En 1854 el cólera, como se ha visto, solo
amagó pero en 1855 invadió el pueblo. El 10 de septiembre se habían
producido ya dos casos de enfermos por esa causa. Fue estallar la epidemia y
comenzar la huida hacia lugar seguro – casas de campo, por ejemplo – por parte
de quienes tenían medios para ello. Ya en la sesión municipal del 24 de
septiembre se señaló que la mayor parte de propietarios de terrenos que ocupaba
el ferrocarril - precisamente entre ellos algunos de los más ricos de la
localidad - estaban ausentes por la invasión del cólera. Por cierto, debe
aclararse que el tren empezó a circular por nuestro término el 18 de marzo de
ese año.
La ermita de la Virgen de Criptana, lazareto en 1855 |
Al respecto un tal Evaristo Pérez por
esos días había enviado un escrito al Gobernador de la provincia en el que ponía
en su conocimiento que apenas aparecer el cólera en Campo de Criptana se
retiraron a sus casas de campo los poderosos. Especificaba el informante que el
primero que lo hizo fue el alcalde, Francisco Vicente Salcedo, y después otros:
el que hacía de 2º, Juan José Granero, el regidor José Pulpón y el Síndico 2º
Ramón Pulpón, introduciendo – decía Evaristo – “con tan irreprimible conducta (...) el temor y desaliento en este desgraciado vecindario”. Continuaba en
su escrito apuntando que si no hubiera sido por el nuevo alcalde – recuérdese lo que indiqué en
el capítulo anterior sobre los cambios de aquel Bienio -, Gregorio Baíllo, por
los otros pocos concejales, por algunos particulares como Dionisio Leal y el
cura Fidel Alarcos “... sabe Dios lo que
sucedería en el pueblo”.
Como es lógico, el Gobernador pidió al
Ayuntamiento un informe sobre la denuncia recibida. El 27 de octubre se le contestó
lo siguiente, minimizando en parte la posible gravedad de lo ocurrido:
. Era cierto que algunas familias, entre
ellas bastantes incluidas en la categoría de mayores contribuyentes, se habían
retirado al campo por temor al cólera, que seguía en esa fecha dándose en el
pueblo.
. También era cierto que antes de irse
habían ofrecido sus casas y recursos para lo que hiciera falta, además de que
habían participado en el repartimiento hecho.
. El alcalde Salcedo se había retirado al
campo tras la licencia concedida por el Gobernador para restablecer su salud.
. Los otros tres citados también estaban
delicados de salud y tuvieron miedo de ser afectados por el cólera, y se
precisaba que estaban a distancia de un cuarto de legua del pueblo.
. Manuel Calonge, otro regidor que había
caído enfermo, se había marchado a Madrid por consejo médico.
. Si el pueblo estaba atemorizado era
porque nunca había sufrido calamidad semejante.
. Se habían ausentado vecinos de todas
clases.
. La ausencia de algunas autoridades no
había supuesto ningún perjuicio pues las instituciones seguían funcionando y
además los eclesiásticos estaban colaborando.
. Había suficiente cantidad de todo lo
preciso, incluidos enfermeros y enterradores.
. Y sobre el autor del escrito de denuncia
– que cabe pensar que muy probablemente utilizó nombre y apellido falsos - decía
la Corporación que era desconocido en el pueblo y que parecía haberse
propuesto algo nada noble, es decir, “desconceptuar”
a una serie de personas.
