lunes, 21 de julio de 2014

Aniversarios históricos

Todo aniversario es histórico, pues todos tienen que ver con acontecimientos que implican cambio, evolución y, desde luego, memoria, esa memoria histórica que, de una manera u otra, cualquier persona conserva, por más que haya quien se empeñe, como ahora mismo ocurre a nuestro alrededor, en echar tierra por encima de ciertos hitos del pasado que, como todos los componentes de éste, nunca hay que dejar arrinconados, nos gusten más o nos gusten menos o, simplemente, no nos gusten nada.
Algunos de esos hitos del pasado se nos echan encima cada año por el mes de abril. Así, en nuestro país, la proclamación de la Segunda República, ocurrida un martes 14 de abril, dos días después  de unas elecciones municipales que a muchos, en principio, pudieron parecer inocuas pero que acabaron con el reinado de Alfonso XIII, aquel rey que en ese día marchó al exilio pensando volver pronto a España, expectativa que el tiempo se encargó de demostrar fallida. 
Otro de esos hitos anualmente se manifiesta con el comienzo del mes; en efecto, el 1 de abril de 1939 acababa oficialmente la Guerra Civil española por excelencia – hubo otras antes -, una guerra que se alargó durante casi tres años tras el fracaso de un golpe que – con apoyos civiles – un sector del ejército protagonizó en la Península el 18 de julio de 1936 después de varios meses de intensa preparación. A este aniversario, el 75º ya, me refiero en las siguientes líneas.
En Campo de Criptana, en relación con los graves sucesos acaecidos  en Madrid unos días antes, el 8 de marzo de 1939 se reunió el Ayuntamiento en sesión extraordinaria, cuyo único punto del orden del día era el cese de los consejeros pertenecientes al Partido Comunista. El nuevo alcalde fue el socialista Juan Antonio Navarro; a propuesta suya se acordó por unanimidad enviar un telegrama de adhesión al Consejo Nacional de Defensa, constituido en Madrid el 5 de marzo a raíz del golpe de Estado dirigido por el coronel Casado contra el gobierno republicano de Juan Negrín.
En la que parece ser la última sesión plenaria celebrada - el día 11- por el ayuntamiento criptanense republicano antes de finalizar la guerra participaron, además de Navarro, Francisco Escribano, Manuel Rey, José Antonio Olmedo, Amaro Torres, Domingo Flores, Julián Vela, José María Bustamante, Alfonso Cruz y Antíoco Alarcos. Duró apenas media hora y en ella el alcalde aseguró haber aceptado el cargo con la idea de que hubiera “la mayor armonía posible entre todos” pues hora era “de dejarnos de rencillas” y de emplear todas las energías cada uno en el desempeño de su puesto; su propósito, afirmó, era “la pacificación de los espiritus”.
Deseos, después de todo, sin futuro pues a finales de mes se producía la ocupación del pueblo por tropas franquistas. El nuevo régimen se estrenó oficialmente en la sesión extraordinaria de 1 de abril de 1939. A las cinco de la tarde de ese día en la sala capitular del Ayuntamiento el teniente coronel Enrique Segura Rubio, comandante militar de la villa, ante las personas que lo acompañaban y el público allí congregado, dando cumplimiento a lo ordenado por el coronel jefe de la 84 División y de las tropas de ocupación de la provincia de Ciudad Real, nombró alcalde a José Vicente Moreno Olmedo, que en su intervención afirmó que obraría “en beneficio de España y del Caudillo, para bien de la Patria”.
La Junta Gestora del Ayuntamiento estaría desde ese momento constituida, además del alcalde, por Ángel Granero Salcedo, Alfonso Cereceda Morán, Juan Miguel Irisarry Ramírez, Julián de la Guía, Ricardo Rasines, Ignacio Muñoz, Francisco Perucho, Wenceslao Ramírez, José Antonio Nieto, Abundio Escudero, Jesús Alarcos, Juan José Manzaneque, Antonio Bustamante y Antonio Ortiz Muro. El alcalde señaló que “en la España de Franco se habla poco y se trabaja mucho”, por lo que los concejales y él mismo – seguía diciendo - “en estrecha compenetración, habremos de dedicarnos nada mas que á laborar por la España de Franco, para hacerla una, grande y libre”.
La guerra aún está presente en el paisaje de Campo de Criptana, por ejemplo en su cementerio, tal como muestran las imágenes que acompañan a este escrito: la tumba del primer asesinado – un eclesiástico -  a los pocos días de producirse la sublevación militar; el conocido como monumento a los caídos (los del bando vencedor), levantado mediante aportaciones económicas como la del Ayuntamiento, que el 6 de junio de 1939 acordó colaborar con 1.000 pesetas para construir “un mausoleo en este Cementerio católico a las víctimas de la barbarie roja”, y, por último, la tumba que alberga los restos de algunos de los vencidos republicanos y que debieron esperar a la llegada de la democracia para poder ser recordados materialmente.

Acababa la guerra y se iniciaba la paz. Ha estallado la paz tituló José Mª Gironella (1917-2003), una de sus novelas relacionadas con la guerra civil. Pero no todos los españoles entendieron así lo ocurrido a partir de abril de 1939. Parte de nuestros antepasados comprobaron en ellos mismos y en sus familias que empezaba la victoria, la de una parte, la que se había impuesto militarmente en el conflicto y la que iba a imponer su particular forma de ver y hacer las cosas a lo largo y ancho del país basándose en la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y en la Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo (1940), entre otras. Una inmensa prisión es el título de una obra colectiva publicada en 2003 por la editorial Crítica dedicada al estudio de “los campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el franquismo”, según reza el subtítulo.

Con la documentación – escasa - disponible en el Archivo Histórico Municipal de nuestra villa se sabe que superaban el centenar las personas que se encontraban detenidas en las dos cárceles existentes en Campo de Criptana en los primeros meses tras la finalización de la guerra. La tradición oral nos habla de su trabajo forzoso en la construcción de los muros del campo de fútbol, obra en la que se utilizó piedra procedente de lo que había quedado de la destruida iglesia parroquial. A ese número habría que añadir el de quienes fueron a parar a otras cárceles como las de Alcázar de San Juan, Manzanares, etc., etc. De todas ellas, varias decenas, un número similar al de aquéllas objeto de la represión republicana durante la guerra, fueron condenadas a muerte.
También hubo criptanenses que protagonizaron el exilio, especialmente hacia tierras francesas. De ellos se conocen los nombres de dos que acabarían encontrando la muerte, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, en el campo de trabajo y exterminio nazi austríaco de Gussen, un anejo del también tristemente célebre campo de Mauthausen: Ángel Sepúlveda Beamud, en 1941 y Mario Sánchez Ortiz, en 1942.
En fin,  no olvidemos…, para que nada semejante a todo lo anterior nos pueda ocurrir.


FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS 

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