jueves, 23 de abril de 2015

CERVANTES Y EL QUIJOTE EN EL CALLEJERO DE CAMPO DE CRIPTANA (XXX)

ÍNSULA BARATARIA


Según el diccionario de la Real Academia Española una ínsula es “cualquier lugar pequeño o gobierno de poca entidad”. En la obra cervantina la ínsula  era una división administrativa imaginaria que, según Don Quijote, teniéndola como real, sería donada por él a Sancho Panza para que la  gobernase en compensación por la ayuda que como escudero le prestaba.

Estando en el castillo de los duques en tierras de Aragón, Sancho se refiere a esa compensación a la que aspira: “ Yo me he arrimado á buen señor, y ha muchos meses que ando en su compañía, y he de ser otro como él, Dios queriendo: y viva él y viva yo, que ni á él le faltarán imperios que mandar, ni á mi ínsulas que gobernar “ . El Duque se la ofrece entonces, con el beneplácito del hidalgo manchego: “ Nó por cierto, Sancho amigo, dijo á esta sazon el Duque, que yo, en nombre del señor Don Quijote, os mando el gobierno de una que tengo de nones de no pequeña calidad. Híncate de rodillas, Sancho, dijo Don Quijote, y besa los piés á su excelencia, por la merced que te ha hecho “  (Capítulo XXXII, 2ª parte).

En la carta – fechada a 20 de julio de 1614 - que Sancho dirige a su esposa, Teresa Panza, y que da a leer a la Duquesa, ya se considera propietario del cargo y firma “ Tu marido el gobernador SANCHO PANZA “ . Espera enriquecerse en el ejercicio del cargo, según dice en la carta a su esposa: “ De aquí á pocos dias me partiré al gobierno, adonde voy con grandísimo deseo de hacer dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mesmo deseo: tomaréle el pulso, y avisaréte si has de venir á estar conmigo ó nó “  (Capítulo  XXXVI, 2ª parte).

Al día siguiente al de la aventura con Clavileño, el caballo de madera, siguiendo con la burla, “ dijo el Duque á Sancho que se adeliñase y compusiese para ir á ser gobernador, que ya sus insulanos le estaban esperando como el agua de mayo (...) y advertid que mañana en ese mesmo dia habeis de ir al gobierno de la ínsula, y esta tarde os acomodarán del traje conveniente que habeis de llevar, y de todas las cosas necesarias á vuestra partida. Vístanme, dijo Sancho, como quisieren, que de cualquier manera que vaya vestido seré Sancho Panza. Así es verdad, dijo el Duque; pero los trajes se han de acomodar con el oficio ó dignidad que se profesa; que no seria bien que un jurisperito se vistiese como soldado, ni un soldado como un sacerdote. Vos, Sancho, ireis vestido parte de letrado y parte de capitan, porque en la ínsula que yo os doy, tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas. Letras, respondió Sancho, pocas tengo, porque aún no sé el A. B. C., pero bástame tener el  Christus en la memoria para ser buen gobernador. De las armas manejaré las que me dieren hasta caer, y Dios delante “  (Capítulo XLII, 2ª parte).

Sancho llega a la Ínsula Barataria
En ese mismo capítulo Don Quijote se lleva a su aposento  a Sancho Panza para darle consejos relativos a lo que debía hacer una vez que fuese gobernador de la ínsula. Primero lo alecciona desde el punto de vista espiritual, y acaba concluyendo: “ Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus dias, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible; casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos “. En el capítulo siguiente Don Quijote le administra los consejos relativos al cuerpo.

Sancho partió hacia la ínsula  - en realidad, un lugar que era propiedad de los Duques – “ acompañado de mucha gente, vestido á lo letrado, y encima un gaban muy ancho de camelote de aguas leonado, con una montera de lo mesmo, sobre un macho á la jineta, y detrás dél, por órden del Duque, iba el rucio con jaeces y ornamentos jumentiles de seda y flamantes. Volvia Sancho la cabeza de cuando en cuando á mirar á su asno, con cuya compañía iba tan contento, que no se trocara con el emperador de Alemaña “ . Cervantes anticipa lo que será la estancia en la ínsula: “ Deja, lector amable, ir en paz y en hora buena al buen Sancho, y espera dos fanegas de risa que te ha de causar el saber cómo se portó en su cargo “  (Capítulo XLIV, 2ª parte).

