[Pese a referirse a un tiempo bien diferente, climatológicamente hablando, al que tenemos en estos días de altas temperaturas, reproduzco este escrito publicado en mi anterior blog en diciembre de 2013. Viene a cuento en el momento presente porque por más que la coyuntura actual nos remite a una cierta bajada del paro, sigue produciéndose la sangría de jóvenes españoles - no pocos miles de Castilla-La Mancha - que tienen que salir al extranjero en busca de oportunidades laborales]
Tiempo de Navidad …, tiempo de
consumismo marcado especialmente en el calendario – cierto que ahora no poco
atenuado, como sabemos todos - …, tiempo de cantinelas publicitarias, como
aquélla que nos recuerda desde hace años que por estas fechas alguien vuelve a
casa, alguien vuelve al hogar.
Vivimos una época en la que esa
imagen del regreso al origen con motivo de las vacaciones navideñas se ha
multiplicado, y teniendo que hacer muchos kilómetros para ello, pues muchas son
las personas que por las circunstancias “críticas” de la vida se han visto
obligadas – ¡y gracias si la suerte les ha sonreido! – a desplazarse a grandes
distancias, fuera de nuestras fronteras, para ganarse un sustento que en su
contexto geográfico habitual hacía tiempo que se les venía negando o hacía
tiempo que buscaban por primera vez.
Entre estos viajantes al uso los
hay de diferentes edades, mas sin duda la inmensa mayoría son gente joven, esos
jóvenes que muchas veces son adulados en uno u otro sentido por quienes
gobiernan pero que no han tenido más remedio que tratar de ir haciendo presente
y futuro en Europa y en otros continentes. Jóvenes en muchísimos casos bien
formados profesionalmente, todos ellos responsables consigo mismos y con la
sociedad, movidos por la necesidad de dar sentido a su vida con el desarrollo
de una profesión, y no simples aventureros, como alguna ministra de cuyo
nombre, como diría Cervantes, no quiero acordarme, se atrevió a decir
públicamente.
Fran Escribano dirigiendo a su Banda Juvenil de la Fundación Batuta en Bogotá (Colombia) |
El joven director de Banda de
Música de la fotografía que acompaña a estas líneas, al que bien conozco, es
uno de esos muchos a los que me refería que, tras esforzarse durante años y
años en conseguir un nivel de formación más que suficiente para ejercer una
profesión, no han tenido más salida, si querían poner en práctica lo aprendido
en sus años de estudio, que hacer lo que en una de sus más conocidas canciones (“Pueblo
blanco”), y en un contexto sólo algo diferente, recomendaba Joan Manuel Serrat: “… Escapad, gente tierna, / que esta
tierra está enferma, / y no esperes mañana / lo que no os dio ayer, / que no
hay nada que hacer / […] y busca otra luna. / Tal vez mañana sonría la fortuna
/ […].
El joven de la fotografía puede
ser aventurero, como todos los jóvenes que han tenido que buscarse un “curro”
muy lejos, pero desde luego no en el sentido equívoco de la equivocada ministra
a la que aludía más arriba; lo que sí son todos ellos, y van a seguir siéndolo,
es VALIENTES, con mayúscula y en
negrita, porque valentía se necesita para tomar una decisión como la que estoy
comentando. Claro que una compensación tiene la decisión de alejarse: no tener
que contemplar el indecente espectáculo que a diario se nos ofrece a quienes
por aquí seguimos, porque, por poner sólo dos ejemplos, ¿cómo hay que calificar
el hecho de que la administración se gaste dos millones y medio de euros en
hacer publicidad de la vigente reforma laboral, o el hecho de que se destinen más
de doscientos mil euros a aleccionar a una persona para que hable decorosamente
en público a la hora de defender la candidatura olímpica de la capital de
España, con el ridículo resultado por todos conocido?
Volviendo al contenido del primer
párrafo de esta colaboración, el regreso al hogar reiterado en aquella cuña
publicitaria, en el contexto de la actual crisis económica, seguirá siendo,
desgraciadamente, habitual durante no pocos años a pesar de los augurios
optimistas de quienes disfrutan el poder, al menos eso dicen especialistas en
la materia. ¿Habrá que seguir sufriendo también habitualmente los espectáculos
indecentes que pueden acabar desquiciándonos a todos? Por si acaso la respuesta
es sí, habrá que aprovechar al máximo el tradicional sentimiento navideño … y
que Dios nos pille confesados.
FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
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