viernes, 13 de febrero de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XI)

                         


             SANCHO PANZA (cont.)

Sancho era buen bebedor de vino. Camino de Puerto Lápice, tras la aventura de los molinos de viento, “ se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y sacando de las alforjas lo que en ellas habia puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga. Y en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenia por ningun trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras, por peligrosas que fuesen “ (Capítulo VIII, 1ª parte).   

De igual manera era buen conocedor de vinos. Estando en animada conversación con el escudero del Caballero del Bosque, ambos deciden beber algo porque de tanto hablar se les secaba la boca. Sancho bebe del vino que se le ofrece empinando la bota: “ estuvo mirando las estrellas un cuarto de hora; y en acabando de beber dejó caer la cabeza á un lado, y dando un gran suspiro, dijo: ¡Oh hideputa bellaco, y cómo es católico! (...) dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere, ¿ este vino es de Ciudad Real ? ¡Bravo mojon! respondió el del Bosque; en verdad que no es de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad “. Sancho manifiesta que es lógico que entienda de vinos pues en ese menester tenía buenos antecedentes familiares:   “ ¡Á mí con eso! dijo Sancho, no tomeis ménos sino que se me fuera á mí por alto dar alcance á su conocimiento. ¿ No será bueno, señor escudero, que tenga yo un instinto tan grande y tan natural en esto de conocer vinos, que en dándome á oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor y la dura, y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañaderas ? Pero no hay de que maravillarse, si tuve en mi linaje, por parte de mi padre, los dos más excelentes mojones que en luengos años conoció la Mancha “  (Capítulo XIII, 2ª parte).
  
Don Quijote y Sancho con los cabreros
(G. Doré)
Sobre las costumbres de Sancho al comer buen ejemplo es el pasaje en que están con los cabreros y Don Quijote le dice a Sancho que coma junto a él “ porque de la caballería andante se puede decir, lo mesmo que del amor se dice, que todas las cosas iguala “. Sancho le responde: “ sé decir á vuestra merced, que como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me lo comeria en pié y á mis solas, como sentado á par de un emperador. Y aún, si va á decir verdad,, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón, sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas, donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme á menudo, no estornudar ni toser, si me viene gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo “ (Capítulo XI, 1ª parte).  Acerca del modo de comer de Sancho, cuando están en Barcelona, en casa del rico caballero Don Antonio Moreno, es muy elocuente la conversación entre ellos: “ Estando á la mesa, dijo Don Antonio á Sancho:  Acá, tenemos noticia, buen Sancho, que sois tan amigo de manjar  blanco y de albondiguillas, que si os sobran las guardais en el seno para el otro dia. Nó señor, no es así, respondió Sancho, porque tengo más de limpio que de goloso; y mi señor Don Quijote, que está delante, sabe bien que con un puño de bellotas ó de nueces nos solemos pasar entrambos ocho dias: verdad es que si tal vez me sucede que me den la vaquilla, corro con la soguilla; quiero decir, que como lo que me dan, y uso de los tiempos como los hallo; y quien quiera que hubiere dicho que yo soy comedor aventajado, y nó limpio, téngase por dicho que no  acierta “. Don Quijote corrobora lo que dice Sancho: “ Por cierto, dijo don Quijote, que la parsimonia y limpieza con que Sancho come se puede escribir y grabar en láminas de bronce, para que quede en memoria eterna en los siglos venideros. Verdad es que cuando él tiene hambre parece algo tragon, porque come apriesa y masca á dos carrillos; pero la limpieza siempre la tiene en su punto, y en el tiempo que fue gobernador aprendió á comer á lo melindroso, tanto, que comia con tenedor las uvas y aun los granos de la granada “ (Capítulo LXII, 2ª parte).
Sancho, hombre
de buenas maneras en el comer
(G. Doré)

No era inclinado a la pendencia por la pendencia. Cuando don Quijote lo alecciona en el sentido de que sólo puede tomar las armas para ayudarle cuando no sea atacado por un caballero, Sancho le asegura: “ Por cierto, señor, (...) que vuestra merced sea muy bien obedecido en esto; y más que yo de mio me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias: bien es verdad que en lo que tocare á defender mi persona, no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle “  (Capítulo VIII, 1ª parte).