Dr. Jaume Ferran i Clua descubridor de una vacuna anticolérica unas décadas después |
Alguna medida de carácter social tomaron
las autoridades. No hay que olvidar que la pobreza, de por sí, estaba bastante
extendida; por ejemplo, en agosto de 1854 el número oficial de pobres de Campo
de Criptana era de 867 sobre una población total de unos 5.300 habitantes. Las
difíciles condiciones de subsistencia se agravaban ante cualquier problema
puntual como el que nos ocupa. Por la falta de trabajo consecuencia de los
temporales (en febrero y en octubre de 1855 las lluvias fueron abundantes y
persistentes) y de la epidemia, lo que derivó en el hecho de que había no pocas
familias indigentes que no tenían de qué alimentarse, lo que las exponía aún
más a la enfermedad, el Ayuntamiento pensó en que esas personas podrían recoger
bellota del Monte Viejo, que por entonces – aunque no por mucho tiempo – era de
titularidad pública y formaba parte de los bienes de Propios municipales; eso
sí, no de gratis sino pagando a cambio cuatro cuartos al Ayuntamiento cada
persona que hiciera esa recogida.
Dos meses se prolongó la epidemia, entre
el 9 de septiembre y el 4 de noviembre, con el siguiente balance:
. Enfermaron 274 personas, de las que
murieron 149 (algo más del 54%).
. Por sexos, la enfermedad había
alcanzado a 109 hombres y 175 mujeres, el 39,8% y el 60,2 % del total
respectivamente; el 13,5 % del conjunto eran niños y niñas.
. De los fallecidos, el 41,6 % eran
hombres y el 58,4% mujeres; los niños y niñas (incluidos también en los
porcentajes de hombres y mujeres) fueron
el 20,1% del total.
Una de las personas fallecidas fue D.
Juan Bautista Olmedo, administrador del Hospital de San Bartolomé.
. Calles destacadas por el número de
enfermos:
Villargordo, 8
Cuevas, 7
Concepción, 6
Pozo Hondo, 5
Convento, 5
Rodadero, 4
Santa Ana, 4
Rinconada de Santa Ana, 4
Cebolla (hoy, Espada), 4
San Sebastián, 4
Amargura, 4
. Calles destacadas por el número de
muertes:
Villargordo, 6
Pozo Hondo, 4
Rinconada de Santa Ana, 4
Cuevas, 4
Convento, 3
Amargura, 3
Para valorar adecuadamente el número de
fallecimientos conviene saber que la media anual de muertos entre los años 1846
y 1852, de los que se tienen datos completos, fue de 159 personas, lo que
quiere decir que en los citados dos meses de 1855 la cifra de muertos por
cólera fue muy cercana a la que venía siendo normal por el conjunto de
enfermedades en un año, lo que da idea de la magnitud del desastre demográfico
causado por aquella oleada epidémica, que, en relación con la cantidad de
población total de Campo de Criptana, calculada por lo bajo para 1855 en torno
a 5.700 habitantes, se llevó por delante al 2,6% de la población total; en
definitiva, y expresado de otra forma, algo así como si en el año 2020 durante
dos meses en nuestro pueblo fallecieran diariamente de media cinco o seis
personas.
La antigua ermita de San Sebastián, señalada con el nº 17 en el Plano de 1911. |
En ese año parece que la ermita de San
Sebastián, o su terreno aledaño, sirvió como camposanto de parte de las
víctimas de la epidemia, y como lazaretos, aparte de las dependencias de las
ermitas del Cristo de Villajos y de la Virgen de Criptana también se utilizó la
torre de la iglesia parroquial.
La torre de la vieja iglesia parroquial |
El 5 de noviembre se constató que el
cólera había desaparecido de nuestra villa y por ello habían vuelto a ella los
llamados peritos repartidores (las personas que eran nombradas por el
Ayuntamiento para asignar a cada contribuyente incluido en los repartimientos
la cuota a pagar), que como
bastantes otros vecinos habían abandonado el pueblo unos dos meses antes. Más
adelante, por aquello de los gastos ocasionados por la epidemia, el 19 de noviembre
el Ayuntamiento acordó dirigir un escrito al Ministro de la Gobernación en el
que se le pedía dinero de los fondos destinados por el Estado para combatirla,
dinero con el que se podría devolver lo tomado anteriormente de otros fondos pertenecientes
al propio Ayuntamiento.
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
(continuará)
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