sábado, 25 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXXI)

CLAVILEÑO

La aventura de Clavileño tiene lugar en tierras de Aragón durante la estancia de Don Quijote y Sancho con los Duques, con los que se encuentran cuando éstos estaban de caza en compañía de otras personas. Los duques, conocedores de la obra impresa sobre las andanzas del hidalgo y de su escudero, se mostraron dispuestos a seguirle la corriente y considerarlo caballero andante. Una de las burlas que sufrieron en las posesiones de los Duques fue la relacionada con la supuesta “Dueña Dolorida”. En el Capítulo XXXIX de la segunda parte se había hecho creer a Don Quijote que ella y otras dueñas habían sido castigadas en el reino imaginario de Candaya  por un encantador, - el gigante Malambruno -, a tener barba hasta que un caballero las liberase yendo sobre un caballo de madera realizado por el sabio Merlín.

Dolorida es la primera que se refiere a Clavileño al tiempo que lo describe: “ Malambruno me dijo que cuando la suerte me deparase al caballero nuestro libertador, que él le enviaria una cabalgadura harto mejor y con ménos malicias que las que son de retorno, porque ha de ser aquel mesmo caballo de madera sobre quien llevó el valeroso Pierres robada á la linda Magalona, el cual caballo se rige por una clavija que tiene en la frente, que le sirve de freno, y vuela por el aire con tanta ligereza que parece que los mesmos diablos le llevan. Este tal caballo, según es tradición antigua, fué compuesto por aquel sabio Merlín. Prestósele á Pierres, que era su amigo, con el cual hizo grandes viajes, y robó, como se ha dicho, á la linda Magalona, llevándola á las ancas por el aire, dejando embobados á cuantos desde la tierra los miraban, y no le prestaba sino á quien él queria, ó mejor se lo pagaba; y desde el gran Pierres hasta ahora no sabemos que haya subido alguno en él. De allí le ha sacado Malambruno con sus artes, y le tiene en su poder, y se sirve dél en sus viajes, que los hace por momentos por diversas partes del mundo, y hoy está aquí y mañana en Francia, y otro día en Potosí: y es lo bueno, que el tal caballo ni come ni duerme, ni gasta herraduras, y lleva un portante por los aires, sin tener alas, que el que lleva encima puede llevar una taza llena de agua en la mano sin que se le derrame gota, según camina llano y reposado “  (Capítulo XL, 2ª parte).    


Calle Clavileño
La aventura de Clavileño fue bastante “sonada”: 
“ entraron por el jardín cuatro salvajes, vestidos todos de verde hiedra, que sobre sus hombros traian un gran caballo de madera. Pusiéronle de piés en el suelo, y uno de los salvajes dijo: Suba sobre esta máquina el caballero que tuviere ánimo para ello (...) y ocupe las ancas el escudero, si es que lo tiene,  ( ... ) y no hay más que torcer esta clavija que sobre el cuello trae puesta, que él los llevará por los aires “; para dar cabida a la broma, el salvaje añadió: “ porque la alteza y sublimidad del camino no les cause vaguidos, se han de cubrir los ojos hasta que el caballo relinche, que será señal de haber dado fin á su viaje “ .

Después de no pocas consideraciones Don Quijote  “ subió sobre Clavileño, y le tentó la clavija, que fácilmente se rodeaba; y como no tenia estribos, y le colgaban las piernas, no parecia sino figura de tapiz flamenco pintada ó tejida en algun romano triunfo. De mal talante y poco á poco llegó á subir Sancho, y acomodándose lo mejor que pudo en las ancas, las halló algo duras y no nada blandas, y pidió al Duque que si fuese posible le acomodasen de algun cojin ó de alguna almohada, aunque fuese del estrado de su señora la Duquesa, ó del lecho de algun paje, porque las ancas de aquel caballo más parecian de mármol que de leño “.



Como llevaban vendados los ojos aceptaron el engaño a pesar de sus dudas. Para que creyeran que iban por los aires, con unos fuelles de gran tamaño les hacían aire: “ Sin duda alguna, Sancho, que ya debemos de llegar á la segunda region del aire, adonde se engendra el granizo y las nieves: los truenos, los relámpagos y los rayos se engendran en la tercera region; y si es que desta manera vamos subiendo, presto daremos en la region del fuego, y no sé yo cómo templar esta clavija para que no subamos donde nos abrasemos. En esto, con unas estopas ligeras de encenderse y apagarse desde léjos, pendientes de una caña, les calentaban los rostros “.

Calle Clavileño
Tanto los calentaban, que Sancho decía: “ Que me maten si no estamos ya en el lugar del fuego ó bien cerca, porque una gran parte de mi barba se me ha chamuscado, y estoy, señor, por descubrirme y ver en qué parte estamos “. Los duques y sus acompañantes        “ queriendo dar remate á la extraña y bien fabricada aventura, por la cola de Clavileño le pegaron fuego con unas estopas, y al punto, por estar el caballo lleno de cohetes tronadores, voló por los aires con extraño ruido, y dió con Don Quijote y con Sancho Panza en el suelo, medio chamuscados “  (Capítulo XLI, 2ª parte).

El engaño y la burla se habían consumado y Don Quijote quedó satisfecho – así estaba convencido – de haber podido deshacer el entuerto o desgracia que supuestamente había acontecido a la inventada Dueña Dolorida y a sus compañeras.  


                                          FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

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