miércoles, 29 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXXII)

MOLINOS


Referencias a molinos, molineros y molineras hay en distintos lugares de la obra, pero ocupa un lugar central el inicio del Capítulo VIII de la 1ª parte con la muy conocida aventura de la lucha contra los molinos de viento cuando iban caballero y escudero camino de Puerto Lápice tras la segunda salida de la aldea:

“ En esto descubrieron treinta ó cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y así como Don Quijote los vió, dijo á su escudero: La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos á desear; porque  ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta ó pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles á todos las vidas; con cuyos despojos comenzaremos á enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿ Qué gigantes ? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí  y ponte en oración en el espacio que yo voy á entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dió de espuelas á su caballo Rocinante, sin atender á las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento y nó gigantes aquellos que iba á acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oia las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; ántes iba diciendo en voces altas:

Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron á moverse; lo cual visto por Don Quijote, dijo: Pues aunque movais más brazos que los del gigante Briareo, me lo habeis de pagar. Y diciendo esto y encomendándose de todo corazon á su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió á todo el galope de Rocinante, y embistió con el primero molino que estaba delante, y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fué rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza á socorrerle á todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podia menear: tal fué el golpe que dió con él Rocinante.         ¡ Válame Dios ! Dijo Sancho: ¿ no le dije yo á vuestra merced que mirase bien lo que hacia, que no eran sino molinos de viento, y no lo podia ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza ?  Calla, amigo Sancho, respondió Don Quijote, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas á continua mudanza: cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Freston, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento, tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. Dios lo haga, como puede, respondió Sancho Panza; y ayudándole a levantar, tornó á subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba “.

¿ Se inspiró Cervantes para ese pasaje en los molinos de Campo de Criptana ? Para muchos cervantistas la respuesta es afirmativa. Es cierto que molinos de viento no sólo los había en este pueblo, pero parece probado que sí era éste el lugar donde por aquella época los había en mayor cantidad. Así se desprende de un libro cuyo autor, Juan Jiménez Ballesta, en el contexto de un detallado estudio sobre el tema, afirma: “ La eterna discusión de cuáles podían ser tales molinos nos obliga a definirnos, aun a sabiendas de que pudiéramos equivocarnos. No obstante creemos acercarnos a la verdad al apostar a que los famosos molinos a los que se refería Cervantes sólo podían ser los situados en la Sierra de Criptana “ ( JUAN JIMÉNEZ BALLESTA: Molinos de viento en Castilla-La Mancha. Piedrabuena, Ediciones Llanura, 2001, pág. 26).
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En Campo de Criptana hay varias calles que llevan nombres de molinos de viento: Alambique, Burillo, Calvillo, Cervadal, Condado, Escribanillo, Huerta mañana, Pereo, Tahonillo y Tardío. Dos calles tienen nombre de parajes donde hubo molinos: Altillo del Palomar y Avenida de los Siete Molinos. Todas estas calles se encuentran en la zona oeste, precisamente por donde en la actualidad más crece espacialmente Campo de Criptana. Otras dos están designadas con términos genéricos sobre ellos: Senda de los Molinos (entre las calles Dulcinea y Cristo de Villajos) y Calleja de los Molinos (en realidad el camino que, partiendo de la calle Cristo de Villajos, por detrás del edificio de la E.F.A., conduce hasta la Sierra de los Molinos). Hay otra, aparentemente sin nombre, que lo tiene y así debe ser reconocido; es Subida a los Molinos (recuérdese el acuerdo tomado en 1955 y reseñado más arriba), que en empinadísima cuesta lleva desde C/ Carlos Sánder hasta la misma Sierra y campo de los Molinos.

De la época cervantina no se conocen de forma concreta nombres de molinos, aunque se sabe que su número era abundante. La mejor y más completa relación de ellos es la contenida en el Catastro de Ensenada, que data de 1752 e incluye 34 molinos harineros de viento (Ver mi libro Los molinos de viento del Campo de Criptana a mediados del siglo XVIII, Diputación Provincial de Ciudad Real, 2000). Las calles citadas responden a nombres integrantes de dicha relación.

