miércoles, 1 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XVIII)

AMADÍS DE GAULA

En los siglos finales de la Edad Media la lectura de libros de caballerías estaba bastante extendida entre los habitantes de los reinos españoles, pero el fenómeno se amplió aún más cuando apareció en 1508 – la primera edición es de hacia 1495 - el Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo. Esta obra fijó definitivamente las características de este tipo de novelas: protagonistas heroicos de estirpe noble que luchan contra las injusticias y defienden a los débiles aparte de estar enamorados de damas idealizadas, peleas casi constantes contra encantadores, monstruos y gigantes, etc., etc. En el siglo XVI se difundió este género de novelas, cuyos contenidos cada vez eran más absurdos y fantásticos. El propio Miguel de Cervantes era aficionado a leerlas.

Portada de una de las primeras ediciones
del Amadís de Gaula
En el Prólogo a la primera parte de El Quijote aparece su escudero, Gandalin, que dedica un soneto a Sancho Panza. En el Capítulo I de la 1ª parte Amadís ya es citado cuando se indica la afición de Don Quijote por los libros de caballerías y su admiración hacia los caballeros andantes, así como cuando se pone de manifiesto la importancia de que un caballero andante sea denominado con el nombre de su patria de origen. Es también en ese pasaje en que se refiere que un hermano de Amadís había sido Don Galaor. Hijo de Amadís fue Esplandián; precisamente el libro Las sergas de Esplandián fue a parar al fuego con motivo del escrutinio hecho con los libros propiedad de Don Quijote: “ Pues en verdad, dijo el cura, que no le ha de valer al hijo la bondad del padre: tomad, señora ama, abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al monton de la hoguera que se ha de hacer. Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandian fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba “  (Capítulo VI, 1ª parte). Es el propio Don Quijote el que dice que todos los hijos y nietos de Amadís de Gaula, hasta la quinta generación, fueron caballeros andantes (Capítulo XIII, 1ª parte).

Don Quijote llega a describirlo. En una ocasión en que su amigo el cura le espeta que los caballeros andantes no existieron nunca y que sobre ellos “ todo es ficción, fábula y mentira, y sueños contados por hombres despiertos, ó, por mejor decir, medio dormidos (...). Ese es otro error, respondió Don Quijote, en que han caido muchos que no creen que haya habido tales caballeros en el mundo, y yo muchas veces, con diversas gentes y ocasiones, he procurado sacar á la luz de la verdad este casi comun engaño; pero algunas veces no he salido con mi intención, y otras sí, sustentándola sobre los hombros de la verdad: la cual verdad es tan cierta, que estoy por decir que con mis propios ojos ví á Amadis de Gaula, que era un hombre alto de cuerpo, blanco de rostro, bien puesto de barba, aunque negra, de vista entre blanda y rigurosa, corto de razones, tardo en airarse, y presto en deponer la ira; y del modo que he delineado á Amadis, pudiera, á mi parecer, pintar y describir todos cuantos  caballeros  andantes  andan  en las historias en el orbe “  (Capítulo I, 2ª parte).

Don Quijote tenía una muy buena opinión de él. Yendo con su escudero por Sierra Morena, dice: “ quiero, Sancho, que sepas que el famoso Amadis de Gaula fué uno de los más perfectos caballeros andantes: no he dicho bien fué uno; fué el solo, el primero, el único, el señor de todos cuantos hubo en su tiempo en el mundo “. Por ello lo considera digno de imitación, cosa que va a hacer en aquellos parajes de Sierra Morena: “ Desta mesma suerte Amadis fué el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros, á quien debemos de imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la caballería imitamos. Siendo pues esto ansí, como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el caballero andante que más le imitare estará más cerca de alcanzar la perfección de la caballería: y una de las cosas en que más este caballero mostró su prudencia, valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor, fué cuando se retiró, desdeñado de la señora Oriana, á hacer penitencia en la Peña Pobre, mudado su nombre en el de Beltenebros; nombre por cierto significativo y propio para la vida que él de su voluntad habia escogido: ansí que me es á mí más fácil imitarle en esto, que nó en hender gigantes, descabezar serpientes, matar endriagos, desbaratar ejércitos, fracasar armadas, y deshacer encantamentos: y pues estos lugares son tan acomodados para semejantes efectos, no hay para qué se deje pasar la ocasión, que ahora con tanta comodidad me ofrece sus guedejas. En efecto, dijo Sancho,    ¿ qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar ? ¿ Ya no te he dicho, respondió Don Quijote, que quiero imitar á Amadis, haciendo  aquí del desesperado, del sandio y del furioso (...) ?  (...) sin hacer locuras de daño, sino de lloros y sentimientos “ (Capítulo XXV, 1ª parte) .

