AMADÍS
DE GAULA
En
los siglos finales de la Edad Media la lectura de libros de caballerías estaba
bastante extendida entre los habitantes de los reinos españoles, pero el
fenómeno se amplió aún más cuando apareció en 1508 – la primera edición es de
hacia 1495 - el Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo. Esta
obra fijó definitivamente las características de este tipo de novelas:
protagonistas heroicos de estirpe noble que luchan contra las injusticias y
defienden a los débiles aparte de estar enamorados de damas idealizadas, peleas
casi constantes contra encantadores, monstruos y gigantes, etc., etc. En el
siglo XVI se difundió este género de novelas, cuyos contenidos cada vez eran
más absurdos y fantásticos. El propio Miguel de Cervantes era aficionado a
leerlas.
Portada de una de las primeras ediciones del Amadís de Gaula |
En
el Prólogo a la primera parte de El Quijote aparece su escudero, Gandalin, que
dedica un soneto a Sancho Panza. En el Capítulo I de la 1ª parte Amadís ya es
citado cuando se indica la afición de Don Quijote por los libros de caballerías
y su admiración hacia los caballeros andantes, así como cuando se pone de
manifiesto la importancia de que un caballero andante sea denominado con el
nombre de su patria de origen. Es también en ese pasaje en que se refiere que
un hermano de Amadís había sido Don Galaor. Hijo de Amadís fue Esplandián;
precisamente el libro Las sergas de
Esplandián fue a parar al fuego con motivo del escrutinio hecho con los
libros propiedad de Don Quijote: “ Pues en verdad, dijo el cura, que no le ha de
valer al hijo la bondad del padre: tomad, señora ama, abrid esa ventana y
echadle al corral, y dé principio al monton de la hoguera que se ha de hacer.
Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandian fue volando al
corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba “ (Capítulo VI, 1ª
parte). Es el propio Don Quijote el que dice que todos los hijos y nietos de
Amadís de Gaula, hasta la quinta generación, fueron caballeros andantes
(Capítulo XIII, 1ª parte).
Don
Quijote llega a describirlo. En una ocasión en que su amigo el cura le espeta
que los caballeros andantes no existieron nunca y que sobre ellos “ todo es ficción, fábula y
mentira, y sueños contados por hombres despiertos, ó, por mejor decir, medio
dormidos (...). Ese es otro error, respondió
Don Quijote, en que han caido muchos que no creen que haya habido tales
caballeros en el mundo, y yo muchas veces, con diversas gentes y ocasiones, he
procurado sacar á la luz de la verdad este casi comun engaño; pero algunas
veces no he salido con mi intención, y otras sí, sustentándola sobre los
hombros de la verdad: la cual verdad es tan cierta, que estoy por decir que con
mis propios ojos ví á Amadis de Gaula, que era un hombre alto de cuerpo, blanco
de rostro, bien puesto de barba, aunque negra, de vista entre blanda y
rigurosa, corto de razones, tardo en airarse, y presto en deponer la ira; y del
modo que he delineado á Amadis, pudiera, á mi parecer, pintar y describir todos
cuantos caballeros andantes
andan en las historias en el orbe
“ (Capítulo I, 2ª parte).
Don
Quijote tenía una muy buena opinión de él. Yendo con su escudero por Sierra
Morena, dice: “
quiero, Sancho, que sepas que el famoso Amadis de Gaula fué uno de los más
perfectos caballeros andantes: no he dicho bien fué uno; fué el solo, el
primero, el único, el señor de todos cuantos hubo en su tiempo en el mundo “. Por ello lo considera digno de imitación, cosa que va a
hacer en aquellos parajes de Sierra Morena: “ Desta mesma suerte Amadis fué el norte, el
lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros, á quien debemos de
imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la caballería
imitamos. Siendo pues esto ansí, como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el
caballero andante que más le imitare estará más cerca de alcanzar la perfección
de la caballería: y una de las cosas en que más este caballero mostró su
prudencia, valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor, fué cuando se retiró,
desdeñado de la señora Oriana, á hacer penitencia en la Peña Pobre, mudado su
nombre en el de Beltenebros; nombre por cierto significativo y propio para la
vida que él de su voluntad habia escogido: ansí que me es á mí más fácil
imitarle en esto, que nó en hender gigantes, descabezar serpientes, matar
endriagos, desbaratar ejércitos, fracasar armadas, y deshacer encantamentos: y
pues estos lugares son tan acomodados para semejantes efectos, no hay para qué
se deje pasar la ocasión, que ahora con tanta comodidad me ofrece sus guedejas.