Así describe Cervantes la imaginada ínsula y narra la toma de posesión por parte de Sancho: “ llegó Sancho á un lugar de hasta mil vecinos, que era de los mejores que el Duque tenia. Diéronle á entender que se llamaba la ínsula Barataria, ó ya porque el lugar se llamaba Baratario, ó ya por el barato con que se le habia dado el gobierno. Al llegar á las puertas de la villa, que era cercada, salió el regimiento del pueblo á recebirle, tocaron las campanas, y todos los vecinos dieron muestras de general alegría, y con mucha pompa le llevaron á la iglesia mayor á dar gracias á Dios; y luego con algunas ridículas ceremonias le entregaron las llaves del pueblo, y le admitieron por perpetuo gobernador de la ínsula Barataria. El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenia admirada á toda la gente que el busilis del cuento no sabia, y áun á todos los que lo sabian, que eran muchos. Finalmente, en sacándole de la iglesia le llevaron á la silla del juzgado, y le sentaron en ella, y el mayordomo del Duque le dijo: Es costumbre antigua en esta ínsula, señor gobernador, que el que viene á tomar posesion desta famosa ínsula está obligado á responder á una pregunta que se le hiciere, que sea algo intrincada y dificultosa, de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de su nuevo gobernador; y así, ó se alegra ó se entristece con su venida. En tanto que el mayordomo decia esto á Sancho, estaba él mirando unas grandes y muchas letras que en la pared frontera de su silla estaban escritas; y como él no sabia leer, preguntó que qué eran aquellas pinturas que en aquella pared estaban. Fuéle respondido: Señor, allí está escrito y notado el dia en que V. S. tomó posesion desta ínsula; y dice el epitafio: Hoy dia á tantos de tal mes y de tal año tomó la posesion desta ínsula el señor Don Sancho Panza, que muchos años la goce “  (Capítulo XLV, 2ª parte).

Más adelante siguen las burlas a Sancho. En el Capítulo XLIX sale de ronda por la noche y se le presentan varios casos para aplicar justicia. El cargo de gobernador de la ínsula no durará más de dos días después de esos sucesos, pero fue tiempo suficiente para que en intervenciones de muy diversa índole adoptara resoluciones más que aceptables: “ En resolución, él ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran: las constituciones del gran gobernador Sancho Panza  (Capítulo LI, 2ª parte).

En la carta que Teresa Panza, su mujer, envía a la Duquesa le da a conocer cómo se ha recibido en el pueblo la noticia del gobierno de su marido: “ De que vuestra señoría haya hecho gobernador á Sancho mi consorte, ha recibido mucho gusto todo este lugar, puesto que no hay quien lo crea, principalmente el cura y maese Nicolás, el barbero, y Sansón Carrasco, el bachiller; pero á mí no se me da nada, que como ello sea así, como lo es, diga cada uno lo que quisiere; (...) porque en este pueblo todos tienen á mi marido por un porro, y que sacado de gobernar un hato de cabras, no pueden imaginar para qué gobierno pueda ser bueno “ . En la carta que escribe a su marido, Teresa Panza insiste en esta apreciación de sus paisanos: “ El cura, el barbero, el bachiller y áun el sacristán no pueden creer que eres gobernador, y dicen que todo es embeleco, ó cosas de encantamento, como son todas las de Don Quijote tu amo “  ; pero a la familia el cargo le ha caído de perlas: “ Tu carta recibí, Sancho mio de mi alma, y yo te prometo y juro como católica cristiana, que no faltaron dos dedos para volverme loca de contento. Mira, hermano, cuando yo llegué á oir que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo, que ya sabes tú que dicen, que así mata la alegría súbita como el dolor grande. Á Sanchica tu hija se le fuéron las aguas sin sentirlo, de puro contento “ ( Capítulo LII, 2ª parte ).