Alambique, Buriilo, Pereo y Tahonillo (Tahona en el Catastro) estaban situados en la Sierra de los Molinos, al norte de la población. El Cervadal (en realidad, Cebadal) se levantaba en el Cerro Cebadal, que está junto al Camino de los Siete Molinos, que sale del pueblo en dirección oeste. Tardío y Escribanillo, muy cercanos entre sí, también se situaban al oeste de la población, cerca de ella hoy en día, unos metros al norte del Camino del Pico. El molino Condado se erigía en el Alto o Altillo del Palomar, paraje situado entre el Camino de los Siete Molinos y la actual carretera nacional 420. El Calvillo era uno de los siete molinos del paraje ya indicado, precisamente uno de los más alejados de la población, cerca del límite con el término municipal de Alcázar de San Juan. Por último, el Huerta Mañana estaba en la Ribera de los Tres Molinos, paraje situado junto al Camino del Pico, a algo menos de dos kilómetros de la villa. Todos estos molinos han desaparecido; a lo sumo, de alguno de ellos queda algún retazo de muro o el típico amontonamiento de derrubios.

Además de la localización El Catastro de Ensenada aporta sobre estos molinos algunos datos más, los que se indican a continuación:

El Alambique, explotado por su propietario, Alejandro Verdejo, distaba 600 pasos del pueblo, lindaba con la Sierra por los cuatro puntos cardinales y proporcionaba una renta anual de 24 fanegas de trigo.

Restos del molino Burillo

El Burillo, rodeado de tierra realenga, también estaba a distancia de 600 pasos del núcleo urbano. Era propiedad del cabildo de la iglesia de Santa María, de Alcázar de San Juan, que lo tenía arrendado a Alfonso Rodríguez Manzaneque. Se le calculaba una renta anual de 28 fanegas de trigo.

El Calvillo, situado a un cuarto de legua de la población, tenía calculada fiscalmente una renta de 26 fanegas de trigo. Su dueño, que lo explotaba directamente, era Isidro Ruedas, vecino de Alcázar de San Juan.

El Cebadal, a medio cuarto de legua de distancia,, lindaba por todas partes con tierras de D. Pablo de Quirós y pertenecía a la comunidad de Religiosas Franciscanas de la Concepción, radicada en Alcázar de San Juan, que lo tenía arrendado a Manuel Díaz Mínguez. Su renta anual teórica era de 36 fanegas de trigo.

El Condado, a 1.000 pasos de la villa, tenía por dueño a D. Francisco Antonio Baíllo Torres y Pacheco, conde de Cabezuelas y lindaba con tierras del mismo y de D. Gregorio Baíllo y con una senda empedrada que desde el Camino de Alcázar (de los Siete Molinos) conducía al propio molino. Su renta era de 28 fanegas de trigo al año. El propietario lo tenía dado en arrendamiento.

Vestigios del molino Cebadal
El Escribanillo, ubicado a un cuarto de legua de distancia (800 pasos según el Interrogatorio General del Catastro) junto a tierras de Sebastián Jurado y de Don Gregorio Ropero y Gallego, era del alcazareño José Buenasalva, que probablemente no lo explotaba directamente. Su renta calculada ascendía a 30 fanegas de trigo.

El Huerta Mañana, a distancia de un cuarto de legua, tenía como propietarios, por mitad, a los vecinos de Alcázar de San Juan Santiago Díaz Ropero y Gregorio Sánchez Palomino. Su renta era de 38 fanegas de trigo y probablemente estaba arrendado. Lindaba con tierra realenga y con otras tierras cuyos dueños eran D. Juan de Quintanilla y Cristóbal Martín de Ramos.

El Pereo, distante 500 pasos, era propiedad, en sus tres cuartas partes, de Juan Sánchez Ortega, y el resto pertenecía a Isabel Rodríguez Zoritano. El primero lo explotaba por sí mismo, en tanto que Isabel tenía arrendada su parte. Treinta fanegas de trigo era su renta. Lindaba con tierra de Juan Campos y con los molinos Poyatos, Paletas y Horno de Poya.

El Tahona, también conocido como Tahonilla en 1752, estaba situado junto al Camino del Cristo de Villajos y los molinos Alambique, Aburraco y Paletas. Pertenecía a Cristóbal Huertas, que lo tenía dado en arrendamiento. Su renta estaba calculada en 24 fanegas de trigo al año. Distaba del pueblo medio cuarto de legua, si bien el citado Interrogatorio General aseguraba que estaba a 800 pasos.

El Tardío, a 800 pasos, era explotado directamente por los dueños, Eugenio Huertas – propietario de 2/3 -  y Juan Antonio Huertas. Su renta era de 30 fanegas de trigo y lindaba con tierras del conde de Cabezuelas, Juan Ropero Gallego, Cristóbal Tineo y Martín Quirós Saavedra.             

               FRANCI
SCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS


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