Don Quijote insiste en adornar de buenas cualidades a Amadís cuando su sobrina, igual que el cura, atribuye a fábulas y mentiras la existencia de los caballeros andantes: “ ¡Cómo! ¡que es posible que una rapaza, que apénas sabe menear doce palillos de randas, se atreva á poner lengua y á censurar las historias de los caballeros andantes! ¿ Qué dijera el señor Amadis si lo tal oyera ? Pero á buen seguro que él te perdonara, porque fué el más humilde y cortés caballero de su tiempo, y demas grande amparador de las doncellas “  (Capítulo VI, 2ª parte).

En este mismo sentido se pronuncia Don Quijote en el palacio de los Duques al renunciar a estar servido por doncellas en su aposento: “ en cenando, Don Quijote se retiró en su aposento, solo, sin consentir que nadie entrase con él á servirle: tanto se temia de encontrar ocasiones que le moviesen ó forzasen á perder el honesto decoro que á su señora Dulcinea guardaba, siempre puesta en la imaginación la bondad de Amadis, flor y espejo de los andantes caballeros “  ( Capítulo XLIII, 2ª parte ).

Ya solo en la montaña, medita Don Quijote qué hacer en su soledad, si imitar a Roldán o imitar a Amadís. Se inclina por éste, que, desdeñado por Oriana, que le había ordenado que hasta que ella no quisiese no apareciera ante ella, se retiró a la Peña Pobre en compañía de un ermitaño y allí se hartó de llorar y de encomendarse a Dios hasta que  lo socorrió. En el caso de Don Quijote, lo que llora es estar ausente de Dulcinea: “ Ea, pues, manos á la obra; venid á mi memoria, cosas de Amadis, y enseñadme por dónde tengo de comenzar á imitaros; mas ya sé que lo más que él hizo fué rezar y así lo haré yo: y sirviéronle de rosario unas agallas grandes de un alcornoque, que ensartó, de que hizo un diez; y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase, y con quien consolarse, y así se entretenia paseándose por el pradecillo, escribiendo y grabando por la corteza de los árboles y por la menuda arena muchos versos, todos acomodados á su tristeza, y algunos en alabanza de Dulcinea “  (Capítulo XXVI, 1ª parte).

Y cuando se trata de hacer mercedes a su escudero por parte de un caballero, también el referente es Amadís: “ ¿ para qué gasto tanto tiempo en esto, ofreciéndome un tan insigne ejemplo el grande y nunca bien alabado Amadis de Gaula, que hizo á su escudero conde de la ínsula firme ? Y así puedo yo, sin escrúpulo de conciencia, hacer conde á Sancho Panza, que es uno de los mejores escuderos que caballero andante ha tenido “ (Capítulo L, 1ª  parte ).

Volviendo al escrutinio, es reseñable que los cuatro libros sobre Amadís fueron salvados de la hoguera gracias a la intervención del barbero: “ el primero que maese Nicolas le dio en las manos  [al cura] , fue los cuatro de Amadis de Gaula: y dijo el cura: Parece cosa de misterio esta, porque, segun he oido decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demas han tomado principio y origen deste; y así, me parece que, como á dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin excusa alguna condenar al fuego. Nó, señor, dijo el barbero, que tambien he oido decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como á  único en su arte, se debe perdonar. Así es verdad, dijo el cura, y por esa razon se le otorga la vida por  ahora “  (Capítulo VI, 1ª parte).

Calle Amadís de Gaula
A favor del libro de Amadis debe contarse el pasaje en que, estando Don Quijote en Sierra Morena, Cardenio, al contarle lo que le había ocurrido con su amada Luscinda, habla del interés de ésta por tal libro: “ Acaeció, pues, que habiéndome pedido Luscinda un libro de caballerías en que leer, de quien era ella muy aficionada, que era el de Amadis de Gaula... No hubo bien oido don Quijote nombrar libro de caballerías, cuando dijo: Con que me dijera vuestra merced, al principio de su historia, que su merced de la señora Luscinda era aficionada á libros de caballerías, no fuera menester otra exageración para darme á entender la alteza de su entendimiento; porque no le tuviera tan bueno, como vos, señor, le habeis pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda “  (Capítulo XXIV, 1ª parte).