Una característica de la personalidad de Sancho es su facilidad para decir lo que sabe. Así, cuando en la venta, tras el episodio con Maritornes, Don Quijote quiere que le guarde el secreto de algo que le va a contar, Sancho dice: “ Soy enemigo de guardar mucho las cosas, y no querria que se me pudriesen de guardadas “  (Capítulo XVII, 1ª parte).

Don Quijote tenía una idea muy clara de cómo era su escudero. Estando en la residencia de los duques dice de él:“ Sancho Panza es uno de los más graciosos escuderos que jamas sirvió á caballero andante: tiene á veces unas simplicidades tan agudas, que el pensar si es simple ó agudo causa no pequeño contento: tiene malicias que le condenan por bellaco, y descuidos que le confirman por bobo: duda de todo, y créelo todo: cuando pienso que se va á despeñar de tonto, sale con unas discreciones que le levantan al cielo. Finalmente, yo no lo trocaria con otro escudero, aunque me diesen de añadidura una ciudad; y así estoy en duda si será bien enviarle al gobierno de quien vuestra grandeza le ha hecho merced  [la ínsula] , aunque veo en él una cierta aptitud para esto de gobernar, que atusándole tantico el entendimiento, se saldria con cualquiera gobierno, como el rey con sus alcabalas; y más que ya por muchas experiencias sabemos que no es menester ni mucha habilidad ni muchas letras para ser uno gobernador, pues hay por ahí ciento que apenas saben leer, y gobiernan como unos girifaltes: el toque está en que tengan buena intención y deseen acertar en todo, que nunca les faltará quien les aconseje y encamine en lo que han de hacer, como los gobernadores caballeros y no letrados, que sentencian con asesor “ (Capítulo XXII, 2ª  parte).

Hablando con la Duquesa, cuando ésta le dice que mire cómo ha de gobernar en la ínsula que el duque le había prometido, Sancho dice de sí mismo: “ soy caritativo de mio, y tengo compasión de los pobres (...) soy perro viejo, y entiendo todo tus tus, y sé despabilarme á sus tiempos, y no consiento que me anden musarañas ante los ojos, porque sé dónde me aprieta el zapato: dígolo porque los buenos tendrán conmigo mano y concavidad, y los malos ni pié ni entrada (...) quien ha sido buen escudero, será buen gobernador “  (Capítulo XXXIII, 2ª parte).

Sobre el carácter y forma de ser de Sancho, no puede dejar de recordarse el pasaje en que siente mucho miedo cuando él y Don Quijote, en medio de la noche, oyen ruidos raros, que en realidad eran los producidos por el funcionamiento de un batán: “ oyeron á deshora otro estruendo que les aguó el contento del agua, especialmente á Sancho, que naturalmente era medroso y de poco ánimo: digo que oyeron que daban unos golpes á compas, con un cierto crujir de hierros y cadenas, que, acompañados del furioso estruendo del agua, pusieran pavor á cualquier otro corazon que no fuera el de Don Quijote “.

Ante el batán que tanto miedo
infundió a Sancho
(G. Doré)
El miedo de Sancho crece cuando Don Quijote le dice que lo espere por espacio de tres días mientras él se ocupa de la nueva aventura que al parecer se le presenta, y que si pasados los tres días no vuelve vaya a El Toboso a dar la mala noticia de su muerte a Dulcinea:  “ Cuando Sancho oyó las palabras de su amo, comenzó á llorar con la mayor ternura del mundo y á decile: Señor, yo no sé por qué quiere vuestra merced acometer esta tan temerosa aventura: ahora es de noche, aquí no nos ve nadie, bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres dias; y pues no hay quien nos vea, ménos habrá quien nos note de cobardes: cuanto más que yo he oido predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced bien conoce, que quien busca el peligro perece en él  (...), muévale el pensar y creer que apenas se habrá vuestra merced apartado de aquí, cuando yo de miedo dé mi ánima a quien quisiere llevarla “. Es entonces cuando Sancho menciona que había sido pastor, al hablarle a Don Quijote de su conocimiento del paso del tiempo; Don Quijote le pregunta cómo es que sabe tanto sobre cálculo del tiempo siendo la noche tan oscura y no viéndose ninguna estrella, y Sancho le responde: “ pero tiene el miedo muchos ojos, y ve las cosas debajo de tierra, cuanto más encima en el cielo, puesto que por buen discurso bien se puede entender que hay poco de aquí al dia “ .

