Publicado por primera vez en marzo de 2013
Tropas francesas en la ruta a Andalucía |
En
el Campo de Criptana de principios del siglo XIX las actividades agropecuarias
constituían la principal fuente de riqueza, y esto pese al bajo nivel técnico
de la agricultura. Se seguía con el antiquísimo arado y con la azada como
únicas herramientas específicas. La mula era el elemento de tracción para las
labores, y el burro si se trataba de campesinos menos pudientes. Los abonos
empleados se reducían al estiércol animal común y al cascajo procedente de
derribos. El regadío, concentrado en unas pocas huertas, era escaso. De las
tierras del término, la mayoría se dedicaba al cultivo de los cereales,
seguidos de lejos por la vid y el olivo.
La
propiedad estaba desigualmente repartida y una elevada proporción del terreno
cultivable estaba sustraída a los circuitos del mercado, es decir, amortizada,
dado que pertenecía a mayorazgos, capellanías y comunidades religiosas: en
total, más de 11.000 fanegas de las poco más de 27.000 que ordinariamente se
ponían en cultivo, dado que el resto, hasta unas 41.500 fanegas, estaban en
barbecho o servían para pastos.
Escudo de los Castilla |
La
actividad artesanal era diversificada y no especializada, con bajo volumen de
producción por lo general. El nivel técnico se caracterizaba por su atraso. En
consonancia con todo ello la actividad comercial tenía poco relieve. Las
personas dedicadas a esta profesión eran sólo el 15% de todas las que
integraban el sector terciario de la población activa del pueblo.
Era
la de nuestra una villa con una sociedad propia del Antiguo Régimen,
estamental, con dos sectores destacados por sus privilegios y su riqueza: en
primer lugar, la nobleza; en segundo
lugar, el clero, con más de 30 eclesiásticos seculares y con unos 20 frailes
del Convento de Carmelitas Descalzos. Por último, la inmensa mayoría de los
criptanenses, el estado general o llano, cuyas rentas y situaciones eran muy
diversas y dentro del cual se encontraba un elevado contingente de jornaleros y
criados al servicio de los estratos dominantes; de este grupo saldría la
mayoría de aquéllos que protagonizaron el motín del verano de 1808, originado
en buena parte por las difíciles condiciones de vida de esos estratos sociales a
las que nadie ponía remedio.
Escudo de los Baíllo |
La
economía y la sociedad de Campo de Criptana, como las del conjunto del
territorio español, sufrieron con intensidad los efectos derivados de varios
años de guerra. La obligación de suministrar víveres y una variada gama de
artículos a los ejércitos, fueran de un bando o de otro, ocupó buena parte del
tiempo de las autoridades municipales y era fuente de no pocas preocupaciones
para nuestros antepasados. La exposición que sigue es una muestra de las
numerosas peticiones – mejor, exigencias, - que tuvieron que atender.
Con
fecha 16 de mayo de 1808 las autoridades francesas establecidas en España
transmitían a Campo de Criptana la orden de transportar hasta Villarta de San
Juan, con destino a la tropa que desde Toledo y Aranjuez se dirigía a Cádiz, y
dentro de un plazo rigurosamente delimitado – el 25 de mayo a las 12 del
mediodía como máximo – un convoy compuesto de alimentos, ropa de cama,
vehículos de transporte, etc., etc.
Es
fácil imaginar el nerviosismo en medio del cual se trataría de adoptar las
medidas precisas para dar cumplimiento a la orden recibida y evitar de esa
manera las represalias del enemigo. En total, 162 personas del estado llano –
es decir, los no privilegiados – que estaban en disposición de proveer lo
necesario hubieron de cumplir el encargo, bien que sólo hasta donde fue
posible. He aquí la relación de algunos de los principales suministros hechos:
100 carneros, 100 fanegas de cebada, 500 arrobas de paja, 500 de vino, 30 de
aceite, 80 de arroz, 36 de garbanzos, 10 de judías – las únicas que había en el
pueblo -, 30 de tocino, 1.000 panes, y sábanas, almohadas, colchas y colchones
de lana en cantidad necesaria para vestir 130 camas.
La
recogida de todo lo que se pudo reunir en esa ocasión concluyó a las 12 de la
noche del 24 de mayo, y a las 4 de la mañana del día 25 salió todo en dirección a Villarta. Hay que
añadir que en medio de aquellas difíciles circunstancias los mecanismos
sociales de la época no dejaban de funcionar: fueron exceptuados de contribuir
al suministro 24 eclesiásticos, 26 nobles – algunos de ellos evocados en las
ilustraciones que acompañan a estas líneas - y 8 funcionarios, todos ellos por
el hecho de ser lo que eran.
Escudo de los Quirós |
Y
un apunte final. Pese a lo expuesto que resultaba falsear la realidad cuando de
obedecer las órdenes del invasor se trataba, en un informe enviado a Villlarta
el mismo día 24 la corporación municipal señalaba, para tratar de justificar la
diferencia entre la cuantía del pedido y lo que se enviaba en cuanto a ropa de
cama, que el pueblo tenía 1.000 vecinos – es decir, cabezas de familia o, si se
prefiere, unidades fiscales -, si bien se sabe por otros documentos que su
número giraba en torno a los 1.300; por el contrario, bastante podría haber de
cierto en lo que se añadía a continuación: tres cuartas partes de los vecinos
no estaban acostumbrados a dormir en colchón de lana ni a cubrirse con sábanas
de lienzo, pues lo normal era utilizar jergones
de esparto o albardín y cubrirse con una “mala manta” . Cierta y
desgraciadamente ésta parece ser por entonces la realidad de muchos hogares
criptanenses.
FRANCISCO
ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS
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