El contenido de este capítulo, el último de la
serie sobre esta Cofradía, se centra en los años treinta y parte de los
cuarenta del siglo pasado.
En abril de 1931 se produjo en España un cambio
político más que notable: de un Estado monárquico se pasó a la Segunda
República, en la que todos los cargos políticos, incluido el del Jefe del
Estado (Presidente de la República), eran elegidos por la ciudadanía. Pero el
paso de un régimen a otro implicó más y profundos cambios, recogidos en la
Constitución promulgada en diciembre de 1931.
Esa Constitución, por lo que más toca a lo que se viene tratando en
esta serie, estableció, por un lado, una tajante separación Iglesia-Estado o,
dicho de otra forma, una clara aconfesionalidad de éste; por otra parte, la
libertad religiosa. Concretamente, en su artículo 27º se estipulaba, entre
otros aspectos: “La libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente
cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el
respeto debido a las exigencias de la moral pública (…)
Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las
manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por
el Gobierno (…).
Conjugar esos dos principios no resultó fácil y a veces surgieron
conflictos, caso de la celebración de procesiones. Basándose en el precepto
constitucional, la normativa establecía que el Gobernador Civil de la provincia
respectiva era quien debía autorizar la celebración de las procesiones
callejeras basándose en el informe preceptivo del alcalde de la población ante
posibles alteraciones del orden, etc., etc. En mi opinión, y con la mirada
puesta en los mencionados conflictos, faltó sentido común en los gobernantes y
en los gobernados, al tiempo que en unos y en otros se dio un exceso de
apasionamiento.
De la presentación de las cuentas se deduce que en 1931 hubo las
procesiones acostumbradas y los sermones habituales. También en 1932, pero no
en 1933, si bien hubo 24 pesetas en ingresos por 12 papeletas de las andas.
Supongo que hubo hermanos dispuestos a coger las andas si procesiones hubiera
habido y las limosnas quedaron dadas. Lo que recogen también las cuentas es el
gasto habido en solicitar al Gobernador la realización de las procesiones, 9
pesetas en total, abonadas a quienes hicieron la solicitud, Santos Ortiz y
Bernardo Alberca. La solicitud fue denegada, se deduce.
En 1934 sí las hubo pues están contabilizadas las subastas, así como en
1935. En 1936 ya no consta eso, si bien sí figuran algunas limosnas por andas. No
volvería a haber procesiones de Semana Santa en Campo de Criptana hasta 1940.
En los años treinta, mientras hubo – digamos - normalidad, ingresaban nuevos
hermanos en esta Cofradía: 4 en la anualidad 1930-1931, 1 en la de 1932-1933, 7 en la de 1933-1934
y 1 en la de 1934-1935. Pasada la guerra, los nuevos hermanos se multiplicaron:
139 en 1940-1941.
Procesión de El Paso en la calle Caídas (1922) |
El Jueves Santo era la “llamada
de la Oración del Huerto”.
El Viernes Santo, a las seis de la mañana, se iniciaba la procesión
denominada “de Jesús al Calvario”,
llamada vulgarmente “del Paso”.
Banda de Música Filarmónica Beethoven, vestida con túnica, en la calle Cervantes durante la procesión de El Paso (1946) |
Ese mismo día por la tarde tenía lugar la del Santo Entierro.
Poco más tarde, de nueve a diez de la noche, salía a la calle la de El Traslado.
Procesión del Santo Entierro |
También,
en este caso para el año 1935, se conserva la solicitud que elevaba Juan José
Parreño a la Corporación municipal para que la Compañía de Soldados Romanos
asistiera a las procesiones de Semana Santa y para salir formados a las calles
tocando tambores y cornetas cuando se trasladaran a las ermitas y para en la noche del Jueves
Santo acudir a hacer guardia en los monumentos de la iglesia parroquial,
Convento y Asilo tocando también.
Para el periodo inmediatamente posterior a la
guerra civil he contado con un libro de actas - veintiuna en total - que abarca
desde el 12 de febrero de 1942 a 8 de enero de 1945, límite cronológico que,
“grosso modo”, utilizo en esta charla.
A finales de 1943 ya figura como asistente a las
reuniones en lugar del párroco el coadjutor Aurelio Pérez. Mientras tanto seguían
las obras en la ermita y se seguía pidiendo donativos. Una vez renovada la
Junta Directiva en febrero de 1944, se subió la cuota anual satisfecha por los
cofrades - unos 200 por entonces - de 1
a 2 pesetas.
La reunión que la Junta Directiva celebró el 5 de marzo de 1944 ya tuvo como escenario la
ermita, una vez hechas las obras de acondicionamiento del edificio. Hasta
entonces se hacían en la sacristía de la llamada en la documentación parroquia
del Carmen, es decir, la iglesia del antiguo Convento, pues el nuevo templo
parroquial no existía, fue inaugurado en 1958.
Cofrades con el nuevo capirote blanco, En el centro el presidente elegido en 1944, Francisco López-Casero |
En la reunión de 10 de mayo de 1944 se
constataba que faltaba de todo en asunto de ornamentos y candelabros para los
actos litúrgicos. No obstante, por lo que se observa en las cuentas que se
presentan por entonces, y en adelante hasta principios de 1945, con celebración
de rifas, etc., la situación económica de la Hermandad parece mejorar, hasta el
punto de que en enero de ese año el saldo a favor era de 557,95 pesetas.
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS