Publicado por primera vez en agosto de 2013
No es raro
encontrar publicaciones de contenido referente a los años de la Segunda
República española en las que se incide especialmente en la inestabilidad
política y social como nota dominante en aquel periodo de la historia de nuestro
país. A escala de la historiografía local el panorama se repite. Parecería que
en aquella etapa de nuestro pasado nada hubiera existido sino conflictos y
enfrentamientos que, a la postre, habrían dado al traste con aquel régimen y no
habrían hecho sino anticipar el terrible tiempo de la guerra civil iniciada en
julio de 1936; sin embargo, y a pesar de que problemas muy graves acaecieron,
gobernase la izquierda o gobernase la derecha, los muy variados aspectos que
componen una sociedad seguían su evolución.
Si nos
circunscribimos a Campo de Criptana, tampoco es extraño leer que - por citar
sólo un ejemplo de la actividad local – el Ayuntamiento de entonces en su
funcionamiento era un continuo guirigay, “una merienda de negros” (con perdón)
o un “charco de ranas”. Si admitiéramos esas expresiones - con su significado
por todos conocido - como reflejo de la realidad de la vida municipal,
estaríamos tomando la parte por el todo y, por lo tanto, cometiendo una gran
injusticia: el árbol no nos dejaría ver el bosque, según frase muy al uso.
En Campo de
Criptana, como a lo largo y ancho del territorio español entre 1931 y 1936, la
conflictividad social y política aumentó con el paso del tiempo, pero
examinando con detenimiento la acción de gobierno de las sucesivas
corporaciones que ejercieron el poder desde abril de 1931, no es difícil
comprobar que, independientemente del signo político de unas y otras, las
tareas desarrolladas por los gobiernos municipales fueron muy diversas y
complejas, es decir, que no siempre estaban unos y otros “tirándose los trastos
a la cabeza”, valga la expresión, sino que unos y otros trataban de hacer
frente a los problemas habituales de la mejor manera posible. Una de las
preocupaciones que más ocupó el tiempo de aquellos munícipes antepasados
nuestros fue el paro, en aumento por aquellos años y que procuraban combatir en
gran manera llevando a cabo obras en el pueblo para proporcionar trabajo.
Espero que en un futuro inmediato pueda ver la luz un estudio que llevo a cabo
sobre el periodo de la Segunda República y la Guerra civil en Campo de
Criptana, en el que daré cuenta de los diversos aspectos de esa historia
relativamente reciente, incluido el que antes apuntaba.
Entre los
muy variados elementos integrantes de la actividad de la corporación municipal
criptanense en aquel tiempo estaba la organización de festejos, no sólo la
feria anual, sino también aquellos que tenían que ver con la conmemoración del
régimen político, proclamado el 14 de abril de 1931 en sustitución de la
monarquía que desde 1902 hasta dicho año había personificado Alfonso XIII. En
tales festejos, referidos a 1934, se centran las líneas que siguen.
Pueden ser
calificados los actos entonces planificados de muy modestos, pues no estaban
las cosas para efectuar grandes dispendios. En una simple página impresa,
realizada en la imprenta de Jerónimo Muñoz, se contiene el programa de los
mismos. En el preámbulo, iniciado con una invocación a los ciudadanos, se
señalaba que la Comisión encargada de elaborarlo interpretaba el sentir popular
que en 1931 esperaba la llegada del régimen republicano, y que, pese al modesto
presupuesto de que se disponía, se habían preparado unos actos que habían de
desarrollarse en tres días. Al frente de
la Comisión estaban los concejales Leovigildo Romeral e Hilario Velasco,
pertenecientes al Partido Republicano Radical-Socialista, integrante de la
coalición republicano-socialista que gobernaba el municipio por entonces.
Comenzaría
la conmemoración de la proclamación de la Segunda República el 13 de abril a
las 8 de la noche con la iluminación de las calles más céntricas al tiempo que
se izaría la bandera republicana en la Casa Consistorial, todo acompañado por
la Banda de Música. Esa primera jornada finalizaría con una “formidable traca”.
