Las encuestas acerca de temas
muy diversos están a la orden del día. En el momento presente, una vez
anunciada por el rey de España, Juan Carlos I, su decisión de abdicar, al hilo
de ella se han multiplicado aquéllas en todos los medios de comunicación, unas
con más apariencia de haber sido realizadas bajo parámetros científicos, otras
simplemente reducidas a obtener algunas respuestas sobre la marcha de personas
de la calle con el fin de ser emitidas en cualquier telediario.
Manuel Azaña |
Si fijamos la atención en estas
últimas, cuando se pregunta qué prefiere el interrogado o la interrogada – monarquía o república -,
no es raro escuchar cómo se manifiesta el rechazo de la república como forma de
Estado al identificarla con acontecimientos revolucionarios y teñidos de
violencia. Si se tienen en cuenta comentarios que se oyen a veces, esto ocurre
también en Campo de Criptana, especialmente en personas de edad madura, aunque
no sólo entre ellas, fenómeno debido en buena parte a que la tradición oral ha
ido transmitiendo a lo largo de décadas y décadas la experiencia especialmente
traumática que supuso la guerra civil (1936-1939). Durante ésta las retaguardias
de ambas zonas enfrentadas en aquel conflicto fueron escenario de represión
violenta sobre el adversario ideológico y de desmanes de todo tipo; al estar
Campo de Criptana en zona republicana durante toda la guerra, evidentemente en
nuestro pueblo esos desmanes y violencia fueron responsabilidad de los sectores
más radicales del republicanismo y de ahí deriva que todavía mucha gente
identifique república con todo lo peor que le puede sobrevenir a una sociedad.
Alejandro Lerroux |
En la coyuntura histórica en
que vivimos conviene seguir haciendo pedagogía al respecto de todo ello de
forma serena y sin prejuicios, haciendo ver lo que marca la diferencia entre
monarquía y república. Se trata de dos modelos de Estado que, en un contexto
democrático como lo es el nuestro, se distinguen uno de otro en un elemento
básico: en una monarquía el del Jefe del Estado es un cargo hereditario, se
trasmite de padre a hijo o hija; en una república es elegido periódicamente por
los ciudadanos (cada seis años según la Constitución española de 1931). Y eso
es independiente del hecho de que el gobierno sea de derecha, de centro o de
izquierda, lo cual dependerá del resultado de las elecciones parlamentarias o
generales, también celebradas periódicamente dentro de un sistema democrático.
Niceto Alcalá Zamora |
Así, en el transcurso de la
Segunda República en España, proclamada en abril de 1931, hubo periodos en que
gobernó la izquierda (con Manuel Azaña, por ejemplo) y años en que gobernó la
derecha o centro derecha (con Alejandro Lerroux, entre otros). Y si se habla de
la Jefatura del Estado, la ocupó el propio Azaña (líder de Acción Republicana y
luego de Izquierda Republicana, una izquierda no marxista, por cierto) y antes
que él Niceto Alcalá Zamora, antiguo
monárquico reconvertido en líder del partido Derecha Liberal
Republicana. Por otra parte, bajo la monarquía de Juan Carlos I hemos visto, asimismo,
cómo gobernó el centro con Adolfo Suárez
y Leopoldo Calvo Sotelo (UCD), la izquierda, con el PSOE de Felipe
González, y la derecha, con José María Aznar, por extenderme sólo hasta los
primeros años del siglo XXI.
Así pues, a la hora de
plantearnos el dilema monarquía-república y mostrar nuestra inclinación hacia
una u otra, debemos considerar, dejando aparte circunstancias que en el aquí y
ahora de nuestra particular historia habría que obviar, el siguiente
interrogante:
¿Prefiero participar cada cierto número de años en la elección del Jefe
del Estado, o aceptar que tal cargo ha de ser heredado por un hijo o una hija
de quien lo está ocupando?
FRANCISCO ESCRIBANO
SÁNCHEZ-ALARCOS
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