Dentro
de poco entraremos en el segundo mes de una alteración profunda en nuestras
vidas, tanto en nuestro país como a lo largo y ancho de nuestro mundo. Una pandemia
está rigiendo, querámoslo o no, el quehacer diario de cada cual. Cuántas veces
hemos oído decir, y todos hemos dicho, que nunca habíamos conocido nada igual.
Y es verdad. Mas si abrimos la perspectiva hacia atrás en el tiempo
comprobaremos que no son pocos en la historia de la humanidad los episodios
epidémicos que han marcado la evolución de los habitantes de nuestro planeta, y
desde muy antiguo, si bien voy a referirme, a modo de muestra, a algunos de
ellos partiendo de la etapa final de la Edad Media y dando relevancia a lo que
tiene que ver con Campo de Criptana.
Diversas
epidemias de peste – bubónica, pulmonar - fueron habituales en Europa
desde mediados del siglo XIV hasta principios del siglo XVIII. En no muchos años
en torno a 1348 la peste negra invadió las regiones mediterráneas acabando por infectar
el resto del continente. Dependiendo de las zonas, entre la mitad y los dos tercios
de la población europea, que por entonces sumaba alrededor de 80 millones, murió.
Francisco José de Goya: "Corral de apestados" |
En España, como en Europa, a diferencia de los siglos XVI y XVIII, en los que hubo un notable incremento demográfico, en el XVII la población se mantuvo estacionaria por una serie de factores negativos, entre ellos las hambrunas por malas cosechas y diversos periodos de mortalidad extraordinaria causados en buena parte por la presencia de epidemias – básicamente la peste, bien conocida ya en centurias anteriores en los diferentes territorios peninsulares - en varios momentos de la centuria.
El
primero, que se extendió desde el siglo anterior, concretamente desde 1597, y
abarcó hasta 1602, fue el de la llamada “peste atlántica”; penetró por tierras
cantábricas y afectó a casi toda España, originando alrededor de medio millón
de muertos. La segunda fase, conocida como “la peste mediterránea”, fue la peor
del siglo y se extendió desde 1647 hasta 1652; hubo ciudades que perdieron
entre la cuarta parte y el 50% de sus habitantes, casos de Valencia y Sevilla.
Entre 1676 y 1685 hubo una tercera oleada de peste, que tuvo por escenario
principal las mismas regiones que la segunda, es decir, la mitad meridional y
la mitad oriental; aunque fue de más duración que las dos anteriores fue menos
virulenta. De cualquier forma, los más débiles económicamente fueron siempre
los más fácilmente atacables.
Un
hecho que debe resaltarse es cómo se veían afectados los pueblos y ciudades, para los que la declaración oficial de núcleo “apestado” resultaba muy negativa
por el aislamiento que suponía y por las repercusiones negativas sobre el
abastecimiento y la actividad comercial; en consecuencia mucha gente se
empobrecía, si bien es cierto que también había enriquecimientos más o menos
repentinos. Por su parte, las haciendas municipales quedaron, por lo general
convertidas en instituciones muy depauperadas al tiempo que hacían frente a la
extensión de la enfermedad como buenamente podían: limitando la circulación de
las personas, incomunicando a los enfermos, destruyendo las ropas de los
afectados por la peste, acentuando las medidas de vigilancia, etc., etc. Por lo
demás, ni que decir tiene que en el ambiente de temor que se extendía al compás
de cada episodio epidémico proliferaban fabulaciones sociales, obsesiones
mentales, todo tipo de supersticiones, falsas noticias (¿nos suena algo de esto
en 2020?), aparte del recurso a ciertas prácticas piadosas y la extensión de la
devoción a santos protectores como San Sebastián, San Rafael o San Roque.
San Roque |
La
oleada pestífera de mediados de siglo parece que apenas incidió en la localidad y todo se
limitó a la prevención contra ella. El 20 de junio de 1649, con el fin de
reunir dinero para hacer frente a los gastos, se decretó un repartimiento
contributivo sobre los vecinos con el fin de cercar el pueblo e impedir el
contagio, dejando solo cuatro calles abiertas al exterior. El 25 de junio de
1650 el Ayuntamiento redobló las precauciones al tener noticia de que la
enfermedad ya había alcanzado la localidad de Priego de Còrdoba.
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
(continuará)
Muchas gracias profesor por arrojar luz y, especialmente, por abordar este tema desde una perspectiva local.
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