En efecto, dijo Sancho, ¿ qué es lo
que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar ? ¿ Ya no te he dicho,
respondió Don Quijote, que quiero imitar á Amadis, haciendo aquí del desesperado, del sandio y del
furioso (...) ? (...) sin hacer locuras de daño, sino
de lloros y sentimientos “ (Capítulo XXV, 1ª parte) .
Don
Quijote insiste en adornar de buenas cualidades a Amadís cuando su sobrina,
igual que el cura, atribuye a fábulas y mentiras la existencia de los caballeros
andantes: “
¡Cómo! ¡que es posible que una rapaza, que apénas sabe menear doce palillos de
randas, se atreva á poner lengua y á censurar las historias de los caballeros
andantes! ¿ Qué dijera el señor Amadis si lo tal oyera ? Pero á buen seguro que
él te perdonara, porque fué el más humilde y cortés caballero de su tiempo, y
demas grande amparador de las doncellas “ (Capítulo VI, 2ª parte).
En
este mismo sentido se pronuncia Don Quijote en el palacio de los Duques al
renunciar a estar servido por doncellas en su aposento: “ en cenando, Don Quijote se
retiró en su aposento, solo, sin consentir que nadie entrase con él á servirle:
tanto se temia de encontrar ocasiones que le moviesen ó forzasen á perder el
honesto decoro que á su señora Dulcinea guardaba, siempre puesta en la
imaginación la bondad de Amadis, flor y espejo de los andantes caballeros “ ( Capítulo XLIII, 2ª
parte ).
Ya
solo en la montaña, medita Don Quijote qué hacer en su soledad, si imitar a
Roldán o imitar a Amadís. Se inclina por éste, que, desdeñado por Oriana, que
le había ordenado que hasta que ella no quisiese no apareciera ante ella, se
retiró a la Peña Pobre en compañía de un ermitaño y allí se hartó de llorar y
de encomendarse a Dios hasta que lo
socorrió. En el caso de Don Quijote, lo que llora es estar ausente de Dulcinea:
“ Ea, pues,
manos á la obra; venid á mi memoria, cosas de Amadis, y enseñadme por dónde
tengo de comenzar á imitaros; mas ya sé que lo más que él hizo fué rezar y así
lo haré yo: y sirviéronle de rosario unas agallas grandes de un alcornoque, que
ensartó, de que hizo un diez; y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí
otro ermitaño que le confesase, y con quien consolarse, y así se entretenia
paseándose por el pradecillo, escribiendo y grabando por la corteza de los
árboles y por la menuda arena muchos versos, todos acomodados á su tristeza, y
algunos en alabanza de Dulcinea “ (Capítulo XXVI, 1ª parte).
Y
cuando se trata de hacer mercedes a su escudero por parte de un caballero,
también el referente es Amadís: “ ¿ para qué gasto tanto tiempo en esto,
ofreciéndome un tan insigne ejemplo el grande y nunca bien alabado Amadis de
Gaula, que hizo á su escudero conde de la ínsula firme ? Y así puedo yo, sin
escrúpulo de conciencia, hacer conde á Sancho Panza, que es uno de los mejores
escuderos que caballero andante ha tenido “ (Capítulo
L, 1ª parte ).
Volviendo
al escrutinio, es reseñable que los cuatro libros sobre Amadís fueron salvados
de la hoguera gracias a la intervención del barbero: “ el primero que maese Nicolas le
dio en las manos [al cura] , fue los cuatro de Amadis de Gaula: y dijo el cura: Parece cosa de misterio esta, porque, segun he oido
decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y
todos los demas han tomado principio y origen deste; y así, me parece que, como
á dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin excusa alguna condenar al
fuego. Nó, señor, dijo el barbero, que tambien he oido decir que es el mejor de
todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como á único en su arte, se debe perdonar. Así es
verdad, dijo el cura, y por esa razon se le otorga la vida por ahora “ (Capítulo VI, 1ª parte).
