viernes, 23 de enero de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (V)

P E R S O N A J E S     Y     A V E N T U R A S



Nos adentramos ahora en la novela para saber quién es quién, qué tratamiento le es dado por el autor, cómo ve éste en su mente creadora a cada uno de ellos y los lugares y aventuras evocados en el callejero criptanense, para acabar con una brevísima referencia a la vida y obra de aquel genio de las letras que muy bien pudo conocer de cerca aquel Campo de Criptana que en pleno Siglo de Oro estaba en la mejor disposición – mejor, sin duda, que cualquier población de nuestra región – , por el número de molinos de viento con que contaba, para servirle de inspiración a la hora de componer aquel episodio, uno de los más divulgados de la literatura universal, de la pelea contra los que el protagonista creía ser gigantes.






DON QUIJOTE DE LA MANCHA / ALONSO QUIJANO EL BUENO


Comienza la novela con la descripción del personaje central de la misma y de su condición, integrante de la baja nobleza y con escasa hacienda, así como con alguna escasa referencia a su cuna: “ En un lugar de la Mancha (...) no ha mucho tiempo que vivia un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocin flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicon las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algun palomino de añadidura los domingos, consumian las tres partes de su hacienda. El resto della concluian sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los dias de entre semana se honraba con su vellorí de lo más fino. (...) Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años: era de complexion recia, seco de carnes, enjuto de rostro, (...) tenia el sobrenombre de Quijada ó Quesada (que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco á nuestro cuento (...) “  (Capítulo I, 1ª parte).

Cervantes insiste en este apellido o sobrenombre cuando, en el transcurso de la primera salida de su aldea, Don Quijote yace en el suelo después de haber sido vapuleado por un mozo de mulas de los del grupo de mercaderes toledanos que se dirigían a Murcia a comprar seda y es encontrado por Pedro Alonso - un labrador vecino suyo que volvía de llevar una carga de trigo al molino -; frente a lo que afirmaba Don Quijote sobre su parentesco con el marqués de Mantua, aquél le dijo al reconocerlo: “ Señor Quijana (que así se debia de llamar cuando él tenia juicio y no habia pasado de hidalgo sosegado á caballero andante),  ¿ quién ha puesto á vuestra merced desta suerte ? “  (Capítulo V, 1ª parte).

Don Quijote en su encuentro con unos mercaderes toledanos
(G. Doré)

Don Alonso Quijano era soltero y no pensaba en cambiar de estado. Así lo manifestaba dirigiéndose a Basilio, el que acaba casándose con la bella Quiteria en lugar del célebre Camacho: “ Yo no soy casado, ni hasta agora me ha venido en pensamiento serlo “  (Capítulo XXII, 2ª parte).

Tenía a su servicio “ una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba á los veinte, y un mozo de campo y plaza, que asi ensillaba el rocin como tomaba la podadera “  (Capítulo I, 1ª parte). Sobre sus gustos y costumbres nos dice que era  “ gran madrugador y amigo de la caza “  y que “ los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año), se daba á leer libros de caballerías con tanta aficion y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó á tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó á su casa todos cuantos pudo haber dellos “  (Capítulo I, 1ª parte).

De tanto leer “ perdia el pobre caballero el juicio “  y no era raro verlo discutir con el cura y con el barbero de su lugar sobre cuál de los caballeros andantes había sido el mejor; en suma, “  se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los dias de turbio en turbio: y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino á perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leia en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leia, que para él no habia otra historia más cierta en el mundo “  (Capítulo I, 1ª parte).

Don Alonso Quijano embebido en sus lecturas
(G. Doré)

Y así “ rematado ya su juicio, vino á dar en el más extraño pensamiento que jamas dió loco en el mundo, y fué, que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo á buscar las aventuras, y á ejercitarse en todo aquello que él habia leido que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado, por el valor de su brazo, por lo ménos del imperio de Trapisonda: y así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del extraño gusto que en ellos sentia, se dio priesa á poner en efeto lo que deseaba “  (Capítulo I, 1ª parte).


FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS


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