sábado, 11 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXIV)

LA VENTA

Tras la primera salida de Don Quijote, cuenta Cervantes que “ anduvo todo aquel dia, y al anochecer su rocin y él se hallaron cansados y muertos de hambre; (...) mirando á todas partes, por ver si descubriria algun castillo ó alguna majada de pastores donde recogerse, y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vió, no léjos del camino por donde iba, una venta, que fué como si viera una estrella que á los portales, si nó á los alcázares, de su redención le encaminaba “  .

Junto a la puerta de la venta había “ dos mujeres mozas, destas que llaman del partido, las cuales iban á Sevilla con unos arrieros que en la venta aquella noche acertaron á hacer jornada “. Don Quijote imaginó que aquello era un castillo, “ con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava “. Las dos mozas “ le parecieron dos hermosas doncellas ó dos graciosas damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando “.

Allí cenó Don Quijote, pero echó de menos “ no verse armado caballero, por parecerle que no se podria poner legítimamente en aventura alguna sin recebir la órden de caballería “ (Capítulo II, 1ª parte).

Calle La Venta
En la venta fue, pues, armado caballero. Primero veló las armas por la noche en el patio, lo que ya dio lugar a un grave incidente, pues habiendo dejado las armas Don Quijote sobre la pila del pozo, dos arrieros que fueron a dar agua a sus recuas de mulas, las apartaron, lo que motivó que el hidalgo los dejara malheridos, y entonces los “compañeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde léjos á llover piedras sobre Don Quijote, el cual lo mejor que podia se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas. El ventero daba voces que le dejasen, porque ya les habia dicho como era loco, y que por loco se libraria, aunque los matase á todos.

Tambien Don Quijote las daba mayores, llamándolos de alevosos y traidores, y que el señor del castillo era un follon y mal nacido caballero, pues de tal manera consentia que se tratasen los andantes caballeros; y que si él hubiera recebido la órden de caballería, que él le diera á entender su alevosía: pero de vosotros, soez y baja canalla, no hago caso alguno. Tirad, llegad, venid, y ofendedme en cuanto pudiéredes, que vosotros vereis el pago que llevais de vuestra sandez y demasía. Decia esto con tanto brío y denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometian: y así por esto como por las persuasiones del ventero, le dejaron de tirar y él dejó retirar á los heridos, y tornó á la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que 
primero “.

El ventero, al ver cómo se desarrollaban los hechos, decidió acabar cuanto antes y “armarlo caballero”: “ trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba á los arrieros, y con un cabo de vela que le traia un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde Don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y leyendo en su manual, como que decia alguna devota oración, en mitad de la leyenda alzó la mano, y dióle sobre el cuello un buen golpe, y tras él con su mesma espada un gentil espaldarazo, siempre murmurando entre dientes, como que rezaba, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción, porque no fué menester poca para no reventar de risa á cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya habian visto del novel caballero les tenian la risa á raya “  (Capítulo III, 1ª parte).

Una nueva venta aparece en la obra, en el capítulo XV, después de la aventura con los yangüeses. En ella servía Maritornes, “una moza asturiana, ancha de cara, llena de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta, y del otro no muy sana: verdad es que la gallardía del cuerpo suplia las demas faltas: no tenia siete palmos de los piés á la cabeza, y las espaldas, que algun tanto le cargaban, la hacian mirar al suelo más de lo que ella quisiera “. En esta venta, que Don Quijote también confunde con un castillo, fueron curados caballero y escudero de los golpes recibidos en el encuentro con los yangüeses y allí también fueron vapuleados como resultado de la confusión derivada de la cita que habían concertado Maritornes y un arriero de Arévalo (Capítulo XVI, 1ª parte).

 
Allí es donde Don Quijote elabora el bálsamo de Fierabrás, que habría de reponerles de todos los golpes sufridos por uno y otro: “ levántate, Sancho, si puedes, y llama al alcaide desta fortaleza, y procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y romero para hacer el salutífero bálsamo (...). El ventero le proveyó de cuanto quiso, y Sancho se lo llevó á Don Quijote (...) él tomó sus simples, de los cuales hizo un compuesto, mezclándolos todos y cociéndolos un buen espacio, hasta que le pareció que estaban en su punto. Pidió luego alguna redoma para echallo, y como no la hubo en la venta, se resolvió de ponello en una alcuza ó aceitera de hoja de lata, de quien el ventero le hizo grata donación; y luego dijo sobre la alcuza más de ochenta paternostres, y otras tantas avemarías, salves y credos, y á cada palabra acompañaba una cruz, á modo de bendición “.

