jueves, 24 de julio de 2014

Festejos republicanos

Publicado por primera vez en agosto de 2013

No es raro encontrar publicaciones de contenido referente a los años de la Segunda República española en las que se incide especialmente en la inestabilidad política y social como nota dominante en aquel periodo de la historia de nuestro país. A escala de la historiografía local el panorama se repite. Parecería que en aquella etapa de nuestro pasado nada hubiera existido sino conflictos y enfrentamientos que, a la postre, habrían dado al traste con aquel régimen y no habrían hecho sino anticipar el terrible tiempo de la guerra civil iniciada en julio de 1936; sin embargo, y a pesar de que problemas muy graves acaecieron, gobernase la izquierda o gobernase la derecha, los muy variados aspectos que componen una sociedad seguían su evolución.

Si nos circunscribimos a Campo de Criptana, tampoco es extraño leer que - por citar sólo un ejemplo de la actividad local – el Ayuntamiento de entonces en su funcionamiento era un continuo guirigay, “una merienda de negros” (con perdón) o un “charco de ranas”. Si admitiéramos esas expresiones - con su significado por todos conocido - como reflejo de la realidad de la vida municipal, estaríamos tomando la parte por el todo y, por lo tanto, cometiendo una gran injusticia: el árbol no nos dejaría ver el bosque, según frase muy al uso.

En Campo de Criptana, como a lo largo y ancho del territorio español entre 1931 y 1936, la conflictividad social y política aumentó con el paso del tiempo, pero examinando con detenimiento la acción de gobierno de las sucesivas corporaciones que ejercieron el poder desde abril de 1931, no es difícil comprobar que, independientemente del signo político de unas y otras, las tareas desarrolladas por los gobiernos municipales fueron muy diversas y complejas, es decir, que no siempre estaban unos y otros “tirándose los trastos a la cabeza”, valga la expresión, sino que unos y otros trataban de hacer frente a los problemas habituales de la mejor manera posible. Una de las preocupaciones que más ocupó el tiempo de aquellos munícipes antepasados nuestros fue el paro, en aumento por aquellos años y que procuraban combatir en gran manera llevando a cabo obras en el pueblo para proporcionar trabajo. Espero que en un futuro inmediato pueda ver la luz un estudio que llevo a cabo sobre el periodo de la Segunda República y la Guerra civil en Campo de Criptana, en el que daré cuenta de los diversos aspectos de esa historia relativamente reciente, incluido el que antes apuntaba.


Entre los muy variados elementos integrantes de la actividad de la corporación municipal criptanense en aquel tiempo estaba la organización de festejos, no sólo la feria anual, sino también aquellos que tenían que ver con la conmemoración del régimen político, proclamado el 14 de abril de 1931 en sustitución de la monarquía que desde 1902 hasta dicho año había personificado Alfonso XIII. En tales festejos, referidos a 1934, se centran las líneas que siguen.

Pueden ser calificados los actos entonces planificados de muy modestos, pues no estaban las cosas para efectuar grandes dispendios. En una simple página impresa, realizada en la imprenta de Jerónimo Muñoz, se contiene el programa de los mismos. En el preámbulo, iniciado con una invocación a los ciudadanos, se señalaba que la Comisión encargada de elaborarlo interpretaba el sentir popular que en 1931 esperaba la llegada del régimen republicano, y que, pese al modesto presupuesto de que se disponía, se habían preparado unos actos que habían de desarrollarse en tres días.  Al frente de la Comisión estaban los concejales Leovigildo Romeral e Hilario Velasco, pertenecientes al Partido Republicano Radical-Socialista, integrante de la coalición republicano-socialista que gobernaba el municipio por entonces.

Comenzaría la conmemoración de la proclamación de la Segunda República el 13 de abril a las 8 de la noche con la iluminación de las calles más céntricas al tiempo que se izaría la bandera republicana en la Casa Consistorial, todo acompañado por la Banda de Música. Esa primera jornada finalizaría con una “formidable traca”.

