y aventuras de la célebre novela
cervantina Don Quijote de la Mancha – Princesa Urganda,
Rocinante, Yelmo de Mambrino, etc., etc. -, rotuladas así por decisión del
equipo municipal que en 1955 dirigía el alcalde José González Lara.
Planteada como hipótesis, cabría
hacer la afirmación de que las características topográficas y un hecho
histórico - el asentamiento de población de origen musulmán en esa zona en las
últimas décadas del siglo XVI –
habrían confluido en la decisión de otorgar, en su momento, el nombre al barrio
que nos ocupa. Respecto del segundo motivo, en 1580 hay censado en nuestro pueblo casi un centenar de familias
integradas por moriscos, que ya en
1603 se había reducido a la cifra de 41. Tales moriscos habían llegado en su
momento a Campo de Criptana procedentes del Reino de Granada en virtud de la
dispersión por tierras de Castilla a que fueron sometidos por decreto de Felipe
II tras la sublevación que habían protagonizado en las Alpujarras a raíz de
1568.
Muy probablemente esos antiguos
musulmanes, cristianos nuevos según
la terminología de aquella época, establecieran sus hogares a las afueras de la
villa, hacia el Este-Noreste; existe una tradición – recalco lo de tradición – que asegura que
la Cruz levantada frente a la ermita antedicha habría servido desde entonces de
separación entre el espacio habitado por los cristianos viejos y el ocupado por
los cristianos nuevos pero, de cualquier forma, por la cantidad de personas de
que hablamos, la superficie de terreno ocupada por ellos no sería muy extensa;
sin embargo, ellos habrían sido los primeros pobladores del entonces Albaicín.
Un documento de nuestro Archivo Histórico Municipal confirma las circunstancias
críticas por las que atravesó ese barrio (en realidad, como otros) en el siglo
XVII; concretamente, en 1684 sus treinta casas estaban casi arruinadas por
efecto de las abundantes lluvias y del abandono producido por las defunciones
causadas por epidemias y por la emigración de parte de sus moradores ante la
excesiva presión fiscal.
Pero ese barrio no ha tenido
siempre – me refiero a varios siglos atrás -, la extensión superficial que ahora tiene, cosa más que lógica. El espacio
natural, no ocupado por viviendas de ningún tipo, dominaba en la mayor parte de
esos terrenos,; posteriormente la expansión urbana se habría de dar también
hacia el Norte y hacia el Este. Hay que tener en cuenta que bien avanzado el
siglo XVI parte de la actual calle de Santa Ana no existía. En efecto, la
ermita que da nombre a esta calle se estaba levantando en 1575 fuera del casco
urbano: en las llamadas Relaciones
Topográficas de Felipe II, redactadas en ese año, podemos leer, en la
respuesta nº 51 de la de Campo de Criptana, al mencionar las ermitas de la
villa, que “… junto al pueblo se hace
otra de Señora Santa Ana”; corría el mes de diciembre de dicho año.
Avatares coyunturales aparte, de
lo que no debe caber ninguna duda es de que, como se indica después, el origen
de El Albaicín es el entorno cercano a la Plazuela de Santa Ana. El primer
censo de población propiamente demográfico en España data de 1857, pero con
anterioridad a esa fecha contamos, no obstante, con un documento
extraordinariamente valioso, el conocido como Catastro de Ensenada, que por lo tocante a Campo de Criptana lleva
la fecha de 1752. Pues bien, en él
El Albaicín figura como una vía urbana con once inmuebles, casas cuyos propietarios
eran dos viudas (Catalina Harinero y María Martín Carramolino), cuatro
jornaleros (Cristóbal Díaz Parreño, Vicente Martín Sevilla, Esteban Rodríguez
Salinas y Alfonso Sánchez Guijaldo), un criado mandadero (José Díaz Hellín),
dos pastores mayorales (Andrés Díaz Hellín y Miguel Ramos), un pequeño labrador
(Custodio López Pardo) y un mayoral del campo (Nicolás Sánchez Guijaldo), todos
ellos vecinos con un bajo nivel de renta. Las once casas se extendían por una
superficie de unos 1.900 metros cuadrados y sus fachadas en conjunto sumaban
unos cien metros lineales. De lo que hoy incluimos en El Albaicín como barrio,
a mediados del siglo XVIII sólo existían, además, la calle Cebolla (ahora
Espada) y la calle Rodadero, con 21 y 11 casas respectivamente, además de la
calle Fuente, con bastante menos longitud que ahora. Como se comprueba, una
parte muy pequeña del actual Albaicín, cuyo crecimiento es, por tanto,
posterior.
Calles Rinconada, Libertad y Costanilla, núcleo original de El Albaicín |
Ciertamente el pueblo crecía
espacialmente a medida que pasaba el tiempo. En la segunda mitad del siglo XIX
la ordenación del espacio urbano de acuerdo con parámetros cada vez más
racionales, y al tiempo cada vez más necesarios por el propio proceso de
expansión de la villa, hizo que el Ayuntamiento regulara el propio plano con
criterios de claridad. Esto es lo que llevó a cabo en 1890. En sesión plenaria municipal de 14 de abril de ese año se
reorganizó el nomenclátor de las calles del pueblo, acuerdo que afectó a un
buen número de ellas; para entonces El
Albaicín se denominaba también calle Rinconada,
una calle por cierto con tres ramificaciones, que entonces recibieron
oficialmente los nombres de Rinconada,
Costanilla y Libertad, las tres que se constituyen, pues, como el corazón o
núcleo central del actual Albaicín.
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