EL VIZCAÍNO
Tras
la aventura de los molinos de viento, cuando
iban Don Quijote y Sancho camino de Puerto Lápice, se encontraron con
dos frailes de San Benito, tras de los cuales circulaba un coche que iba
acompañado por unos cuantos hombres a caballo. En el coche viajaba una señora
vizcaína que se dirigía a Sevilla, donde estaba su marido presto para salir
hacia América a ocupar un cargo.
El
vizcaíno era uno de los escuderos que acompañaban al coche. Al ver que Don
Quijote impide el paso del coche y habla de que tienen que volver hacia El
Toboso para informar a Dulcinea de la hazaña que su caballero enamorado ha
llevado a cabo, “
se fué para Don Quijote, y asiéndole de la lanza, le dijo en mala lengua
castellana y peor vizcaína desta manera: Anda, caballero que mal andes; por el
Dios que crióme, que si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno.
Entendióle muy bien Don Quijote, y con mucho sosiego le respondió: Si fueras
caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento,
cautiva criatura. Á lo cual replicó el vizcaíno: ¿ Yo no caballero ? Juro á
Dios tan mientes como cristiano: si lanza arrojas y espada sacas, el agua cuán
presto verás que al gato llevas: vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo
por el diablo, y mientes, que mira si otra dices cosa. Ahora lo veredes, dijo
Agrages, respondió Don Quijote; y arrojando la lanza al suelo, sacó su espada y
embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno con determinación de quitarle la
vida “.
Peleaban
uno a caballo y el otro sobre una mula, ambos armados con espada: “ dió el vizcaíno una gran
cuchillada á Don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodela, que á
dársela sin defensa le abriera hasta la cintura. Don Quijote, que sintió la
pesadumbre de aquel desaforado golpe, dió una gran voz, diciendo: Oh señora de
mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que
por satisfacer á la vuestra mucha bondad en este riguroso trance se halla. El
decir esto, y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el
arremeter al vizcaíno todo fue en un tiempo, llevando determinación de
aventurarlo todo á la de un golpe solo. El vizcaíno, que así le vió venir
contra él, bien entendió por su denuedo su coraje, y determinó de hacer lo
mesmo que Don Quijote, y así le aguardó bien cubierto de su almohada, sin poder
rodear la mula á una ni á otra parte, que ya de puro cansada y no hecha á
semejantes niñerías, no podia dar un paso (...); la señora del coche y las demas
criadas suyas estaban haciendo mil votos y ofrecimientos á todas las
imágenes y casas de devoción de España,
porque Dios librase á su escudero y á ellas de aquel tan grande peligro en que
se hallaban “ (Capítulo VIII, 1ª parte).
Calle El Vizcaíno |
En
el capítulo siguiente se narra el final de aquella aventura. Es en él en el que
se nos dice el nombre del vizcaíno, Don Sancho de Azpeitia. La pelea fue
cruenta: “
Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y
enojados combatientes, no parecia sino que estaban amenazando al cielo, á la
tierra y al abismo: tal era el denuedo y continente que tenian. Y el primero
que fué á descargar el golpe fué el colérico vizcaíno, el cual fué dado con
tanta fuerza y tanta furia, que á no volvérsele la espada en el camino, aquel
solo golpe fuera bastante para dar fin á su rigurosa contienda y á todas las
aventuras de nuestro caballero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le
tenia guardado, torció la espada de su contrario, de modo que, aunque le acertó
en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado,
llevándole de camino gran parte de la celada con la mitad de la oreja, que todo
ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho. ¡ Válame Dios,
y quién será aquel que buenamente pueda contar ahora la rabia que entró en el
corazon de nuestro manchego, viéndose parar de aquella manera ! No se diga más sino que fué de manera que se
alzó de nuevo en los estribos, y apretando más la espada en las dos manos, con
tal furia descargó sobre el vizcaíno, acertándole de lleno sobre la almohada y
sobre la cabeza, que sin ser parte tan buena defensa, como si cayera sobre él
una montaña, comenzó á echar sangre por las narices y por la boca y por los
oidos, y á dar muestras de caer de la mula abajo, de donde cayera sin duda, si
no se abrazara con el cuello; pero con todo eso sacó los piés de los estribos,
y luego soltó los brazos, y la mula, espantada del terrible golpe, dió a correr
por el campo, y á pocos corcovos dió con su dueño en tierra. Estábaselo con
mucho sosiego mirando Don Quijote, y como lo vió caer, saltó de su caballo, y
con mucha ligereza se llegó á él, y poniéndole la punta de la espada en los
ojos, le dijo que se rindiese, sino que le cortaria la cabeza. Estaba el
vizcaíno tan turbado, que no podia responder palabra “ (Capítulo IX, 1ª
parte).
El suceso no pasó a mayores pues, gracias a la
intervención de las señoras que iban en el coche, Don Quijote perdonó la vida
al vizcaíno a cambio de que fuera a El Toboso a presentarse a Dulcinea.
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