Caballero y escudero lo tomaron y a ambos les sentó fatal. Primero bebió Don Quijote: “ apenas lo acabó de beber, cuando comenzó á vomitar, de manera que no le quedó cosa en el estómago; y con las ansias y agitación del vómito le dió un sudor copiosísimo “ , si bien luego pareció arreglársele el cuerpo. 
“ Sancho Panza, que tambien tuvo á milagro la mejoría de su amo, le rogó que le diese á él lo que quedaba en la olla, que no era poca cantidad. Concedióselo Don Quijote, y él, tomándola á dos manos, con buena fe y mejor talante se la echó á pechos, y envasó bien poco ménos que su amo. Es, pues, el caso, que el estómago del pobre Sancho no debia de ser tan delicado como el de su amo; y así, primero que vomitase, le dieron tantas ansias y bascas, con tantos trasudores y desmayos, que él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora; y viéndose tan afligido y congojado, maldecia el bálsamo y al ladron que se lo habia dado “.

Don Quijote le dice que eso es para caballeros y no para gente como él: “ En esto hizo su operación el brebaje, y comenzó el pobre escudero á desaguarse por entrambas canales, con tanta priesa, que la estera de enea, sobre quien se habia vuelto á echar, ni la manta de angeo con que se cubria, fueron más de provecho: sudaba y trasudaba, con tales parasismos y accidentes, que no solamente él, sino todos pensaron que se le acababa la vida: duróle esta borrasca y mala andanza casi dos horas, al cabo de las cuales no quedó como su amo, sino tan molido y quebrantado, que no se podia tener “.

Don Quijote decide salir de la venta para deshacer entuertos por el mundo y entonces se produce otro episodio curioso en relación con el pago de la deuda contraída en la venta. Como el caballero dijera al ventero si tenía algún agravio que alguien le hubiera hecho, éste dice: “ Señor caballero, yo no tengo necesidad de que vuestra merced me vengue ningun agravio, porque yo sé tomar la venganza que me parece cuando se me hacen: sólo he menester que vuestra merced me pague el gasto que esta noche ha hecho en la venta, así de la paja y cebada de sus dos bestias, como de la cena y  camas “ .

Es entonces cuando Don Quijote cae en la cuenta de que aquello no era castillo, sino venta, por lo que no debe pagar nada: “ ¿ Luego venta es esta ? (...) Engañado he vivido hasta aquí, respondió Don Quijote, que en verdad que pensé que era castillo, y nó malo; pero pues es así que no es castillo sino venta, lo que se podrá hacer por agora es que perdoneis por la paga, que yo no puedo contravenir á la órden de los caballeros andantes, de los cuales sé cierto (sin que hasta ahora haya leido cosa en contrario) que jamas pagaron posada ni otra cosa en venta donde estuviesen, porque se les debe de fuero y de derecho cualquier buen acogimiento que se les hiciere, en pago del insufrible trabajo que padecen, buscando las aventuras de noche y de dia, en invierno y en verano, á pié y á caballo, con sed y con hambre, con calor y con frio, sujetos á todas las inclemencias del cielo y á todos los incomodos de la tierra “.

Y ante la insistencia del ventero en querer cobrar, Don Quijote se marchó de la venta: “ Vos sois un sandio y mal hostelero, respondió Don Quijote; y poniendo piernas á Rocinante, y terciando su lanzon, se salió de la venta, sin que nadie le detuviese; y él, sin mirar si le seguia su escudero, se alongó un buen trecho “  .

Es entonces cuando se produce el manteo de Sancho Panza tras negarse éste a pagar como buen escudero de un caballero andante: “ Quiso la mala suerte del desdichado Sancho que entre la gente que estaba en la venta se hallasen cuatro perailes de Segovia, tres agujeros del Potro de Córdoba, y dos vecinos de la Heria de Sevilla, gente alegre, bien intencionada, maleante y juguetona, los cuales, casi como instigados y movidos de un mesmo espíritu, se llegaron á Sancho, y apeándole del asno, uno dellos entró por la manta de la cama del huésped, y echándole en ella, alzaron los ojos y vieron que el techo era algo más bajo de lo que habian menester para su obra, y determinaron salirse al corral, que tenia por límite el cielo; y allí, puesto Sancho en mitad de la manta, comenzaron á levantarle en alto, y á holgarse con él, como con perro por carnestolendas “. Sancho, bastante molido después del manteo, pudo salir de la venta, pero el ventero se quedó con sus alforjas a cambio de lo que se le debía, de lo cual Sancho no se dio cuenta tal como iba (Capítulo XVII, 1ª parte).