Ante la insistencia de Don Quijote de marcharse y dejarlo solo, Sancho amaneó a Rocinante para que no pudiese andar y lograr que Don Quijote no se fuese: “ de manera que cuando don Quijote se quiso partir no pudo, porque el caballo no se podia mover sino á saltos (...) y  [Sancho] llegándose á él, puso la una mano en el arzón delantero, y la otra en el otro, de modo que quedó abrazado con el muslo izquierdo de su amo, sin osarse apartar dél un dedo: tal era el miedo que tenia á los golpes que todavía alternativamente sonaban “. Es entonces cuando Sancho narra a su señor el cuento de la pastora Torralba, al finalizar el cual tiene lugar un episodio más que divertido:

“ parece ser, ó que el frio de la mañana que ya venia, ó que Sancho hubiese cenado algunas cosas lenitivas, ó que fuese cosa natural (que es lo que más se debe creer), á él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que habia entrado en su corazon, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo: pues pensar de no hacer lo que tenia gana, tampoco era posible; y así, lo que hizo, por bien de paz, fue soltar la mano derecha, que tenia asida al arzón trasero, con la cual bonitamente y sin rumor alguno se soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenian, sin ayuda de otra alguna, y en quitándosela dieron luego abajo, y se le quedaron como grillos: tras esto alzó la camisa lo mejor que pudo, y echó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas: hecho esto (que él pensó que era lo más que tenia que hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia) le sobrevino otra mayor, que fue que le pareció que no podia mudarse sin hacer estrépito y ruido, y comenzó á apretar los dientes y á encoger los hombros, recogiendo en sí el aliento todo cuanto podia; pero con todas estas diligencias fué tan desdichado, que al cabo al cabo vino á hacer un poco de ruido, bien diferente de aquel que á él le ponia tanto miedo. Oyólo Don Quijote y dijo: ¿ Qué rumor es ese, Sancho ? No sé, señor, respondió él, alguna cosa nueva debe de ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco. Tornó otra vez á probar ventura, y sucedióle tan bien, que sin más ruido ni alboroto que el pasado, se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le habia dado: mas como Don Quijote tenia el sentido del olfato tan vivo como el de los oidos, y Sancho estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea recta subian los vapores hácia arriba, no se pudo excusar de que algunos no llegasen á sus narices; y apenas hubieron llegado, cuando él fué al socorro, apretándolas entre los dos dedos, y con tono algo gangoso dijo: Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo. Sí tengo, respondió Sancho; mas ¿ en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca ? En que ahora más que nunca hueles, y nó á ámbar, respondió Don Quijote. Bien podrá ser, dijo Sancho; mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae á deshoras y por estos no acostumbrados pasos. Retírate tres ó cuatro allá, amigo, dijo Don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos de las narices), y desde aquí adelante ten más cuenta con tu persona, y con lo que debes á la mia, que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado este menosprecio. Apostaré, replicó Sancho, que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba. Peor es meneallo, amigo Sancho, respondió Don Quijote “.

Al llegar el día, ya suelto Rocinante, Don Quijote vuelve a decir que él se va y que Sancho vaya a ver a Dulcinea para darle el recado de parte de Don Quijote. “ De nuevo tornó a llorar Sancho, oyendo de nuevo las lastimeras razones de su buen señor , y determinó de no dejarle hasta el último tránsito y fin de aquel negocio. Destas lágrimas y determinación tan honrada de Sancho Panza, saca el autor desta historia que debia de ser bien nacido, y por lo ménos cristiano viejo “ (Capítulo XX, 1ª parte). Es entonces cuando ambos descubrieron el batán.


       FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

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