martes, 21 de abril de 2020

EN TIEMPOS DE PANDEMIA Y CONFINAMIENTO, UNA MIRADA PARCIAL A NUESTRO PARTICULAR PASADO SANITARIO (III)



No solo el cólera provocaba la creación de lazaretos. En agosto de 1846 había dos o tres vecinos que padecían viruela, de la que se habían contagiado en Tomelloso. Para acoger a ellos y a cualquier criptanense procedente de cualquier otro pueblo que padeciera la misma enfermedad se estableció un lazareto en la ermita de la Concepción, en la que se les proporcionaría cuantos auxilios y medicinas necesitasen; en el caso de no tener bienes para sufragar los gastos sobrevenidos de su estancia se utilizarían con ese fin fondos de la Junta de Beneficencia, creada en 1832. Como norma, solo los médicos podrían entrar en el lazareto y los alimentos y medicinas serían suministrados a los contagiados por las personas que esa Junta decidiese.

Ermita de la Concepción

Con motivo de la oleada de cólera de mediados de ese siglo, se fueron adoptando medidas preventivas. Algunas tenían que ver con la limpieza y la desinfección, tales como la prohibición – 28 de agosto de 1854 – de depositar basuras de todo tipo por las calles o en torno de edificios como el Pósito, y la recomendación – 1 de septiembre - de enjalbegar las fachadas y limpiar las casas. El día 6 de ese mes el Ayuntamiento ordenó que los veterinarios vigilaran el degüello de reses, y recomendó que, para purificar la atmósfera, los vecinos por la noche quemaran en las calles espliego, romero, tomillo, etc.; por otra parte, para impedir la entrada al pueblo de personas procedentes de pueblos contagiados o sospechosos de estarlo, se nombró a 66 vecinos para que, divididos en las categorías de Jefes, Cabos y Fuerza, se turnaran en la vigilancia de las puertas de la villa, situadas en la Plaza del Pozo Hondo y en las calles Cerca de los Frailes (el tramo de la calle Castillo entre las calles Convento y Concepción), Concepción, Corrales (Paloma), Monte, Convento, Tercia, Lerino, Huertas (calle Reina Cristina entre calles Tercia y Castillo) y Castillo. También se acordó establecer una casa de socorro en algunas de las dependencias del extinto Convento, habilitando para ello dos habitaciones, cada una con seis camas.

También, cómo no, se recurrió a implorar la protección divina. Ante el hecho de que en Mota del Cuervo había personas enfermas debido al cólera, el 8 de septiembre el Ayuntamiento criptanense acordó traer al pueblo las imágenes del Cristo de Villajos y de la Virgen de Criptana para hacer rogativas, que comenzaron el día 12; a las rogativas deberían asistir las cofradías y representantes de las ermitas con sus imágenes y estandartes. Además, aunque nuestra villa en esos días estaba libre de la epidemia, pero dada la cercanía de las fiestas celebradas anualmente en honor del Cristo de Villajos, que tendrían lugar en el pueblo el domingo día 17 y en su ermita el domingo 24 (la Octava), el Ayuntamiento decidió aplazarlas al 15 de octubre para evitar contagios pues afluían habitualmente muchos forasteros a disfrutar de la feria cada año.

Ermita del Cristo de Villajos (1886),
punto de concurrencia de muchos devotos
de la comarca

Entretanto se habían ido añadiendo medidas preventivas, una de las cuales tuvo como escenario las dependencias del antiguo Convento, en las que ya hacía unos años que no había frailes. En parte de ellas se habían ubicado escuelas y ocurría que las basuras de todo tipo iban a parar a un patio interior al no tener un espacio exterior descubierto – un corral – por lo que podría darse un foco insano muy perjudicial más aún cuando por entonces en parte de las citadas dependencias se estaba habilitando un hospital – la casa de socorro citada - destinado a acoger a posibles víctimas del cólera. Por ello y con el fin de poder disponer allí de un terreno adecuado para basurero en la sesión del Ayuntamiento del 23 de septiembre se dio cuenta de las gestiones que se estaban haciendo con la viuda de D. León Morán para comprarle una parte de su propiedad contigua a la actual calle Castillo y al propio Convento (donde ahora está la Casa de la Juventud), terreno, por cierto que había pertenecido al Convento y su comunidad de carmelitas descalzos y que había sido enajenado tras la desamortización de bienes de instituciones religiosas decretada en 1836 y adquirido por Dionisio López, padre de la viuda de Morán.

