sábado, 25 de marzo de 2017

LA COFRADÍA DE LA VERACRUZ DE CAMPO DE CRIPTANA (y VII)


El contenido de este capítulo, el último de la serie sobre esta Cofradía, se centra en los años treinta y parte de los cuarenta del siglo pasado.

En abril de 1931 se produjo en España un cambio político más que notable: de un Estado monárquico se pasó a la Segunda República, en la que todos los cargos políticos, incluido el del Jefe del Estado (Presidente de la República), eran elegidos por la ciudadanía. Pero el paso de un régimen a otro implicó más y profundos cambios, recogidos en la Constitución promulgada en diciembre de 1931.

Esa Constitución, por lo que más toca a lo que se viene tratando en esta serie, estableció, por un lado, una tajante separación Iglesia-Estado o, dicho de otra forma, una clara aconfesionalidad de éste; por otra parte, la libertad religiosa. Concretamente, en su artículo 27º se estipulaba, entre otros aspectos: “La libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto debido a las exigencias de la moral pública (…) Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno (…).

Conjugar esos dos principios no resultó fácil y a veces surgieron conflictos, caso de la celebración de procesiones. Basándose en el precepto constitucional, la normativa establecía que el Gobernador Civil de la provincia respectiva era quien debía autorizar la celebración de las procesiones callejeras basándose en el informe preceptivo del alcalde de la población ante posibles alteraciones del orden, etc., etc. En mi opinión, y con la mirada puesta en los mencionados conflictos, faltó sentido común en los gobernantes y en los gobernados, al tiempo que en unos y en otros se dio un exceso de apasionamiento.

De la presentación de las cuentas se deduce que en 1931 hubo las procesiones acostumbradas y los sermones habituales. También en 1932, pero no en 1933, si bien hubo 24 pesetas en ingresos por 12 papeletas de las andas. Supongo que hubo hermanos dispuestos a coger las andas si procesiones hubiera habido y las limosnas quedaron dadas. Lo que recogen también las cuentas es el gasto habido en solicitar al Gobernador la realización de las procesiones, 9 pesetas en total, abonadas a quienes hicieron la solicitud, Santos Ortiz y Bernardo Alberca. La solicitud fue denegada, se deduce.

En 1934 sí las hubo pues están contabilizadas las subastas, así como en 1935. En 1936 ya no consta eso, si bien sí figuran algunas limosnas por andas. No volvería a haber procesiones de Semana Santa en Campo de Criptana hasta 1940.

En los años treinta, mientras hubo – digamos - normalidad, ingresaban nuevos hermanos en esta Cofradía: 4 en la anualidad 1930-1931, 1 en la de 1932-1933, 7 en la de 1933-1934 y 1 en la de 1934-1935. Pasada la guerra, los nuevos hermanos se multiplicaron: 139 en 1940-1941.

Procesión de El Paso
en la calle Caídas (1922)
En el Archivo Histórico Municipal de Campo de Criptana se conservan, del periodo republicano, las solicitudes para efectuar las procesiones de las dos cofradías pasionarias que por entonces existían – de una parte, la de Jesús Nazareno y Soledad Angustiada, y de otra la de la Santa Vera Cruz, según las denominaciones de entonces -:
     El Jueves Santo era la “llamada de la Oración del Huerto”.
   El Viernes Santo, a las seis de la mañana, se iniciaba la procesión        


Banda de Música Filarmónica Beethoven,
vestida con túnica, en la calle Cervantes
durante la procesión de El Paso (1946)


denominada “de Jesús al Calvario”, llamada vulgarmente “del Paso”.
    Ese mismo día por la tarde tenía lugar la del Santo Entierro.
   Poco más tarde, de nueve a diez de la noche, salía a la calle la de El  Traslado.   
Procesión del Santo Entierro
Se conserva, referida a 1932, la solicitud para celebrar la procesión de Jesús Resucitado el domingo de Pascua. La imagen de Jesús salía de la ermita de la Veracruz y al mismo tiempo salía de la de la Madre de Dios la imagen de la Virgen. Ambas se encontraban en la iglesia parroquial, donde tenía lugar la función religiosa correspondiente, terminada la cual la Virgen era trasladada a su ermita por la calle Soledad.

También, en este caso para el año 1935, se conserva la solicitud que elevaba Juan José Parreño a la Corporación municipal para que la Compañía de Soldados Romanos asistiera a las procesiones de Semana Santa y para salir formados a las calles tocando tambores y cornetas cuando se trasladaran  a las ermitas y para en la noche del Jueves Santo acudir a hacer guardia en los monumentos de la iglesia parroquial, Convento y Asilo tocando también.

Para el periodo inmediatamente posterior a la guerra civil he contado con un libro de actas - veintiuna en total - que abarca desde el 12 de febrero de 1942 a 8 de enero de 1945, límite cronológico que, “grosso modo”, utilizo en esta charla.

A finales de 1943 ya figura como asistente a las reuniones en lugar del párroco el coadjutor Aurelio Pérez. Mientras tanto seguían las obras en la ermita y se seguía pidiendo donativos. Una vez renovada la Junta Directiva en febrero de 1944, se subió la cuota anual satisfecha por los cofrades  - unos 200 por entonces - de 1 a 2 pesetas.

La reunión que la Junta Directiva celebró el  5 de marzo de 1944 ya tuvo como escenario la ermita, una vez hechas las obras de acondicionamiento del edificio. Hasta entonces se hacían en la sacristía de la llamada en la documentación parroquia del Carmen, es decir, la iglesia del antiguo Convento, pues el nuevo templo parroquial no existía, fue inaugurado en 1958.

Cofrades con el nuevo capirote blanco,
En el centro el presidente elegido en 1944,
Francisco López-Casero
En la reunión de 2 de abril de 1944 por primera vez tras la guerra se recoge la subasta de las imágenes y de las campanillas. En ella la Junta Directiva acordó cambiar el capirote antiguo encarnado por el capirote blanco, lo que no sería el último cambio en la vestimenta cofrade, más tarde habría alguno más, de la misma forma que con el paso de los años la Cofradía experimentó cambios y novedades, entre otras el aumento del número de sus pasos de Semana Santa.

En la reunión de 10 de mayo de 1944 se constataba que faltaba de todo en asunto de ornamentos y candelabros para los actos litúrgicos. No obstante, por lo que se observa en las cuentas que se presentan por entonces, y en adelante hasta principios de 1945, con celebración de rifas, etc., la situación económica de la Hermandad parece mejorar, hasta el punto de que en enero de ese año el saldo a favor era de 557,95 pesetas.

          FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS



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