lunes, 2 de noviembre de 2015

ANDANZAS, QUEHACERES, PERIPECIAS Y PERPLEJIDADES DE CRONISTA (Capítulo I)

En este blog algunos escritos han centrado su atención en la problemática del cronista oficial de este pueblo. Bien está que se conozca todo lo que rodea a esta figura, que podemos considerar honorífica pues no es una tarea retribuida económicamente ni es un puesto incluido en la plantilla laboral de un ayuntamiento. Comienzo ahora una breve serie sobre el tema.
En los primeros meses de 1988 un grupo de cronistas oficiales de distintas poblaciones de la provincia de Ciudad Real estaban organizando para 1989 el Congreso anual de la Asociación Española de Cronistas Oficiales, que ellos querían que tuviese por escenario nuestra provincia; aunque el centro del mismo sería la capital, su deseo es que algunas localidades ciudadrealeñas, entre ellas Campo de Criptana, fuesen también escenario de algunas jornadas.
Título de miembro de la AECO, recibido
 en el Congreso de Ciudad Real (1989)
El problema era que Campo de Criptana no contaba con un cronista nombrado por la Corporación municipal, lo que motivó que en entrevista con el alcalde criptanense solicitaran a éste que nuestro ayuntamiento cumpliera el trámite oportuno. Con ese fin, a mediados de 1988 el alcalde de Campo de Criptana, Joaquín Fuentes Ballesteros,  me comunicó la idea del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Campo de Criptana en el sentido de nombrarme Cronista Oficial de esta Villa, en lo que debió influir mi condición de historiador y el hecho de que por mi parte había ido   publicando en algunos medios de comunicación artículos sobre nuestra historia local después de que desde 1976 estaba organizando, por iniciativa propia y de forma desinteresada, el Archivo Histórico Municipal e investigando nuestra historia local a partir del mismo.
Título renovado cuando a la denominación
de la Asociación se añadió Real (RAECO), 2008.
Acepté la proposición, si bien a renglón seguido le pregunté a Joaquín qué era lo que yo tenía que hacer como tal cronista pues yo tenía ni idea de lo que eso podía suponer. Las dudas sobre la función del cronista pronto se disiparon una vez que entré en contacto con la Asociación citada. Era preceptivo que el ayuntamiento me otorgara el nombramiento a través de la Comisión de Gobierno y quedara ratificado por el Pleno municipal. Y así ocurrió, de manera que en Ciudad Real el 14 de octubre de 1989, en el transcurso del XVI Congreso de la Asociación Española de Cronistas Oficiales, me fue entregado el título acreditativo - aquí reproducido - de mi pertenencia a ésta, toda vez que yo era el Cronista Oficial de Campo de Criptana “según acuerdo de su Ayuntamiento Pleno”, tal como consta en él.
Reconocimiento de mis 25 años como miembro
de la RAECO, recibido en el Congreso celebrado
en Oviedo (2014)
El alcalde criptanense en la anterior legislatura, Santiago Lucas-Torres, dijo en un Pleno en el mes de julio de 2014 que mi nombramiento no estaba ratificado, afirmación que se contradice con lo que puede leerse en el título referido. Dado que si hubiera sucedido tal como había proclamado Santiago, la Asociación habría mentido por escrito, cosa que sería una barbaridad y, desde luego, increíble, habrá que suponer que nuestro Ayuntamiento en algún momento comunicó a la Asociación la ratificación de mi nombramiento. ¿En qué momento? Si la Comisión de Gobierno me nombró en julio de 1988 y mi título de miembro de la Asociación es de octubre de 1989, entre esas dos fechas debió tener lugar el Pleno en que se me ratificó. Localícese el acta, pues.
Algunos de los cronistas
que causamos alta en la Asociación en 1989
Vayamos ahora a lo que para mí ha supuesto ser cronista de mi pueblo. Según el Diccionario de la Real Academia Española, cronista es el “autor de una crónica, o el que tiene por oficio escribirlas”, y crónica se define etimológicamente como “libros en que se refieren los sucesos por orden del tiempo”, y entre otras acepciones tiene la de “historia en que se observa el orden de los tiempos”. En cuanto a lo que debe ser el quehacer del cronista, en los Estatutos de la Asociación a que pertenezco puede leerse lo siguiente:

