miércoles, 1 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XVII)

EL CURA: LICENCIADO PERO PÉREZ

Cervantes lo presenta  como una persona bastante culta: “ era hombre docto, graduado en Sigüenza “  (Capítulo I, 1ª parte); por ello, por su cultura literaria, muchas veces discutía con Don Quijote sobre cuál había sido el mejor caballero andante.

Se encontraba en la casa de Don Quijote, del que era gran amigo, cuando éste volvió vapuleado tras su primera salida. Su nombre era Pero Pérez, más exactamente se le conocía como licenciado Pero Pérez. Cuando la sobrina de Don Quijote señala que es necesario quemar los libros de caballerías, que habían llevado a la locura a su tío, el cura asiente:  “ Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé á vuestras mercedes de los disparates de mi señor tio, para que lo remediaran ántes de llegar á lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros (que tiene muchos), que bien merecen ser abrasados como si fuesen de herejes. Esto digo yo tambien, dijo el cura; y á fe que no se pase el dia de mañana sin que dellos no se haga auto público, y sean condenados al fuego, porque no den ocasion á quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho “  . Poco después el cura se reafirma en que esa resolución debe ser tomada: “ Hiciéronle á Don Quijote mil preguntas, y á ninguna quiso responder otra cosa sino que le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le importaba. Hízose así, y el cura se informó muy á la larga, del labrador,  [su vecino Pedro Alonso, que lo recogió por el campo y lo trajo a su casa] del modo que habia hallado á Don Quijote. Él se lo contó todo, con los disparates que al hallarle y al traerle habia dicho, que fue poner más deseo en el licenciado de hacer lo que otro dia hizo, que fue llamar á su amigo el barbero maese Nicolas, con el cual se vino á casa de Don Quijote “ (Capítulo V, 1ª parte).

Escrutando los libros del hidalgo
En el escrutinio de los libros de Don Quijote está presente el cura junto con el barbero, el ama y la sobrina. El cura no quería conservar el de las aventuras de Amadís de Gaula:  “ según he oido decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demas han tomado principio y origen deste: y así, me parece que, como á dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin excusa alguna condenar al fuego “. El barbero se opuso y de momento no lo quemaron.

Sobre la personalidad del cura el que algo indica es el barbero, que señala que era “ buen cristiano “  y   “ amigo de la verdad “  . Por otra parte, el mismo cura expresa el artificio de su “amistad” con Cervantes al hablar de “La Galatea”: “ Muchos años ha que es grande amigo mio ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención, propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete, quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre “ (Capítulo VI, 1ª parte).

Fue uno de los responsables de que la habitación de los libros de don Quijote fuese ocultada para hacer creer a éste que ya no existía: “ Uno de los remedios que el cura y el barbero dieron por entonces para el mal de su amigo, fué que le murasen y tapiasen el aposento de los libros, porque cuando se levantase no los hallase (quizá quitando la causa cesaria el efecto), y que dijesen que un encantador se los habia llevado, y el aposento y todo; y así fué hecho con mucha presteza  “ (Capítulo VII, 1ª parte).
A la puerta de la venta

En otro pasaje, también acompañado por el barbero, sale de la venta donde habían manteado a Sancho y encuentra a éste, que iba camino de El Toboso a llevar una carta de Don Quijote dirigida a Dulcinea. Entonces, con el barbero, trama un plan para llevar al caballero a su aldea: “ habiendo bien pensado entre los dos el modo que tendrían para conseguir lo que deseaban, vino el cura en un pensamiento muy acomodado al gusto de Don Quijote, y para lo que ellos querian: y fué que dijo al barbero que lo que habia pensado era, que él se vestiría en hábito de doncella andante, y que él procurase ponerse lo mejor que pudiese como escudero, y que así irian adonde Don Quijote estaba, fingiendo ser ella una doncella afligida y menesterosa; y le pediria un don, el cual él no podria dejársele de otorgar, como valeroso caballero andante; y que el don que le pensaba pedir era que se viniese con ella donde ella le llevase, á desfacelle un agravio que un mal caballero le tenia fecho, y que le suplicaba ansimesmo que no la mandase quitar su antifaz, ni la demandase cosa de su facienda  fasta  que la hubiese fecho derecho  de aquel mal caballero; y que creyese sin duda que Don Quijote vendría en todo cuanto le pidiese por este término, y que desta manera le sacarian de allí, y le llevarian á su lugar, donde procurarian ver si tenia algun remedio su extraña locura “ (Capítulo XXVI, 1ª    parte).

Para llevar a cabo ese plan “ la ventera vistió al cura de modo que no habia más que ver; púsole una saya de paño llena de fajas de terciopelo negro de un palmo en ancho, todas acuchilladas, y unos corpiños de terciopelo verde, guarnecidos con unos ribetes de raso blanco, que se debieron de hacer ellos y la saya en tiempo del rey Wamba. No consintió el cura que le tocasen, sino púsose en la cabeza un birretillo de lienzo colchado que llevaba para dormir de noche, y ciñóse por la frente una liga de tafetan negro, y con otra liga hizo un antifaz, con que se cubrió muy bien las barbas y el rostro: encasquetóse su sombrero, que era tan grande que le podia servir de quitasol, y cubriéndose su herreruelo, subió en su mula á mujeriegas “ (Capítulo XXVII, 1ª parte).        

Al regreso definitivo de Don Quijote y Sancho a su aldea, uno de los primeros en encontrarse con ellos es el cura, que con el bachiller Sansón Carrasco estaba rezando en un “pradecillo”. Ya en su casa, Don Quijote les cuenta sus últimas peripecias y su deseo de abrazar la vida pastoril, en la que el cura habría de ser, de acuerdo con la mente fantasiosa del hidalgo, el pastor Curiambro. El cura, como todos los demás, se asombra de esa nueva locura de Don Quijote pero, también como todos, dice acceder a ello para que no vuelva a marcharse del pueblo y pudiera así curarse: “ el cura le alabó infinito su honesta y honrada resolución, y se ofreció de nuevo á hacerle compañía todo el tiempo que le vacase de atender á sus forzosas obligaciones “ (Capítulo LXXIII, 2ª parte). Después se despide de él y le aconseja que tenga en cuenta su salud.

Calle Licenciado Pero Pérez
Fiel amigo suyo, en los días en que estuvo enfermo Don Quijote antes de morir, lo visitó muchas veces y, como todos, trataba de levantarle el ánimo. Él fue uno de los que llamaron al médico. Pese a la insistencia del bachiller para tratar de combatir el desánimo de Don Quijote, éste reitera su deseo de confesar y de hacer testamento. El cura entonces adquiere bastante protagonismo: “ Yo, señores, [dice Don Quijote] siento que me voy muriendo á toda priesa; déjense burlas aparte, y tráiganme un confesor que me confiese, y un escribano que haga mi testamento, que en tales trances como este no se ha de burlar el hombre con el alma (...) Hizo salir la gente el cura, y quedóse solo con él, y confesóle “. Cuando acaba la confesión, sale el cura y se dirige a los presentes:  “ Verdaderamente se muere, y verdadermente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno; bien podemos entrar para que haga su testamento “.

En el testamento el cura, igual que el bachiller, es nombrado por Don Quijote su albacea. Tras expirar Don Quijote es el cura quien manifiesta la necesidad de que se certificase la muerte, con el fin de que nadie volviera a escribir sobre él, pensando en lo que había ocurrido con la apócrifa segunda parte de la obra:      “ pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente Don Quijote de la Mancha, habia pasado desta presente vida, y muerto naturalmente; y que el tal testimonio pedia para quitar la ocasión de que algun otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente, y hiciese inacabables historias de sus hazañas “ (Capítulo LXXIV, 2ª parte).

                  FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS





No hay comentarios:

Publicar un comentario