Esta segunda venta vuelve a salir en la obra dos veces. Una de ellas cuando al dirigirse Sancho a El Toboso por mandato de Don Quijote con una carta para Dulcinea, llega hasta ella. Tiene hambre pero duda qué hacer: “ en saliendo al camino real se puso en busca del del Toboso, y otro dia llegó á la venta donde le habia sucedido la desgracia de la manta; y no la hubo bien visto, cuando le pareció que otra vez andaba en los aires, y no quiso entrar dentro, aunque llegó á hora que lo pudiera y debiera hacer, por ser la del comer, y llevar en deseo de gustar algo caliente, que habia grandes dias que todo era fiambre. Esta necesidad le forzó á que llegase junto á la venta todavía dudoso si entraria ó nó . Por suerte para él, mientras se decidía, salieron de la venta el cura y el barbero, que le sacó comida (Capítulo XXVI, 1ª parte ).

Cuando todos vuelven desde Sierra Morena al pueblo de Don Quijote, de nuevo pasan por esa venta, en la que se suceden una serie de hechos, empezando por la lectura que hace el cura de la novela “El curioso impertinente”, lectura interrumpida hacia su final por las voces de Sancho Panza: “ Acudid, señores, presto, y socorred á mi señor, que anda envuelto en la más reñida y trabada batalla que mis ojos han visto: vive Dios, que ha dado una cuchillada al gigante enemigo de la señora princesa Micomicona, que le ha tajado la cabeza cercen á cercen, como si fuera un nabo “. Se oía a Don Quijote decir: “ tente, ladron, malandrin, follon, que aquí te tengo y no te ha de valer tu cimitarra “. Sancho intervino para indicar:  “ No tienen que pararse á escuchar, sino entren á despartir la pelea, ó á ayudar á mi amo; aunque ya no será menester, porque sin duda alguna el gigante está ya muerto, y dando cuenta á Dios de su pasada y mala vida, que yo ví correr la sangre por el suelo, y la cabeza cortada y caida á un lado, que es tamaña como un gran cuero de vino “.

En efecto, se trata de la aventura de los pellejos de vino, confundidos por Don Quijote con un gigante. La reacción del ventero es comprensible: “ Que me maten (...) si Don Quijote ó don diablo no ha dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que á su cabecera estaban llenos, y el vino derramado debe de ser lo que le parece sangre a este buen hombre “.

El aspecto que presentaba Don Quijote era desternillante: “ Estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenia seis dedos ménos: las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias: tenia en la cabeza un bonetillo colorado grasiento, que era del ventero; en el brazo izquierdo tenia revuelta la manta de la cama con quien tenia ojeriza Sancho, y él se sabia bien el porqué, y en la derecha desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas á todas partes, diciendo palabras como si verdaderamente estuviera peleando con algun gigante: y es lo bueno, que no tenia los ojos abiertos, porque estaba durmiendo, y soñando que estaba en batalla con el gigante; que fué tan intensa la imaginación de la aventura que iba á fenecer, que le hizo soñar que ya habia legado al reino de Micomicon, y que ya estaba en la pelea con su enemigo; y habia dado tantas cuchilladas en los cueros, creyendo que las daba en el gigante, que todo el aposento estaba lleno de vino; lo cual visto por el ventero, tomó tanto enojo, que arremetió con don Quijote, y á puño cerrado le comenzó á dar tantos golpes, que si Cardenio y el cura no se le quitaran, él acabara la guerra del gigante: y con todo aquello no despertaba el pobre caballero, hasta que el barbero trujo un gran caldero de agua fria del pozo, y se le echó por todo el cuerpo de golpe, con lo cual despertó Don Quijote, mas nó con tanto acuerdo que echase de ver de la manera que estaba “  (Capítulo XXXV, 1ª parte). Todos reían menos, como es natural, el ventero y la ventera, que querían cobrar el importe de los desperfectos causados. Una vez vuelto a dormir Don Quijote, su amigo el cura fue el encargado de aquietar los ánimos de éstos y prometió reparar los gastos.

Hasta el Capítulo XLVII no se produce la salida de la venta, por lo que transcurre el tiempo necesario para que tengan lugar una buena serie de hechos. Uno es el encuentro y reconciliación entre Dorotea y Don Fernando, así como el volver a estar juntos Cardenio y Luscinda. Se cuenta también la historia de la mora que se va a bautizar, Lela Zoraida. Don Quijote lanza su discurso de las armas y las letras. Se relata la historia del mozo de mulas, en realidad disfraz adoptado por un caballero enamorado de una de las damas que había llegado a la venta y a la que iba siguiendo. Allí se produce la burla a don Quijote protagonizada por la hija del ventero y Maritornes. Hasta la venta llega el barbero a quien Don Quijote había arrebatado su bacía asegurando que era el Yelmo de Mambrino.