Calle Amadís de Gaula |
A
favor del libro de Amadis debe contarse el pasaje en que, estando Don Quijote
en Sierra Morena, Cardenio, al contarle lo que le había ocurrido con su amada
Luscinda, habla del interés de ésta por tal libro: “ Acaeció, pues, que habiéndome
pedido Luscinda un libro de caballerías en que leer, de quien era ella muy
aficionada, que era el de Amadis de Gaula... No hubo bien oido don Quijote
nombrar libro de caballerías, cuando dijo: Con que me dijera vuestra merced, al
principio de su historia, que su merced de la señora Luscinda era aficionada á
libros de caballerías, no fuera menester otra exageración para darme á entender
la alteza de su entendimiento; porque no le tuviera tan bueno, como vos, señor,
le habeis pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda “ (Capítulo XXIV, 1ª
parte).
Amadís
es citado por Don Quijote cuando trata de explicar cómo era la vida y cuáles
las costumbres de los caballeros andantes. Éstos pasaban calamidades con
frecuencia, como las pasadas por Sancho y Don Quijote en el encuentro que
tuvieron con los yangüeses: “ Sábete, amigo Sancho, respondió
Don Quijote, que la vida de los caballeros andantes está sujeta á mil peligros
y desventuras, y ni más ni ménos está en potencia propincua de ser los
caballeros andantes reyes y emperadores, como lo ha mostrado la experiencia en
muchos y diversos caballeros, de cuyas historias yo tengo entera noticia; y
pudiérate contar agora, si el dolor me diera lugar, de algunos que solo por el
valor de su brazo han subido á los altos grados que he contado; y estos mesmos
se vieron ántes y después en diversas calamidades y miserias; porque el
valeroso Amadis de Gaula se vió en poder de su mortal enemigo Arcalaus, el
encantador, de quien se tiene por averiguado que le dió, teniéndole preso, más
de doscientos azotes con las riendas de su caballo, atado á una coluna de un patio
“ . Y la conversación prosigue: “ yo he oido decir á vuestra
merced, dijo Panza, que es muy de caballeros andantes el dormir en los páramos
y desiertos lo más del año, y que lo tienen á mucha ventura. Eso es, dijo Don
Quijote, cuando no pueden más, ó cuando están enamorados; y es tan verdad esto,
que ha habido caballero que se ha estado sobre una peña al sol y á la sombra y
á las inclemencias del cielo dos años, sin que lo supiese su señora; y uno
destos fue Amadis, cuando, llamándose Beltenebros, se alojó en la Peña Pobre ni
sé si ocho años ó ocho meses, que no estoy muy bien en la cuenta “ (Capítulo
XV, 1ª parte).
Beltenebros
no es el único nombre con que también se conoció a Amadis. Hablando sobre
desventuras pasadas, como el manteamiento de Sancho, Don Quijote se refiere a
la necesidad de contar con un arma adecuada para esos casos: “ de aquí adelante yo procuraré
haber á las manos alguna espada, hecha por tal
maestría, que al que la trujere consigo no le puedan hacer ningun género
de encantamentos; y áun podria ser que me deparase la ventura aquella de
Amadis, cuando se llamaba el Caballero de la
Ardiente Espada [lo confunde con su biznieto, Amadís de Grecia], que fue una de las mejores
espadas que tuvo caballero en el mundo; porque, fuera que tenia la virtud
dicha, cortaba como una navaja, y no habia armadura, por fuerte y encantada que
fuese, que se le parase delante “ ( Capítulo XVIII, 1ª parte ).
Después
de haber pasado Sancho mucho miedo con lo del batán, Don Quijote dice que un escudero debe hablar
poco con su caballero, desde luego menos que Sancho con él. Y pone ejemplos,
entre ellos el del escudero de Amadis: “ está advertido de aquí adelante en una cosa, para
que te abstengas y reportes en el hablar demasiado conmigo, que en cuantos libros
de caballerías he leido, que son infinitos, jamas he hallado que ningun
escudero hablase tanto con su señor como tú con el tuyo; y en verdad que lo
tengo á gran falta tuya y mia: tuya en que me estimas en poco; mia en que no me
dejo estimar en más; sí que Gandalin, escudero de Amadis de Gaula, conde fué de
la ínsula firme, y se lee dél que siempre hablaba á su señor con la gorra en la
mano, inclinada la cabeza, y doblado el cuerpo more turquesco “ (Capítulo XX, 1ª parte).
La
admiración hacia Amadís por parte de Don Quijote se acaba cuando antes de morir
recupera el juicio: “ Ya soy enemigo de Amadis de Gaula y de toda la infinita caterva de su
linaje: ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante
caballería: ya conozco mi necedad, y el peligro en que me pusieron haberlas
leido: ya por misericordia de Dios, escarmentado en cabeza propia, las abomino
“ (Capítulo LXXIV, 2ª parte).
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
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