El día 14, tercer aniversario de la proclamación del nuevo régimen, y “como estímulo a la enseñanza”, sería la “Fiesta Escolar”. Empezaría con una manifestación popular a la que asistirían las organizaciones sociales y políticas republicanas y la Banda de Música; partiría de la Plaza de la Constitución (*) a las 9 de la mañana y seguiría por las calles Alejandro Lerroux, Cervantes y Plaza del General Espartero, punto en el que se incorporarían los niños de las escuelas, para continuar por las llamadas Democracia, Mártires de Jaca, Fermín Galán, Plaza de García Hernández y Travesía Virgen de Criptana, donde se incorporarían las niñas de las escuelas, para seguir hasta la Plaza de la Constitución. Seguidamente, los niños y niñas ocuparían el Teatro Cervantes para escuchar una emisión radiofónica transmitida desde Madrid por el Gobierno republicano.

Para las 4 de la tarde se programó una carrera ciclista en la entonces denominada Carretera de la Estación, que contaría con la presencia de la Banda de Música, que, una vez concluida aquélla y “tocando escogidas piezas”, desfilaría hasta la Plaza de la Constitución, donde interpretaría “importantes obras” en el “kiosko”. Al acabar el concierto habría una “quema de las atronadoras tracas valencianas”. En el Teatro Cervantes por la noche habría una función de teatro gratuita para las familias pobres. Se pondría en escena el drama en tres actos titulado APÓSTOLES y el juguete cómico en un acto EL TENIENTE CURA; el autor de la primera obra, estrenada en marzo de 1932 en el Teatro Cervantes de Madrid, era Alberto Ballesteros, y la segunda, publicada en 1891, era de Constantino Gil y Julián Romea.

El día 15 a partir de las 10 de la mañana, también en el “kiosko de la Plaza”, la Banda daría un segundo concierto, y por la tarde en el mismo sitio se disfrutaría de una velada musical. Como final de la fiesta, continúa el programa, habría fuegos artificiales y se quemará una traca valenciana inmensamente atronadora”. Por último, se anunciaba que los días 14 y 15 “se darán donativos a los obreros más necesitados”.

El gasto de aquellos festejos, o de casi todos ellos, puede saberse a través de las facturas cuyo pago fue aprobándose en sucesivas sesiones de Ayuntamiento. Intervinieron las dos Bandas de Música que había en el pueblo, la Santa Cecilia, dirigida por Fabriciano López-Pintor, y la Sociedad Filarmónica Beethoven, cuyo director era Manuel Angulo. Cada una recibió 300 pesetas, a razón de 100 pesetas por cada una de sus intervenciones.

A Juan García Sánchez, arrendatario del Teatro Cervantes, hubo que pagarle por la utilización del local 247 pesetas. Al representante de la Sociedad de Autores, Fermin Gil Lassantas, 71,25 pesetas en razón de los derechos por las obras representadas en la función teatral. El Grupo Artístico Local recibió 125 pesetas para hacer frente a los gastos que acarreó dicha función.

Los premios entregados en la carrera ciclista costaron 30 pesetas, que se repartieron los ganadores: Lorenzo Alberca, Luis Bustamante y Juan Ángel Rodríguez. Por otra parte, Pedro Olmo, que portó la bandera republicana el 14 de abril, recibió 4 pesetas, y varios obreros del Ayuntamiento, por sus jornales en la realización de varias obras municipales extraordinarias hechas con motivo de la conmemoración republicana, recibieron 855 pesetas.

(*) La denominación actual de las calles citadas es Plaza Mayor (Plaza de la Constitución), Cardenal Monescillo (Alejandro Lerroux), Cervantes, Plaza del Pozo Hondo (Plaza del General Espartero), Convento (Democracia), Paloma (Mártires de Jaca), Reina Cristina (Fermín Galán), Plaza de los Infantas (Plaza de García Hernández), Agustín de la Fuente (Carretera de la Estación).


FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS




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