miércoles, 19 de abril de 2017

CUANDO LA CARIDAD SE INSTITUCIONALIZA, ...

Hace unos días Joaquín Estefanía - periodista, economista y escritor - publicaba en el diario EL PAÍS un artículo relacionado con el Estado de Bienestar y con la Beneficencia en el que, haciéndose eco del recientemente hecho público INFORME SOBRE EL ESTADO SOCIAL DE LA NACIÓN 2017, elaborado por la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales, entre otros contenidos señalaba lo siguiente:


"La mayor parte de los datos son conocidos (la renta media de los hogares se redujo un 13% de 2009 a 2015; más de ocho millones de trabajadores están por debajo del umbral de pobreza; casi 700.000 hogares no tienen ningún ingreso; la mala alimentación o el hambre on situaciones reales que afectan a más de un millón de personas; en uno de cada diez hogares se pasa frío o exceso de calor por no poder mantener la vivienda a la temperatura adecuada; el 24,7% de los parados llevan más de cuatro años en esa situación; etcétera), pero conviene evaluarlos juntos para filmar las cicatrices de la crisis y el carácter estructural de la pobreza y su transmisión generacional.


El informe citado entiende que superada la recesión y la emergencia, la sociedad se ha instalado en un nuevo escenario marcado por la precariedad y la falta de oportunidades. Estas últimas son, en el caso de que existan, individuales. Se pone en cuestión el carácter universal de las prestaciones sociales, que ha sido el principal avance social y el referente de nuestro modelo de convivencia. La beneficencia, con su desprecio por la dignidad humana, con su exhibicionismo impúdico de campañas y recogida de dinero, ropa y alimentos para "los más necesitados" vuelve del pasado para sustituir al Estado de Bienestar."

Partiendo de esos datos reseñados, coincido en líneas generales - salvo en algún calificativo - con el análisis entrecomillado. Se nos repite con frecuencia a través de los medios de comunicación lo que dicen en ese contexto algunos responsables políticos y económicos, es decir, que la economía española mejora, que se crea empleo, etc., etc.; pero hay que añadir que en muchos casos se trata de empleo precario y escasamente remunerado y que, por ello, las diferencias sociales se incrementan. La realidad es que con el tipo de empleo extendido desde hace un tiempo y con la injusticia salarial que se ve por doquier, las empresas se capitalizan y aumentan sus beneficios pero el factor trabajo sale malparado - aunque hay a quien le cuesta creerlo, a muchos asalariados y asalariadas les resulta imposible salir de la situación de pobreza - al tiempo que así contribuye a la competitividad de aquéllas. Y no hay que sorprenderse: debemos tener muy claro que vivimos en un sistema capitalista, cuyos rasgos tradicionales no hacen sino reafirmarse en la actualidad.

Interior de la nave de un "banco de alimentos"
Es muy loable la labor que realizan organizaciones y asociaciones de todo tipo cuyo objetivo es paliar las dificultades cotidianas de muchos ciudadanos, recogiendo para distribuirlos entre quienes lo necesitan, como se dice en el artículo, "dinero, ropa y alimentos". Muy loable también es la actuación generosa de quienes realizan las donaciones. Sin embargo, algo que debería ser, como mucho, estrictamente coyuntural, se ha convertido, y no sólo recientemente sino "per secula seculorum", en necesariamente habitual. Y es que cuando la caridad y la beneficencia se institucionalizan, algo falla, la ordenación social falla, la sociedad tiene una enfermedad crónica - la desigualdad - a la que no se pone remedio por muchas campañas bienintencionadas que se pongan en marcha y por mucho que se nos llene la boca de la palabra solidaridad. Hay que hacer algo más, hay que trabajar por cambiar la sociedad, y esto se puede hacer transitando algunos que otros caminos, pero sin duda elaborando leyes.

Estamos hablando de España, pero ¿qué hay de Campo de Criptana al respecto? Sencillamente, ... Campo de Criptana es parte de España.

           FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS






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