A ella llegan también unos cuadrilleros de la Santa Hermandad que, entre los encargos de detención de delincuentes que llevaban, tenían el de apresar a Don Quijote por haber liberado a los galeotes. Ante tal situación Don Quijote no se arredró: “ Venid acá, gente soez y mal nacida, ¿ saltear de caminos llamais al dar libertad á los encadenados, soltar los presos, acorrer á los miserables, alzar los caidos, remediar los menesterosos ?  ¡ Ah gente infame. digna por vuestro bajo y vil entendimiento que el cielo no os comunique el valor que se encierra en la caballería andante, ni os dé á entender el pecado é ignorancia en que estais, en no reverenciar la sombra, cuanto más la asistencia de cualquier caballero andante ! Venid acá, ladrones en cuadrilla, que nó cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad, decidme ¿ quién fué el ignorante que firmó mandamiento de prision contra un tal caballero como yo soy ?  ¿ quién fué el que ignoró que son exentos de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada, sus fueros sus bríos, sus premáticas su voluntad ?  ¿ quién fué el mentecato, vuelvo á decir, que no sabe que no hay ejecutoria de hidalgo con tantas preeminencias ni exenciones como la que adquiere un caballero andante el dia que se arma caballero y se entrega al duro ejercicio de la   caballería ?  ¿ Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapin de la reina, moneda forera, portazgo ni barca ?  ¿ qué sastre le llevó hechura de vestido que le hiciese ?  ¿ qué castellano le acogió en su castillo que le hiciese pagar el escote ?  ¿ qué rey no le asentó á su mesa ?  ¿ qué doncella no se le aficionó y se le entregó rendida á todo su talante y voluntad ? Y finalmente  ¿ qué caballero andante ha habido, hay ni habrá en el mundo que no tenga bríos para dar él solo cuatrocientos palos á cuatrocientos cuadrilleros que se le pongan delante ? “ (Capítulo XLV, 1ª parte).  La aventura no acabó mal gracias a que los cuadrilleros terminaron por convencerse de la verdad de las locuras de Don Quijote.

En el capítulo XLVI urden el cura y demás personas y caballeros que hay en la venta un plan para hacer volver a Don Quijote a su pueblo: meterlo en una jaula hecha de palos y trasladarlo así sobre una carreta de bueyes, haciéndole creer que todo es producto de encantamiento. Previamente a la salida de la venta, las disputas pendientes quedan solucionadas: la del barbero de la bacía con Sancho por el aparejo del asno, que concluye con el intercambio de las albardas, y la del “Yelmo de Mambrino”; y lo que debe Don Quijote al ventero es pagado por uno de los caballeros, Don Fernando. La comitiva acompañante de don Quijote estaba formada por unos cuadrilleros de la Santa Hermandad, Sancho Panza, el cura y el barbero.

En el Capítulo XXIV de la segunda parte aparece una tercera venta, situada cerca de una ermita, después de haber estado Don Quijote en la cueva de Montesinos. Al final de dicho capítulo Sancho se muestra satisfecho por el hecho de que Don Quijote “ la juzgó por verdadera venta, y nó por castillo, como solia “.

En el Capítulo XXV se presenta en la venta Maese Pedro con su retablo. Maese Pedro era un titiritero que iba de un lado para otro con un retablo de marionetas en el que contaba la historia de Melisendra y Gaiferos, y que tenía un mono que adivinaba las respuestas, mejor casi todas, a las preguntas que la gente le hacía; dos reales cobraba por cada respuesta: el amo respondía por el mono, que supuestamente susurraba al oído de su amo la contestación. El titiritero era en realidad, según se refiere en el Capítulo XXVII, Ginés de Pasamonte, que se hacía pasar por otra persona para no verse obligado a rendir cuentas ante la justicia.

En el Capítulo XXVI Don Quijote y Sancho abandonan la venta, después de haber ocurrido el desaguisado, que pagó religiosamente, causado por don Quijote en el teatrillo o retablo de marionetas al confundir la aventura narrada por los titiriteros con la realidad. Dicha aventura era el rescate de manos sarracenas de Melisendra por su marido Gaiferos, y la persecución iniciada por los moros zaragozanos sobre ellos. Don Quijote cree ayudarles atacando las figuras de los moros, lo que produce la destrucción del retablo.

En el capítulo LIX nos encontramos con una nueva venta, la cuarta. A ella llegan Don Quijote y Sancho cuando, después de haber abandonado el palacio de los duques, van hacia Zaragoza. En ella se encuentran con dos caballeros que tienen la apócrifa segunda parte de El Quijote. Abandonan la venta al final de este capítulo, pero antes Don Quijote decide no pasar por Zaragoza para demostrar que el autor apócrifo mentía, y por sugerencia de uno de los caballeros decide ir hacia Barcelona, donde también se celebrarán unas justas caballerescas.


                     FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS






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