Cuando llevaba diez días como gobernador, Sancho puso fin al ejercicio del cargo porque la situación no era para menos: “ estando la séptima noche de los dias de su gobierno en su cama, nó harto de pan ni de vino, sino de juzgar y dar pareceres, y de hacer estatutos y pragmáticas, cuando el sueño, á despecho y pesar de la hambre, le comenzaba á cerrar los párpados, oyó tan gran ruido de campanas y de voces, que no parecia sino que toda la ínsula se hundia “. Le hicieron creer que muchos enemigos habían penetrado en la ínsula y que había que hacerles frente, por lo que necesitaba armarse: “ al momento le trujeron dos paveses, que venian proveidos dellos, y le pusieron encima de la camisa, sin dejarle tomar otro vestido, un paves delante y otro detras, y por unas concavidades que traian hechas le sacaron los brazos y le liaron muy bien con unos cordeles, de modo que quedó emparedado y entablado, derecho como un huso, sin poder doblar las rodillas ni menearse un solo paso. Pusiéronle en las manos una lanza, á la cual se arrimó para poder tenerse en pié “  . Le dijeron que se pusiera en movimiento, pero no podía moverse y, como es lógico, cayó al suelo: “ Quedó como galápago encerrado y cubierto con sus conchas, ó como medio tocino metido entre dos artesas, ó bien así como barca que da al traves en la arena: y nó por verle caido aquella gente burladora le tuvieron compasion alguna, ántes, apagando las antorchas, tornaron á reforzar las voces, y á reiterar el arma con tan gran priesa, pasando por encima del pobre Sancho, dándole infinitas cuchilladas sobre los paveses, que si él no se recogiera y encogiera, metiendo la cabeza entre los paveses, lo pasara muy mal el pobre gobernador; el cual, en aquella estrecheza recogido, sudaba y trasudaba, y de todo corazon se encomendaba á Dios que de aquel peligro le sacase. Unos tropezaban en él, otros caian, y tal hubo que se puso encima un buen espacio “  .   

Llegó a desmayarse. Más tarde, una vez vestido como ordinariamente iba, fue a buscar su rucio y se marchó tras decir a los que estaban presentes: “ Abrid camino, señores mios, y dejadme volver á mi antigua libertad: dejadme que vaya á buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieran acometerlas. Mejor se me entiende á mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes, ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir, que bien se está cada uno usando el oficio para que fué nacido. Mejor me está á mí una hoz en la mano, que un cetro de gobernador: más quiero hartarme de gazpachos, que estar sujeto á la miseria de un médico impertinente, que me mate de hambre; y más quiero recostarme á la sombra de una encina en el verano, y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda, y vestirme de martas cebollinas. Vuesas mercedes se queden con Dios, y digan al Duque, mi señor, que desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano: quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno, y sin ella salgo, bien al reves de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas: y apártense, déjenme ir “


Calle Ínsula Barataria

 Así acabó Sancho su corto periodo de “gobernación”; “ y le dejaron ir, ofreciéndole primero compañía, y todo aquello que quisiese para el regalo de su persona y para la comodidad de su viaje. Sancho dijo que no queria más de un poco de cebada para el rucio, y medio queso y medio pan para él, que pues el camino era tan corto, no habia menester mayor ni mejor repostería. Abrazáronle todos, y él llorando abrazó á todos, y los dejó admirados, así de sus razones como de su determinación tan resoluta y tan discreta “  (Capítulo LIII, 2ª parte).


Al ir en busca de Don Quijote tras abandonar la ínsula, Sancho se encuentra con un antiguo vecino suyo, el morisco Ricote, al que confiesa que ha dejado el gobierno de la ínsula “ por parecerme oficio peligroso el de los gobernadores “ , y al decirle Ricote qué era lo que había ganado en ello Sancho le contesta: “ ... el haber conocido que no soy bueno para gobernar sino es un hato de ganado, y que las riquezas que se ganan en los tales gobiernos son á costa de perder el descanso y el sueño, y áun el sustento, porque en las ínsulas deben de comer poco los gobernadores, especialmente si tienen médicos que miren por su salud “  (Capítulo LIV, 2ª parte).


                                  FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

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