Publicado por primera vez en junio de 2013
Panorámica del Cerro y ermita de Criptana |
La ermita de la Virgen de Criptana es un edificio, en lo fundamental, del siglo XVI, heredero de otro
anterior de época medieval, y restaurado en diversas ocasiones.
El proyecto parece ser de 1513,
debido a Juan García y Esteban Sánchez, que trabajaron en las obras del
monasterio de Uclés. Su construcción se alargó en el tiempo. En 1554 no estaba acabada porque sus
constructores, dos vizcaínos, se habían dado muerte recíprocamente. El
campanario se estaba construyendo a fines del siglo XVI. Una sala en la parte
oriental, junto a la ermita, fue ordenada hacer en 1603 para que pudieran comer y dormir los fieles que a la ermita
acudían con frecuencia para evitar que hicieran eso, así como danzar y bailar,
en el interior de la ermita.
Ermita de Criptana: portada de acceso |
Uno de los elementos más destacados es la portada de acceso, orientada
al mediodía, similar a la de la iglesia parroquial, y que nos recuerda a algunas
portadas del monasterio de Uclés, lo que se explica por lo que antes señalé.
Ermita de Criptana: la vieja espadaña |
Allí se veneraba, como ahora, a la Virgen de Criptana, cuya fiesta fue
instituida por el Ayuntamiento el 25 de diciembre del mismo año en que nació
Cervantes, 1547. En un principio el día de la Virgen era el 25 de Marzo, día de la Encarnación. En
1610 se trasladó al primer domingo de septiembre, pero fue por poco tiempo.
Interior de la ermita de Criptana |
El 20 de febrero de 1604 el Ayuntamiento acordó hacer un camino de la
ermita al pueblo para traer anualmente la imagen, lo que se hizo desde
entonces: catorce días duraba habitualmente la estancia de la imagen en el
pueblo.
Sobre la ermita de Villajos señalaban las Relaciones de Felipe II (1575): “media legua desta villa esta otra
ermita de la Señora de Villajos”.
Exterior de la ermita de Villajos en otros tiempos |
La concepción que
de esta ermita tenían los criptanenses de principios del siglo XVII como
referencia religiosa y mental era diferente, en parte, de la que tenemos ahora.
Ninguna festividad especial había en torno de ella, si bien, como todo lugar
sagrado, más o menos atendido y cuidado, era, desde el punto de vista afectivo,
centro de creencias y sentimientos que el paso del tiempo no hacía olvidar.
Exterior de la ermita de Villajos en la actualidad |
La idea que tenían
de aquel paraje era la de un lugar antes - en un momento más o menos lejano -
habitado cuyos pobladores habían ido abandonando en favor del antiguo El Campo.
Virgen de Villajos |
Como recuerdo
físico quedaba la ermita, puesta aún por aquellos años bajo el patronazgo de
Nuestra Señora de Villajos, cuya imagen probablemente sea la encontrada en 1982
embutida en un muro de la propia ermita. El aspecto de la ermita que ahora
conocemos – fruto de una reconstrucción del tercer cuarto del siglo XVII con
adiciones posteriores - no era, con toda seguridad, el que presentaba aquella,
edificada - aunque rehecha en parte después - probablemente dentro de los
moldes de un románico de transición al gótico, más o menos acorde con el de la
talla conservada de la Virgen.
Quienes vivían hace más o menos cuatrocientos años conocían
perfectamente la ermita de San
Benito. Así, las Relaciones
filipinas afirman que había “ ...
otra ermita una legua desta villa
de San Benito ...” .
Puente de San Benito |
¿ Habría servido la ermita en otros tiempos de iglesia del poblado de
Posadas Viejas – hasta el momento sin
localizar exactamente-, probablemente acabado de deshabitar ya a finales
del siglo XIV a favor de El Campo? Es ésta una simple hipótesis. Perdido el
pueblo, habría perdurado en forma de denominación de un paraje del término
municipal. Abundando en ello, el término Posadas hace pensar en un lugar
de frecuente trasiego de transeúntes; y la ermita estaba a muy poca distancia
del cauce del río Záncara y del Puente de San Benito, punto de paso para muchas
personas en aquella época.
Explotación ganadera en el lugar donde estuvo la ermita de San Benito junto al puente |
Desaparecido aquel pueblo, tal vez se entendió conveniente mantenerla
en pie para atender en la práctica religiosa a las personas que tenían su lugar
de trabajo por aquellos pagos, ciertamente distantes de la villa. Tenía su
mayordomo, que destinaba las limosnas recibidas a la conservación del edificio,
una pequeña nave de planta rectangular.
FRANCISCO ESCRIBANO
SÁNCHEZ-ALARCOS
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