Cronistas en la Diputación de Ciudad Real (1989).
El de Campo de Criptana, en tercera fila primero por la derecha

La labor que realizan los Cronistas Oficiales de los pueblos, villas, ciudades y provincias de España ha sido reconocida meritoria y trascendente. La figura del Cronista tiene una honda raigambre histórica y tradicional en la vida local española. A los Cronistas Oficiales les está atribuida la redacción de la Crónica Local, en la que se comprenden los hechos y sucesos pasados y presentes que por su importancia e interés deban registrarse en la historia de cada pueblo, villa o ciudad. Pero al Cronista le corresponde también asesorar e informar, investigar, promocionar y defender los valores históricos, artísticos, urbanos, paisajísticos y humanos de su localidad. Es una labor constante, difícil y oscura que ha producido magníficos frutos. Y ello, a pesar de que el trabajo de los Cronistas Oficiales se ha tenido que realizar hasta ahora de un modo personal, aislado, carente de ayudas; por lo cual, muchos esfuerzos han resultado baldíos o los resultados obtenidos no están en relación directa con el trabajo realizado”.

Portada del libro publicado en 1989
En lo que respecta a mi labor, sin tratar de ser exhaustivo en el detalle, he contribuido y estoy contribuyendo al conocimiento de la historia criptanense. En 1976 y años siguientes, con la colaboración de alguna persona  en ciertas ocasiones, ordené la documentación del Archivo Histórico y redacté un fichero que ahora está informatizado. Mis colaboraciones y artículos en periódicos y en revistas de Feria, Semana Santa, Cofradías, etc. superan el centenar, y sus contenidos, aunque no se cita la fuente – cosa que debería hacerse por aquello de la propiedad intelectual -, están en parte reproducidos en publicaciones de todo tipo. Se me han editado varios libros sobre este pueblo, el primero en 1989 (Campo de Criptana en la época de los Austrias), tengo tres que permanecen inéditos y actualmente trabajo en otros dos que ojalá corran mejor suerte que esos tres. Por otra parte, durante más de una década he impartido Cursos de Historia Local en la Universidad Popular de la Casa de Cultura.
Uno de los dibujos de
Andrés Escribano que ilustraban
el libro de 1989
Y en cuanto a la defensa de los valores históricos, artísticos, urbanos, etc., de nuestra localidad, algo ha hecho y está haciendo también este cronista. Mencionada queda la actividad referente a la conservación del patrimonio documental del Archivo Histórico. En otro orden de cosas, y ahora que se habla tanto de la conservación del tipismo urbanístico, debo recordar que en el curso académico 1987-1988 dirigí a un grupo de alumnos y alumnas de Geografía de 2º de B.U.P. del Instituto de Campo de Criptana en la realización de un estudio sobre el paisaje de 44 vías urbanas que integran en gran manera el barrio de El Albaicín; la conclusión del trabajo era previsible: el tipismo urbanístico criptanense en su mayor parte había pasado a mejor vida. Pero ese estudio dio pie a la realización de actividades como alguna que otra mesa redonda celebrada en el transcurso de algunas ediciones de la Semana Cervantina y contribuyó al impulso de un debate sobre el tema que llega hasta la actualidad.

Acabo con otro de los componentes de mi actividad, por no extenderme más: la defensa de la conservación del patrimonio monumental como fuente de conocimiento histórico. En este sentido, y sin tocar el tema de los molinos de viento – que daría para mucho espacio -, me centro en el fin de estas líneas en dos edificios muy importantes. Uno es la iglesia del antiguo Convento de Carmelitas Descalzos, en la que en 1993 se llevó a cabo una campaña de restauración en la que me vi muy satisfactoriamente involucrado, igual que  en las obras de rehabilitación inauguradas en 2009. El otro edificio es El Pósito, cuyo deplorable estado me llevó a promover en torno a 1985 una campaña de concienciación ciudadana y cara el Ayuntamiento, lo cual dio su fruto y acabó en la década siguiente en su restauración, que hoy disfrutamos.   
           
      FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS








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