Amadís es citado por Don Quijote cuando trata de explicar cómo era la vida y cuáles las costumbres de los caballeros andantes. Éstos pasaban calamidades con frecuencia, como las pasadas por Sancho y Don Quijote en el encuentro que tuvieron con los yangüeses: “ Sábete, amigo Sancho, respondió Don Quijote, que la vida de los caballeros andantes está sujeta á mil peligros y desventuras, y ni más ni ménos está en potencia propincua de ser los caballeros andantes reyes y emperadores, como lo ha mostrado la experiencia en muchos y diversos caballeros, de cuyas historias yo tengo entera noticia; y pudiérate contar agora, si el dolor me diera lugar, de algunos que solo por el valor de su brazo han subido á los altos grados que he contado; y estos mesmos se vieron ántes y después en diversas calamidades y miserias; porque el valeroso Amadis de Gaula se vió en poder de su mortal enemigo Arcalaus, el encantador, de quien se tiene por averiguado que le dió, teniéndole preso, más de doscientos azotes con las riendas de su caballo, atado á una coluna de un patio “ . Y la conversación prosigue: “ yo he oido decir á vuestra merced, dijo Panza, que es muy de caballeros andantes el dormir en los páramos y desiertos lo más del año, y que lo tienen á mucha ventura. Eso es, dijo Don Quijote, cuando no pueden más, ó cuando están enamorados; y es tan verdad esto, que ha habido caballero que se ha estado sobre una peña al sol y á la sombra y á las inclemencias del cielo dos años, sin que lo supiese su señora; y uno destos fue Amadis, cuando, llamándose Beltenebros, se alojó en la Peña Pobre ni sé si ocho años ó ocho meses, que no estoy muy bien en la cuenta “  (Capítulo XV, 1ª parte).

Beltenebros no es el único nombre con que también se conoció a Amadis. Hablando sobre desventuras pasadas, como el manteamiento de Sancho, Don Quijote se refiere a la necesidad de contar con un arma adecuada para esos casos: “ de aquí adelante yo procuraré haber á las manos alguna espada, hecha por tal  maestría, que al que la trujere consigo no le puedan hacer ningun género de encantamentos; y áun podria ser que me deparase la ventura aquella de Amadis, cuando se llamaba el Caballero de la Ardiente Espada [lo confunde con su biznieto, Amadís de Grecia], que fue una de las mejores espadas que tuvo caballero en el mundo; porque, fuera que tenia la virtud dicha, cortaba como una navaja, y no habia armadura, por fuerte y encantada que fuese, que se le parase delante “  ( Capítulo XVIII, 1ª parte ).

Después de haber pasado Sancho mucho miedo con lo del batán,  Don Quijote dice que un escudero debe hablar poco con su caballero, desde luego menos que Sancho con él. Y pone ejemplos, entre ellos el del escudero de Amadis: “ está advertido de aquí adelante en una cosa, para que te abstengas y reportes en el hablar demasiado conmigo, que en cuantos libros de caballerías he leido, que son infinitos, jamas he hallado que ningun escudero hablase tanto con su señor como tú con el tuyo; y en verdad que lo tengo á gran falta tuya y mia: tuya en que me estimas en poco; mia en que no me dejo estimar en más; sí que Gandalin, escudero de Amadis de Gaula, conde fué de la ínsula firme, y se lee dél que siempre hablaba á su señor con la gorra en la mano, inclinada la cabeza, y doblado el cuerpo more turquesco  (Capítulo XX, 1ª parte).


La admiración hacia Amadís por parte de Don Quijote se acaba cuando antes de morir recupera el juicio: “ Ya soy enemigo de Amadis de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje: ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante caballería: ya conozco mi necedad, y el peligro en que me pusieron haberlas leido: ya por misericordia de Dios, escarmentado en cabeza propia, las abomino “  (Capítulo LXXIV, 2ª parte).

                     FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

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