Retablo del altar mayor de la destruida iglesia parroquial de Campo de Criptana (siglo XVI), obra de Pedro Martínez de Castañeda |
Describen los
visitadores el retablo del altar mayor de entonces, de talla y dorado en parte,
de la siguiente forma:
En
la calle central:
En
un primer cuerpo, en relieve, la escena del Calvario (el Crucificado, la Virgen
y San Juan).
En
el siguiente cuerpo, una tabla pintada con la última Cena.
Y,
completando la calle central, la escena de la Resurrección.
Rodeando
la calle central, cuatro pinturas en tabla sobre la Pasión.
No
parece ser ese el retablo conocido por las fotografías existentes anteriores a
1936, sino que debió ser modificado o sustituido por otro realizado en el siglo
XVIII o en el XIX.
Parte superior de la portada, con relieves distribuidos simétricamente, característica del Renacimiento |
La escena del Calvario, en la portada de la ermita |
Detalle del Calvario de la portada de la ermita, con una figura casi idéntica a la del retablo parroquial |
La letra P, grabada en la base de un relieve de la portada de la ermita |
La cubierta interior, con el tiempo - ¿siglo XVII,
siglo XVIII? - fue abovedada y había una cornisa que recorría los muros. La
ermita a lo largo de los años tuvo bastantes intervenciones, cosa lógica en un
edificio de siglos. Por citar sólo algunas:
En 1829 se levantó un pilar contrafuerte en la
fachada de Mediodía, dado que el muro se inclinaba peligrosamente.
En enero de 1852 se abordó la manera de allegar
dinero para hacer una obra muy necesaria pues el edificio se encontraba en un estado
calificado de ruinoso. No se pudo reunir la cantidad necesaria y de momento el
proyecto quedó aparcado.
En
febrero de 1862 otra vez se acuerda reparar la ermita; esta vez la gente fue
más generosa y la empresa sí se puso llevar a cabo. La Junta Directiva en ese
año estaba así formada:
Párroco: Francisco Ansaldo Llamas
Mayordomos: Francisco Vicente Salcedo y Gregorio Perucho
Vocales: José Mª Salcedo, Juan Manuel Alarcón, Juan
José Villacañas y José María Rubio
Alcaldes: Nicanor Pizarro y Juan Antonio Palomino
Capellán: Aurelio Bardón
Visitador: Norberto Pizarro
Secretario: Pedro Antonio Luján
Se pidió permiso para hacer la obra al Gobernador
Eclesiástico, al que informó favorablemente el párroco, que, por cierto, hacía
hincapié en que la Iglesia no prescindía de la propiedad de la ermita;
literalmente señalaba “que [a la
Cofradía] se [le] concedió unicamente para las funciones y
juntas de espresada Cofradía”.
Interior de la ermita de Santa Ana, edificada en 1575 |
Interior de la ermita de la Veracruz, con la cubierta adintelada y vigas de madera en resalte, similar a la cubierta de la ermita de Santa Ana |
Posteriormente, en 1877, se reparó el testero de
la puerta de saliente, y en 1891-1892 se pavimentaron la nave de la ermita y la
sacristía. Más adelante, las cuentas de 1923 recogen, en la relación de gastos,
los de la instalación del agua corriente, que supuso un coste de 60,20 pesetas.
Por lo demás, la ermita se blanqueaba o enjalbegaba todos los años y con
frecuencia había que ir haciendo alguna que otra reparación.
La guerra civil tuvo consecuencias nefastas en
todos los sentidos para el templo. El 19 de agosto de la ermita fue saqueada. Fueron
destrozados retablos e imágenes, entre ellas - relatan los informes de
posguerra - un antiguo Cristo de la Columna y un Descendimiento “de gran mérito artístico”, y la ermita
fue convertida después en almacén de muebles incautados.
En
más de una ocasión a lo largo de este y otros capítulos anteriores he
mencionado las cuentas de la Cofradía. La norma o costumbre era que el
mayordomo de los caudales rindiera cuentas anualmente, el 4 de mayo, del
periodo que abarcaba desde ese día del año anterior hasta el 3 de mayo del año
en que se presentaban.
