viernes, 6 de marzo de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XV)

                       DULCINEA (cont.)

La carta de Don Quijote para Dulcinea se había quedado en poder del propio Don Quijote. Como en realidad Sancho no llegó hasta El Toboso, hizo creer a su amo que se la había aprendido de memoria y que luego un sacristán la había transcrito. Al volver Sancho a encontrarse con su amo, éste le hace preguntas sobre Dulcinea y él mismo va imaginando cómo se había desarollado el encuentro. Sancho le va contando también fantasías:

Don Quijote: “ A buen seguro que la hallaste ensartando perlas ó bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo caballero”.

Sancho: “ No la hallé (...) sino ahechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa “.

Don Quijote: “ Pues haz cuenta (...) que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos (...), ¿ el trigo era candeal ó trechel ? “.  

Sancho: “ No era sino rubion “.

Don Quijote: “ Pues yo te aseguro (...), que ahechado por sus manos hizo pan candeal sin duda alguna “.

A su pregunta sobre qué hizo con la carta, responde Sancho: “ Cuando yo se la iba á dar (...), ella estaba en la fuga del meneo de una buena parte de trigo que tenia en la criba, y díjome: Poned, amigo esa carta sobre aquel costal, que no la puedo leer hasta que acabe de acribar todo lo que aquí está “.

Siguen las preguntas sobre qué hablaron Sancho y Dulcinea. Cuando Sancho dice haberle contado que Don Quijote maldecía su suerte, éste señala: “ En decir que maldecia mi fortuna dijiste mal (...), porque ántes la bendigo y bendeciré todos los dias de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso “.
Dulcinea del Toboso / Aldonza Lorenzo
(. G. Doré)

Y sigue el interés de Don Quijote por conocer más detalles: “ cuando llegaste junto á ella ¿ no sentiste un olor sábeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno que yo no acierto á dalle nombre ? “.

Sancho: “ Lo que sé decir (...), es que sentí un olorcillo algo hombruno, y debia de ser que ella con el mucho ejercicio estaba sudada y algo correosa “.

Don Quijote: “ No seria eso (...), porque yo sé bien á lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído. (...) ¿ qué hizo cuando leyó la carta ? “.  

Sancho: “ no la leyó, porque dijo que no sabia leer ni escribir “.

Don Quijote: “ dime  ¿ qué joya fué  la que te dió al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste ?  porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar á los escuderos, doncellas ó enanos que les llevan nuevas de sus damas á ellos, á ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado “.

Sancho: “ Bien puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debió de ser en los tiempos pasados, que ahora sólo se debe de acostumbrar á dar un pedazo de pan y queso, que esto fué lo que me dió mi señora Dulcinea, por las bardas de un corral, cuando della me despedí; y áun por más señas era el queso ovejuno “.

Don Quijote: “ Es liberal en extremo (...), y si no te dió joya de oro, sin duda debió de ser porque no la tendría allí á la mano para dártela “  (Capítulo XXXI, 1ª parte).

Cervantes narra cómo halló en Toledo un libro titulado Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo que tradujo del árabe un “morisco aljamiado”; en él había un breve párrafo sobre Dulcinea muy chusco: “  poniéndole el libro en las manos , le abrió por medio, y leyendo  un  poco en él se comenzó á reir: pregúntele yo que de qué se reia, y respondióme que de una cosa que tenia aquel libro escrita en el margen por anotación: díjele que me la dijese, y él, sin dejar la risa, dijo:  Está, como he dicho, aquí en el margen escrito esto: Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha (Capítulo IX, 1ª parte).

Mas don Quijote continuamente idealiza a su amada; así, estando en la venta, cuando Maritornes y la hija del ventero se disponen a burlarse de él: “ Oh mi señora Dulcinea del Toboso, extremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del mejor donaire, depósito de la honestidad, y ultimadamente idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo; ¿ y qué fará agora la tu merced ? ¿ Si tendrás por ventura las mientes en tu cautivo caballero, que á tantos peligros, por sólo servirte, de su voluntad ha querido ponerse ?  Dame tú nuevas della, oh luminaria de las tres caras, quizá con envidia de la suya la estás ahora mirando que, ó paseándose por alguna galería de sus suntuosos palacios, ó ya puesta de pechos sobre algun balcon, está considerando cómo, salva su honestidad y grandeza, ha de amansar la tormenta que por ella este mi cuitado corazon padece, qué gloria ha de dar á mis penas, qué sosiego á mi cuidado, y finalmente qué vida á mi muerte, y qué premio á mis servicios. Y tú, sol, que ya debes de estar apriesa ensillando tus caballos por madrugar y salir á ver á mi señora, así como la veas, suplícote que de mi parte la saludes; pero guárdate que al verla y saludarla no le dés paz en el rostro, que tendré más zelos de ti que tú los tuviste de aquella ligera ingrata que tanto te hizo sudar y correr por los llanos de Tesalia, ó por las riberas de Peneo, que no me acuerdo bien por dónde corriste entonces, zeloso y enamorado “  (Capítulo XLIII, 1ª parte).

                      FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS


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