El terreno de los espacios 10, 11 y 12, lindante
con la calle Castillo (calle Cerca de los Frailes
en 1854 en ese sector) fue el adquirido
a la viuda de León Morán


Otra medida preventiva tomada por el Ayuntamiento, en consonancia con el deseo de la Junta de Sanidad de eliminar focos infecciosos, tuvo el objetivo de eliminar uno que había alrededor del Pósito, para lo que los contrafuertes que había  – y hay – en dos de las fachadas del edificio quedaran cerrados por sendos muros dado que había quienes tenían la mala costumbre de arrojar basuras en los espacios que había entre ellos.

El Pósito antes de su restauración.
Restos del muro construido (1854) entre
los contrafuertes
de la fachada occidental
(la puerta se abrió  en el siglo XX).
En la imagen siguiente, muro entre
los contrafuertes
de la fachada meridional 



Hacer frente al temido cólera suponía hacer un gasto extraordinario, razón por la que el 18 de septiembre de 1854 se tomó el acuerdo de pedir permiso a la Diputación provincial para coger fondos del Pósito si llegase a hacer falta. Cuatro días después, cuando el cólera no solo afectaba a Mota sino también a Villarrobledo y otras poblaciones cercanas, se propuso a la Diputación vender 60 fanegas de trigo del Pósito para disponer de dinero con que ir afrontando gastos.

A pesar de las medidas que se habían ido arbitrando, a cuyo gasto se había hecho frente vendiendo, en total, 200 fanegas del trigo almacenado en el Pósito, se puso de manifiesto el 17 de noviembre que dos personas habían enfermado de cólera, pero siendo evidente que se había evitado la propagación del mal y teniendo en cuenta que los pueblos cercanos ya estaban libres de la enfermedad, el día 24 la Corporación acordó celebrar una función religiosa como acción de gracias a nuestros Patronos.

Mas pasaron unos meses y de nuevo cambió el panorama. El 20 de mayo de 1855 el Ayuntamiento se hizo eco de la reaparición del cólera en Madrid coincidiendo con la llegada de los primeros calores, y consecuentemente se puso en marcha la maquinaria preventiva y la previsión de gastos y cómo sufragarlos. Para gastos en relación con la prevención se acordó que el dinero se allegaría de los mayores contribuyentes por territorial e industria, concretamente los que tuvieran cuota superior a 300 reales, que recobrarían su aportación a cargo de los fondos del Pósito una vez que esta institución hubiese ingresado en agosto y septiembre las cantidades procedentes de los préstamos anuales hechos a los agricultores.

El 12 de julio, cuando ya varios pueblos de la provincia de Ciudad Real, algunos muy cercanos al nuestro, estaban infectados, el Ayuntamiento acordó impedir la entrada de gentes de fuera hasta que no hubieran pasado la cuarentena, eso sí, prestándoles los auxilios que necesitasen, y también cercar la villa y poner guardias en las entradas. Al día siguiente se sabía que el cólera se había hecho presente en Alcázar y de nuevo se decidió traer desde sus ermitas las imágenes del Cristo de Villajos y de la Virgen de Criptana para practicar de nuevo rogativas durante nueve días. 


Una de tantas procesiones de rogativas
(Orellana la Vieja, Badajoz, c. 1920)

En otro orden de cosas eran esos años (1854-1856) un tiempo de cambios políticos – el llamado Bienio Progresista -, con la intervención del ejército en primer plano de la vida nacional, y el Ayuntamiento supo el día 20 que desde Granada venía tropa con destino al pueblo, el Batallón de Cazadores de Madrid, que por miedo al contagio de los criptanenses habría de acuertelarse fuera del casco urbano, concretamente en la ermita y Cerro de la Virgen Criptana; esta novedad implicaba sumar un nuevo gasto para abastecer a esa unidad de pan, leña y aceite, para lo que se decidió echar mano de las existencias dinerarias del Pósito, al que se lo devolvería más adelante la Hacienda Pública.

  FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

                                                (continuará)





       





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