Desde
1838 hasta 1841 no se presentaron pues decía el mayordomo, Francisco Vicente
Salcedo, que había estado “agoviado de la
revolucion que nos afligia”, frase con la que, sin duda, se refería a la
inestabilidad producida por una de las guerras civiles que hubo en España en el
siglo XIX, o sea, la primera guerra carlista, planteada tras la muerte de
Fernando VII en 1833 y finalizada en 1840; seguía el mayordomo aclarando que
desde entonces hasta 1852 la presentación de las cuentas no había sido
permitida por la “delicadeza de la Junta”,
expresión que entiendo tiene que ver con la adversa situación económica
experimentada por la Cofradía tras ser decretada en 1841 la ya citada en esta
serie desamortización de bienes eclesiásticos (de cofradías, etc.) durante la
regencia del general Espartero, situación económica que hizo que el propio mayordomo
Salcedo aportara de su bolsillo no pocos años el dinero necesario para que la
Cofradía fuera atendiendo sus necesidades.
La
presentación anual de las cuentas a veces tenía otro problema añadido, que no
era otro que el poco control de la documentación. Así, en 1875 no se
presentaron las cuentas en la fecha acostumbrada porque no se sabía dónde
estaba el último libro de decretos y los dos últimos secretarios, Pedro Antonio
Luján y José Martínez Borja, no los tenían.
Hasta
1893, como ya se dejó claro, la contabilidad se expresó en reales y maravedís;
a partir de entonces, en pesetas. En reales, el mayor déficit anual fue en
1882, con 216 reales, pues el registrado por valor de más de 2.635 reales
abarcó el periodo comprendido entre 1852 y 1863. En reales, el año de más
superávit, con 698, fue el de las cuentas presentadas en 1891.
Ya en pesetas, solo hubo un año de los que se
cuenta con datos, 1908, en el que se registró déficit, apenas algo más de 10
pesetas. En relación con los superávits, había diferencias notables de unos
años a otros; hubo alguno, el 1927, en el que el saldo positivo alcanzó más de
551 pesetas, a pesar de lo cual no faltaban ocasiones en que la Junta hablaba
de situación económica angustiosa, como sucedió en 1911.
Algunos aspectos curiosos que muestran las cuentas
son los siguientes:
En gastos es habitual el del obsequio al clero y a
la Banda de Música en la Función de la
Cruz, el 3 de mayo, a base de bizcochos, vino y peladillas. La Banda de
Bernardo Gómez, es decir, la Filarmónica Beethoven, por ejemplo en la anualidad
1904-1905 cobró 40 pesetas por tocar en misa, procesión y hoguera de la Cruz;
en 1905-1906 dio 15 pesetas de limosna, en 1908-1909 no cobró nada.
Por primera vez en la anualidad 1896-1897 aparece
el pago de palmas para llevarlas los miembros de la Junta en la procesión del Domingo
de Ramos: 5 pesetas.
Por primera vez figura el gasto de cohetes en la
fiesta de la Cruz en 1903-1904.
En ingresos, por primera vez aparece en 1898-1899
la rifa de un cerdo, rifa que después se hizo en bastantes años. A veces se
rifaba, como en 1906-1907, una imagen del Cristo de la Columna, o de la Virgen
del Carmen, como en 1919-1920. En 1908-1909 se rifaron unos cuadros regalados
por Carmen Baíllo Melgarejo.
Por primera vez en ingresos en 1901-1902 se
contabilizan las aportaciones hechas por otras cofradías existentes en la
parroquia.
De los años posteriores a 1940, en los ingresos, además
de subastas, cuotas de los hermanos, asistencia de la Cruz a entierros, andas
para muertos y donativos, se incluye lo recaudado en sesiones de cine, elaboración
de churros los días 2 y 3 de mayo en las fiestas de la Cruz, y las
acostumbradas rifas, ya sea la de un cerdo o, alguna vez, la de 200 kg de
harina, como en 1944-1945.
La Guerra Civil está presente literalmente en las
cuentas de 1944 a 1945: 50 pesetas en gastos se dieron como limosna para las
víctimas de la guerra.
Otra fuente de ingresos era la venta de estampas:
en las cuentas de 1927-1928 es cuando por primera vez se incluyen gastos e
ingresos por estampas del Cristo de la Columna y del Descendimiento.
Las sanciones a cofrades, aunque pocas veces, no
faltan; en 1896-1897 en ingresos figura una multa de 1,25 pesetas al
secretario, Jacinto Cuadra, por no asistir con tunicela [una pequeña túnica
como la que llevaban los subdiáconos] a la procesión del Jueves Santo.
También hay un momento en que se comienza a
confeccionar túnicas para su alquiler a quienes no las tenían. Se cobraba 2 pesetas
por túnica, lo que aparece por primera
vez en la anualidad 1931-1932, en la que se compraron 44 varas de “pañete” para túnicas al comerciante
Santiago Luján.
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
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