El día 14,
tercer aniversario de la proclamación del nuevo régimen, y “como estímulo a la enseñanza”, sería la
“Fiesta Escolar”. Empezaría con una
manifestación popular a la que asistirían las organizaciones sociales y
políticas republicanas y la Banda de Música; partiría de la Plaza de la
Constitución (*) a las 9 de la mañana y seguiría por las calles Alejandro
Lerroux, Cervantes y Plaza del General Espartero, punto en el que se incorporarían
los niños de las escuelas, para continuar por las llamadas Democracia, Mártires
de Jaca, Fermín Galán, Plaza de García Hernández y Travesía Virgen de Criptana,
donde se incorporarían las niñas de las escuelas, para seguir hasta la Plaza de
la Constitución. Seguidamente, los niños y niñas ocuparían el Teatro Cervantes
para escuchar una emisión radiofónica transmitida desde Madrid por el Gobierno
republicano.
Para las 4
de la tarde se programó una carrera ciclista en la entonces denominada Carretera
de la Estación, que contaría con la presencia de la Banda de Música, que, una
vez concluida aquélla y “tocando
escogidas piezas”, desfilaría hasta la Plaza de la Constitución, donde
interpretaría “importantes obras” en
el “kiosko”. Al acabar el concierto
habría una “quema de las atronadoras
tracas valencianas”. En el Teatro Cervantes por la noche habría una función
de teatro gratuita para las familias pobres. Se pondría en escena el drama en
tres actos titulado APÓSTOLES y el juguete cómico en un acto EL TENIENTE CURA;
el autor de la primera obra, estrenada en marzo de 1932 en el Teatro Cervantes
de Madrid, era Alberto Ballesteros, y la segunda, publicada en 1891, era de
Constantino Gil y Julián Romea.
El día 15 a
partir de las 10 de la mañana, también en el “kiosko de la Plaza”, la Banda daría un segundo concierto, y por la
tarde en el mismo sitio se disfrutaría de una velada musical. Como final de la
fiesta, continúa el programa, habría “fuegos artificiales y se quemará una traca
valenciana inmensamente atronadora”. Por último, se anunciaba que los días
14 y 15 “se darán donativos a los obreros
más necesitados”.
El gasto de
aquellos festejos, o de casi todos ellos, puede saberse a través de las
facturas cuyo pago fue aprobándose en sucesivas sesiones de Ayuntamiento. Intervinieron
las dos Bandas de Música que había en el pueblo, la Santa Cecilia, dirigida por
Fabriciano López-Pintor, y la Sociedad Filarmónica Beethoven, cuyo director era
Manuel Angulo. Cada una recibió 300 pesetas, a razón de 100 pesetas por cada
una de sus intervenciones.
A Juan
García Sánchez, arrendatario del Teatro Cervantes, hubo que pagarle por la
utilización del local 247 pesetas. Al representante de la Sociedad de Autores,
Fermin Gil Lassantas, 71,25 pesetas en razón de los derechos por las obras
representadas en la función teatral. El Grupo Artístico Local recibió 125
pesetas para hacer frente a los gastos que acarreó dicha función.
Los premios
entregados en la carrera ciclista costaron 30 pesetas, que se repartieron los
ganadores: Lorenzo Alberca, Luis Bustamante y Juan Ángel Rodríguez. Por otra
parte, Pedro Olmo, que portó la bandera republicana el 14 de abril, recibió 4
pesetas, y varios obreros del Ayuntamiento, por sus jornales en la realización
de varias obras municipales extraordinarias hechas con motivo de la
conmemoración republicana, recibieron 855 pesetas.
(*) La
denominación actual de las calles citadas es Plaza Mayor (Plaza de la
Constitución), Cardenal Monescillo (Alejandro Lerroux), Cervantes, Plaza del
Pozo Hondo (Plaza del General Espartero), Convento (Democracia), Paloma
(Mártires de Jaca), Reina Cristina (Fermín Galán), Plaza de los Infantas (Plaza
de García Hernández), Agustín de la Fuente (Carretera de la Estación).
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
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